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"¿Puedes?"

Vuelvo a usar a Castillo:
"Los hermosos libros, las dos o tres verdades eternas,
las nuevas verdades transitorias que cambian la vida,
el sentido absoluto de la vida misma, se nos revelan
en la adolescencia o no se nos revelan nunca.
Para comprender una verdad tan sencilla no hay más
que recordar qué nos decían los libros
cuando éramos adolescentes."
Esta vez, para hacer más bien un ejercicio prospectivo.

O algo así.

Es decir: que estos días ví con mis chicos esta película no sé cuántas veces, y que yo encontré que esta escena, su diálogo, así desgajada, recortada, iluminada caprichosamente, dice algo, que no es poco, y se lo dice a mi hijo, a mi hija, si quisieran, o pudieran, oírlo, si yo fuera acaso capaz de subrayarlo.

Tras haber usado la comida como señuelo para entrenar a su poco prometedor discípulo, el Maestro presenta la mesa y anuncia: “Come con libertad”. El discípulo desconfía: “¿Así nada más?”. “Juré entrenarte y has sido entrenado. Come con libertad”. Y ni bien el discípulo intenta llevarse un pancito a la boca, el maestro se lo arrebata. “¿Puedo?”, grita enfurecido el discípulo. “¿Puedes?”, contesta el maestro. Y comienza una lucha por la comida. Cuando al final el discípulo vence al maestro y obtiene su pancito, se lo arroja a las manos y dice: “No tengo hambre”.

Y me pregunto qué sedimento quedará, si mis hijos serán, como yo, de fijarse en estas cosas, de retener textos como bloquecitos de Lego, cómo será para ellos recordar qué les decían los libros (las películas, los videos de Youtube, las narrativas de los juegos, la tele...) cuando eran niños o adolescentes, cómo será para ellos todo ese bloque de pasado que definitivamente no es, de ustedes ni mío, nuestro pasado, y que por eso los hace, a nuestros hijos, así, tan diferentes, tan ajenos, tan otros, aunque sean nuestros hijos.



(El texto en inglés, y la distancia entre el texto en inglés y el texto en español -versión, la castellana, que conocí, obviamente, primero-, es digno de ser tomado en cuenta: “You are free to eat”, “Am I?” “Are you?”)
“En oposición a los discursos sustancialistas..., la mirada alerta de Borges descubre textos
completamente marginales y, hasta entonces, invisibles...
Borges no busca un hipotético saber popular (a la manera populista)...
por el contrario, las toma como la vanguardia toma al objet trouvé,
producido por el ojo del artista que descubre un tesoro en la banalidad.”
Beatriz Sarlo. Borges, un escritor en las orillas.

Me retiro a construir un laberinto...

Si, estoy enganchado con Lost. Y me gustaría creer que estos muchachos se atraverán a prescindir de un final que eche por tierra el kilombo y que nos dejarán disfrutar, así, sin buscarle otra explicación que su mera posibilidad, del laberinto de Tsui Pen.

Dudo que lo hagan. Pero qué bueno sería.

No creerías las cosas que he hecho por ella

Melvin: Tengo un cumplido para vos, es algo que pasó.

Carol: Me da miedo que vayas a decir algo desagradable...

Melvin: No seas pesimista, no es tu estilo. Bueno, es así: yo tengo esto... digamos, ¿una enfermedad? Mi doctor, un petiso al que iba a ver todo el tiempo, me dijo que, en el 50 o 60% de los casos, una pastilla realmente ayuda. Yo odio las pastillas, son cosas jodidas, las odio. Y estoy usando la palabra "odio", ahora, para las pastillas. Odio. Bueno: mi cumplido es que aquella noche cuando viniste y me dijiste que vos nunca... bueno, estabas ahí, sabés lo que dijiste. Mi cumpido para vos es que, a la mañana siguiente, empecé a tomar las pastillas.

Carol: No entiendo por qué eso sería un cumplido para mí.

Melvin: Vos hacés que yo quiera ser un hombre mejor.

Carol: Ese es tal vez el mejor cumplido de mi vida.

Melvin: Bueno. Por ahí exageré un poco. Apunté el tiro como para lograr que no te vayas...

Son Jack Nicholson y Helen Hunt, en Mejor Imposible.

Donde el narrador ofrece una versión de cómo ocupó su tiempo en el verano y reflexiona irresponsablemente a partir del cine para párvulos

En este verano nos sacudimos con mi niño con toda la saga de Star Wars. Hace un par de meses, en un ciber, se copó jugando un juego que se llama "Star Wars Battlefield" y lo ví tan entusismado que me dije que era una buena oportunidad de ver si se enganchaba en seguir un relato más largo y relativamente más complejo que lo que hasta ahora venía acostumbrado.

Así que dedicamos enero, en esas horas en que no podíamos hacer otra cosa más que boquear frente al TV esperando que el cabeceo del ventilador nos diera a cada uno su turno de apenas alivio, a ver la historia de Anakin Skywalker.

Le encantó. Le hice ver la saga en orden narrativo, temía que el envejecimiento visual de la primera trilogía le desilusionara, le cortara el intertexto con el juego, basado en las nuevas pelis, y le impidiera entrar en la historia, así que empezamos por el "Episodio I".

La verdad es que la historia de la caída de Anakin está bastante bien contada y logró dejar en mi retoño un cierto regusto de angustia ("papá, ¿se vuelve a hacer bueno, Anakin?").

Vistas en secuencia, el que ahora viene a ser el Episodio IV, la primera de la serie de cuando nosotros éramos chicos, resulta paupérrima tecnológicamente. Es notoria la ausencia de los encuadres grandilocuentes, más notoria porque los nuevos episodios son más épicos, con panorámicas de ejércitos desplegados. En el Episodio IV todos los planos son cerrados, cortos, casi no hay panorámicas (y sólo si podemos llamar panorámica a las vistas de planetas solitarios en un cielo negro y vacío) y toda la escala es más humana (hasta hay un dialogo en un momento, que obviamente no recordaba y que pasó a destacarse en el nuevo contexto, entre un par de soldados imperiales, esos blancos todos iguales, anónimos, impersonales, que se tratan de "tu" y comentan un nuevo aparato que uno de ellos estuvo probando).

Mientras yo me fijaba en cómo iba cambiando la manera de contar la historia, cómo se iba volviendo más épica, cómo iba mejorando la tecnología empleada, mi niño disfrutaba todo ese viejo relato, lo seguía con atención e ignoraba completamente los aspectos formales y técnicos en que mi mujer y yo nos estábamos fijando para concentrarse, como correspondía, en las peripecias del Halcón Milenario, en las enseñanzas de Yoda, en la habilidad con la espada de Luke, para dejarse llevar, en fin, por una historia eficiente.

Yo esperaba a ver qué cara ponía cuando llegara la famosa revelación de "no, Luke, yo soy tu padre", porque ese diálogo es una parte importante en una película que él vió de chico y que le encantó: Toy Story. En esa peli, hay una cita de esa escena en el momento en que Buzz Lightyear pelea con su archienemigo el malvado emperador Zorg y lo acusa: "¡tu mataste a mi padre!", "no, Buzz, yo soy tu padre". Yo me preguntaba: "¿verá la cita?", "¿reconocerá la escena?".

Y sí, la reconoció, claro: se cagó de risa. "Jajaja, como Buzz", nos dijo, y yo me dí cuenta de que esa escena de aspiración dramática, el corazón de la lectura trágica de la vida de Luke Skywalker, era para él una escena cómica, una cita invertida cuyo original era la parodia de Pixar. Quizás sea mejor así.

Ahora anda por la casa usando como sables de luz los palos de las escobas y unos abandonados caños de agua (de esos colorados, de PVC), asegurando que él va a pasar al lado oscuro de la fuerza.



Sign o' the times

De la última de Almodóvar me impresionó una cosa que se enganchó con mi propia reflexión acerca de cuál es el tiempo que habitamos. Visto desde ahí, el personaje de la tia Paula, la que "vivía en el pasado", se torna un personaje clave para leer a todos los demás personajes, que se revelan también, si no habitando llanamente el pasado, viviendo varios tiempos a la vez. La vemos a Raimunda habitar el aeropuerto y el espacio de los celulares, artefactos de presencia insistente en toda la película, una modernidad publicitaria, atributo que se adhiere a la hija (personaje con el que se superpondrán también dos tiempos que tendemos a suponer sucesivos o excluyentes), y desmoldar un flan de huevo cocinado en una vieja y abollada flanera de alumnio. Habla de fantasmas y aparecidos como si tal cosa, sin que ninguna prevención racionalista moderna se active, en ningún diálogo. Habita, entremezclados, Madrid y el pueblo de la infancia. "Es el pasado que vuelve..."

Cómo no va a volver lo que nunca se ha ido, me lleva a pensar Pedro...