Esa silenciosa compañía

Algunos se abren con desconfianza. Otros con sorpresa. Otros por obligación. Se los comienza de manera sistémica; incluso leyendo las solapas y hasta las leyendas de la reglamentación para su reproducción. Unos te atrapan por una portada muy cuidada, llamativa. Otros son vetustos a más no poder. Llenos de polvo y arrugas. Manchas de humedad y signos de uso.

Algunos llevan la marca de anteriores dueños, otros no se han desprendido del olor de los solventes de la tinta, fresca, recién impregnada al papel. Algunos caen y se abren en esa página justa, precisa, escrita sólo para ti. En otros reconoces nombres o lugares comunes. Otros simplemente te llaman. Saltan en el estante, silenciosa, inanimadamente. Te guían hacia ellos y es como reencontrar a un viejo amigo, que ha estado paciente esperando tu visita. Algunos son amor a primera vista, a primera palabra. Enganche sin vuelta atrás. Otros deben ir madurando su relación contigo. Algunos llegaron como obligación a ti, otros son esquivos y los buscas con insistencia sin poder asirlos.

Escape. Compañía. Muralla contra el mundo; ventana para comprenderlo. Son todo y nada. Verdades contadas a través de mentiras. Historias que te permiten vivir vidas y mundos desde tu propia imaginación. Imágenes que creas y conviertes en referentes con los que comparar el mundo. Amigos silenciosos, perfectos desconocidos, cómplices sin siquiera enterarse, inútiles datos encerrados en paredes de papel, nanas para alejar el ruido del mundo, maestros.

Libros. Una forma como cualquier otra de ir armando el ser humano que eres, que quieres ser.

I am not frightened of dying...

A la memoria de Puck,
que le gustaban estas historias.

De Clare no es mucho lo que hemos podido averiguar, al menos no es mucho lo que de ella registra Google. Que fue cantante, músico de sesión (en el escalafón de los músicos, un operario fino y sofisticado). Que ha trabajado para grandes y reconocidos artistas y que ha cantado jingles. Pero Clare parece un espectro de existencia manifiesta y rastros esquivos. Un par de fotos imprecisas, repetidas fractalmente, una biografía escueta y un reportaje del año 2009, aparentemente. Nació en Inglaterra, sabemos. Una página en Allmusic.com da cuenta de su existencia, pero no aporta fecha ni lugar preciso de nacimiento. La discografía apunta un único álbum, mencionado y referido en cada lugar de la red donde de ella se hable y del que sólo encontramos una fuente en la mula. Aún no lo escuchamos, y no estamos seguros de querer hacerlo. Como sea, Google también permite dar fe de que toda pesquisa sobre ella comienza en un mismo lugar: la discreta ficha técnica en el sobre interno de un famoso disco de rock, donde su nombre figura como vocalista de soporte. Podemos llegar a averiguar que por ese trabajo cobró 30 libras, y porque le tocó hacerlo en domingo, que se paga doble. Que era empleada de EMI. Que hizo un juicio y que no llegó a ganarlo, porque arregló antes. Logró lo que quería: su nombre aparece ahora junto al del compositor de aquella canción por la que cobró 30 libras. La había improvisado, en tres horas, parece (tres horas de un domingo). "Pensá en la muerte", dicen que le dijeron. Y esa fue la única indicación. O casi, porque cuando empezó a improvisar unas palabras, le dieron otra: "no, no queremos palabras". Eso fue todo, una intuición acerca de la inefabilidad de la muerte. Todo lo demás le es atribuible. Clare cantó, creó en esas tres horas una melodía bella y plasmó una interpretación escalofriante, una de esas cosas que nos hacen preguntarnos si realmente todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia. Esa sola canción le bastará para presentarse ante la diestra del señor, si es que esa chance nos queda, y no es poco.

Ella es Clare Torry. Ella ha puesto el soundtrack con que desearé comenzar mi gran baile en el cielo.


un día...

...24 horas, precedidas de un ciclo de tiempo igual y seguidas por otro. En este mundo un lapso comúnmente rutinario. Con horas más o menos fijas para una serie de acciones repetitivas y cíclicas.

Sin embargo hay días, algunas veces señalados con antelación que rompen esa rutina, y otros, inesperados, repentinos que son detonantes de una cadena de posibilidades y rutas de vida que tal vez ni teníamos en mente. Puntos de quiebre; a veces puntos finales a largas agonías, a ciclos que lo eran todo (o que más bien creíamos que eran todo, pues no concebíamos el mundo sin ellos, fuera de ellos), a veces puntos de partida, a veces simplemente escalones de una ruta trazada con antelación pero que cambia de dirección, dobla en esquinas que nos muestran otro paisaje, que nos hacen ver el mundo desde otra perspectiva.

Un día, que tal vez para el resto, incluso para nuestros seres más cercanos, simplemente sea otro día descontado de los de su existencia sobre este planeta, pero que a otros marca para siempre. Y hay veces en que estamos tan sumergidos en nuestro propio mundo, cerrados al resto, evitándolos y evitándonos su compañía que nos olvidamos que un día rutinario para nosotros puede ser el día de debacle o de milagro para otros. Y a veces es necesario recordar que los otros también tienen una existencia complicada; que llevan a cuestas sus propias batallas de las que quizá nunca nos enteremos. Pero están ahí y a veces un solo gesto amable o un silencio lleno de comprensión ayudan. Después de todo, el día llegará a su fin y la rutina o nuevas sorpresas llegarán con el alba, y solo nos queda seguir.