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"I turned to look but it was gone..."

En la versión de Londres de este año, en la que se reúnen Waters y Gilmour, podemos observar algo del orden escénico: Waters canta parado frente a la Pared. Gilmour toca desde allí arriba, del otro lado. La topología es casi freudiana: la voz cantante está aquí , de este lado de la pared, que lo separa de eso que puede que sea una voz pero que no significa nada, que simplemente es, aquello que no tiene letra (desdeño a mis fines el papel de Gilmour cantante, aunque, freudianamente, podríamos señalar que la parte que a Gilmour le toca cantar corresponde a los recuerdos infantiles: “when I was a child...”). Waters no nos deja dudas: golpea la pared hasta que una proyección crea la ilusión de que las piedras estallan descubriendo un sanguíneo cielo soleado. Los niveles de esta metáfora son muchísimos, más o menos obvios. Este viejo amigo que saluda a un adversario, en la reunión, pone un énfasis feliz y sobrecogedor, pero anecdótico. Algo que no debía estar separado por la pared se reunifica.

Pero decir más sería caer en zoncera o en pleonasmo. Creo que me entendieron. Ya lo dije: densa.

Paralingüísticas

Demoledora cristalización de recursos multimedia: letra, música, sonidos concretos, imagen. Pero vuelvo a cuestiones de “lenguaje musical”. La segunda parte del solo empieza en anacrusa. Dos notas de una sencilla escala menor se tocan antes de que la que en definitiva es la misma nota del primer solo caiga ahora como ojival quinta con todo su peso en el primer tiempo fuerte del compás. De este conjunto de tres notas, me interesa el siguiente detalle: en todas las versiones de este solo que he escuchado, Gilmour ataca la primer nota con una técnica que consiste en hacer que la parte externa del dedo que sostiene la púa toque la cuerda casi inmediatamente después de haberla pulsado. Esto produce un “armónico”, algo que usted puede quizás identificar como un “romperse” del sonido, algo como un atragantarse de la guitarra. Siempre, pero siempre siempre, Gilmour ataca esa nota de esa manera. Es, normalmente, la nota con la que a mí se me hace un nudo en el estómago (si, ya sé, usted puede hablar en mi caso de una suerte de fijación fetichista o morbosa; no veo por qué habría yo de discutirle; cada quien fija sus afectos donde puede).

“There’ll be no more...”

Sin embargo, sabemos que duele: ahí, en este fantástico anudamiento de los recursos multimediales de la forma canción, Waters elude la palabra y coloca un grito, el cristalizado “aaahhh” que toda versión de Comfortably numb debe contener.

(En la película, vemos que ese momento coincide con la primer reacción de Pink ante el mundo exterior, su respuesta con un grito desmesurado al pinchazo de la aguja, “just a little pin prick”; de hecho, al momento en que le quitan la aguja).

El verbo

La frase que hoy escojo como central en esta canción usa el verbo “to show”, mostrar. Podría haber sido: can you tell me where it hurts?, pero no: dice “show”. El dolor como algo observable, seguramente físico, presumiblemente situado en el cuerpo. El personaje no puede hablar (“just nod if you can hear me”), no puede decir qué le duele, pero se lo insta a mostrarlo. Doble imposibilidad: lo que le duele debería decirse más que mostrarse. Por eso, tanto porque no puede hablar como porque lo que duele no es del orden de lo físico, la pregunta queda sin respuesta.

Sobre esta piedra...

Esta canción es el centro de equilibrio de toda esa construcción que es The Wall: el hombre herido en su alma, destruido por una maquinaria de producción que lo aliena de sí mismo, reparado famacológicamente (y ahí tenemos el arco que va desde el uso recreativo de drogas, hasta la famacopea psiquiátrica, pero también a los suplementos dietarios) para seguir funcionando. “Can you show me where it hurts?”

Who minds.

El nudo

Y digo que esta canción es densa no en el sentido coloquial de ser angustiante, que puede serlo, sino en el sentido de que reúne en un espacio reducido (el proverbialmente reducido espacio de la “forma canción”) una cantidad enorme de significación.

Desde el vamos, está este nudo entre una “letra” (que hasta dice “I need some information, first”), y un solo de guitarra de una carga emocional que no precisa de palabras: la letra y lo que no tiene letra, frente a frente, o lado a lado, o como los quieran poner.

Lo inefable

Todos vimos The Wall y todos sabemos que la anécdota central de esta canción es la del cantante arruinado por las drogas que no logra ponerse en pie para salir al escenario, mientras un manager desesperado por su inversión intenta que lo reanimen. Todos nos hemos acostumbrado a suponer a esta escena (y a toda la película, y a toda la obra de Floyd) como un relato autobiográfico de Waters.

Pero, yendo más allá de su biografía, Waters formula la pregunta del millón: can you show me where it hurts?

Keep It Simple

Este solo tiene algo conmovedor: es increíblemente simple. Sobre todo, la nota mágica con la que empieza es la gloria de lo elemental: es una de las notas más obvias (la tercera) de las que se puede escoger de una sencilla escala mayor, tocada en el primer tiempo fuerte del compás. Musicalmente, es como colocar un yunque sobre un pedestal sobre un sólido cimiento. Es algo así como la resistencia y la estabilidad de una ojiva. Usted puede estudiar música por milenios y nunca podrá llegar a una solución tan económica sin sentirse avergonzado. Pero aquí estamos nosotros, conteniendo el aliento y pensando “ahí viene, ahí viene”, esperando que se compruebe el milagro.

El goce infantil de la repetición

Todos sabemos (todo aquel que, como dice Luis, “tenga unos añitos” y participe de un espacio cultural que por comodidad resumo como “cultura rock”), decía, todos sabemos cómo empieza este solo. Sepamos o no sepamos música, conocemos las notas, podemos cantarlas. Lo esperamos. “Ahí viene, ahí viene”. Musicalmente, esa espera se señala y enfatiza con un compás (o varios, a veces) neutro, de negras machacantes. No hay ninguna pretensión de causar sorpresa. Y cuando llega, bueno, ya saben, llega.

Uno que es dos, dos que son uno

Y estamos hablando de “el” solo de Comfortably numb. Si se fijan, estrictamente hablando, los solos son dos. Uno después de cada estribillo. Sin embargo, esos solos constituyen el centro único, uniforme, continuo, permanante de la canción: son la respuesta a “can you show me where it hurts”. You know, I can’t, but it hurts.

El respeto del ritual

David Gilmour sabe, imagino que sabe porque está claro que no me consta y no puedo documentarlo, que cualquier oyente de Comfortably numb espera el solo.

A lo largo de las innumerables versiones de la canción, el solo ha sufrido más o menos notables variaciones. Sin embargo, es fácil advertir que Gilmour es muy cuidadoso con tres o cuatro elementos: vaya hacia donde vaya la improvisación o la variación, que siempre goza de algún espacio, ciertos pasajes son tocados por el oficiante con fidelidad religiosa. Son los resortes emocionales de la composición.

El solo

Esta canción es famosa por su solo de guitarra. No sé cuántas veces, ni en qué compulsas, este solo ha sido caracterizado como “el mejor”, “el más” esto o lo otro de la historia del rock. Es un tópico. Es como el arpegio de Escalera al cielo. Pero no hay necesidad de jugar el juego de los rankings. No hay dudas de que, sea como sea, es el solo, una construción no lingüística, uno de los rasgos más sobresalientes de esta canción (por definición, una forma que consagra la importancia de la “letra”).

Can you show me where it hurts?

Confortably numb es, IMHO, la más grande, densa, abigarrada y completa canción de la historia del rock. Parafraseando lo que dice Saer a propósito de Zama, “Comfortably numb es superior a la mayoría de las canciones que se han escrito, pero ninguna buena canción de rock es superior a Comfortambly numb”.

Aunque semejante afirmación puede parecer, y, en última instancia, muy probablemente sea, la declaración amorosa de un fan, me propongo el ejercio de desplegar por qué opino eso. Después de todo ¿desde qué otro lugar que no sea el del amor hablar de lo que nos gusta?