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El día sin sombra

Solsticio. Cambio de estaciones en un cielo al que los climas perfectamente marcados le son tan ajenos como a nosotros la idea de estaciones.

El recorrido del sol que llega a su fin ha sido accidentado. Lleno de turbulencias como un viaje en una ruta llena de sobresaltos. Sí, ha sido un año complejo. De sorpresas y descubrimientos. De la necesidad de una cierta rutina dentro del caos del día a día. Y de momentos para desconectarse de todos y todo y sólo disfrutar de esos lugares que te traen paz. De palabras nuevas que siempre enriquecen y juegan con otras palabras para extraerte sonrisas y reflexiones.

De anécdotas perpetradas por el sobrino que seguro atesoraré a futuro como memorias de una vida que veo crecer imparable, plena, nueva, fuerte. Y de otras anécdotas, esas que compartes con tus panas, que afianzan amistades, te hacen sonreír cómplice y silentemente te rodean de cariño.

Y también de manos tendidas en el momento de mayor necesidad. Conversaciones infinitas que te ayudan a transitar por este mundo. Que está plagado de movimientos lo más de irregulares de esa jugadora tan perra y sabia que se llama vida. Y de cómo enfrentar ese tablero en el que las jugadas se reacomodan ante tus sorprendidos ojos, sin que sepas cómo sucedió; aunque en el transcurso puedas por fin tener la entereza de levantar la mirada para contemplar el tablero en su mayor extención y hasta puedas darte el lujo de compartir sarcasmo con las nuevas fichas añadidas al tablero.

Sí, definitivamente cada otra vuelta al sol resulta intensa, sorpresiva y nueva. Y vale la pena recorrerla y aprender de ella maneras para proseguir la travesía.

En esto creo...

"As someone who does a lot of design work, I love the process of turning graphic design into art. And I love that a book is something created very personally and then mass-produced in order to affect many other people very personally."

-Jane Mount

...de aromas y recuerdos...

Hay instantes que se quedan grabados en tu mente por un olor en particular. La nota de una esencia que se anuda a tus recuerdos y se queda ahí; dispuesta a traer a colación esa memoria escondida el momento menos pensado, cuando intempestivamente caminando por la calle notas de ese aroma repentinamente activan una cascada de imágenes, cual polaroids secuenciales de momentos que creías olvidados.

Cómo cruzar el charco e ingresar en una casa justo cuando están sacando un pastel del horno y de repente sientes que el mundo se comprimió y estás en la cocina de tu abuela esperando que te sirvan un pedazo de ese pastel que huele tan bien.

Cómo abrir la ventana del auto cuando viajas a tierras más bajas y sentir el aire más cálido y lleno de humedad, con un olor más dulce y recordar tus brazos cruzados sobre la ventana totalmente baja cuando eras una cría de humano con la cara estirada al máximo por la velocidad y los cabellos revoloteando sin ton ni son por todos lados, feliz de escapar por algunos días de UIO.

Cuando acercas a tu boca una fruta para morderla y al hacerlo recuerdas mañanas enteras corriendo en un huerto plagado de árboles frutales tan cargados que sus ramas bajaban cansadas hacia el suelo en busca de soporte para tanto peso.

O el olor a menta de ese brillo que te recuerda esos labios suaves que primero se acercaban despacio, exploradores y que luego se volvieron más atrevidos y juguetones y que al separarse de los tuyos se llevaban algo de ese aroma refrescante.

Cómo ese aroma tan sintético de los dulces importados que dicen ser de alguna fruta, y que sabes que no puede ser ni natural ni bueno bajo ninguna circunstancia, pero que sin embargo te recuerda a compartir esos caramelos sólo con tus mejores amigos.

O el extraño olor a aire descontaminado y súper filtrado que tienen las cajas de los equipos de computación, que te remontan a la ilusión de abrir la caja de la primera mac que alguna vez tuviste...o las medicinas que disparan momentos de angustia, incomodidad y dolor con solo llevar su aroma a tus fosas nasales.

Toparte repentinamente con un olor conocido simplemente te escinde por un segundo del aquí y el ahora y te remonta a tus memorias.

Dando gracias

Nos gusta mucho quejarnos y mandar al pan a todo y todos por las arbitrariedades que suceden todos los días, así que dar las gracias me parece una buena manera de equilibrar la balanza.

Si algo debo agradecerle a este año es la constante presencia en mi vida de mis amigos. Aquellos que están conmigo desde hace mucho y aquellos que llegaron hace poquito, porque logran arrancarme una sonrisa y me llenan de esperanza. Eso es un verdadero milagro cotidiano y mi certeza de que allá afuera hay una familia que tu escoges y con la que te sientes protegida.

Agradezco por la posibilidad de estar ahí, al pie del cañón: para pasar gratos momentos juntos, riendo, conversando, compartiendo silencios que no son para nada incómodos. Y también para tendernos la mano cuando las cosas no van bien; cuando una simple frase o un gesto en el momento exacto evitan el desastre y te reconcilian con la vida. Gracias de corazón.

Y a esa perra que se llama vida tengo que agradacerle esas jugadas tan inesperadas en el tablero que todos jugamos, que este año se superó a sí misma, y me hizo sentir más humilde (como el simple ser humano que soy) y me recordó que siempre las cosas pueden ir a peor y que sin embargo siempre encuentras una manera de seguir adelante.

Verdaderas sorpresas más y menos gratas, a las que se hace frente con dosis industriales de risas, ironía y sarcasmo. Aventuras, ciclos que comienzan y otros que terminan, siempre curiosidad por nuevas cosas y ganas de nunca quedarse quieta. Por todo ello hoy doy gracias.

Per la strada

Estaba en quinto grado. Me habían cambiado hace poco de escuela y un día perdí el bus del recorrido para volver a casa. Recuerdo que intenté llamar para que alguien me viniese a ver, pero nadie contestó.

Mi anterior escuela quedaba en el valle. Ahora estaba en Quito sola y con la mochila a cuestas. Menos mal algo algo de sentido común tiene la Anacrix: colegio en la misma avenida que la casa y hacia el norte = ergo: caminar hacia el sur sin desviarse de la calle y llegar a destino.

Nunca me dio miedo; solo debía caminar para llegar a destino; claro que es un buen trecho para pensar con el paisaje urbano de fondo y los sonidos propios de la ciudad como banda sonora y el calor del mediodía quiteño que atonta (creo que desde ahí le perdí cariño al calcinante sol ecuatorial). Y a escasas 3 o cuatro cuadras de casa, mis padres ya preocupados por mi retraso iban en mi búsqueda al colegio y me encontraron campante, camino a casa.

Supongo que en ese trayecto aprendí a ir a mi ritmo, aprendí que tú debes ser una buena compañía para ti si quieres serlo para otros y que se puede recorrer mucho si nunca piensas que la distancia es imposible.

Una teoría de las amistades

El ser humano es un animal gregario, le viene bien convivir con otros (con algunos más que con otros obviamente). Sostengo mi teoría de que cada uno de nosotros proviene de una manada, un grupo más o menos disímil que hace las veces de espejo en el que reconocerte, de refugio cuando necesitas el contacto de otros, en casos excepcionales incluso de red para soportarte. Cada manada es distinta, grande, pequeña, cohesionada o esparcida por el mundo; se une por distintos lazos y va mutando en el espacio y el tiempo...fluctúa y se reconstruye sin cesar. Hay miembros de tu manada que estuvieron ahí, antes de tu llegada, aprendiste de ellos y los llevas marcados en tus acciones y tu corazón. Otros los reencuentras aunque no los conocías previamente, como miembros que se separaron en una tormenta pero que poco a poco, siguiendo una pista invisible pero certera regresan.

La manada no siempre está junta, cada cazador va por sus propias presas, a veces requiriendo la compañía de otros miembros a veces completamente solo. Cada cierto tiempo empero todos se reunen a la luz de esa amistad y cruzan palabras y silencios y saben que están en casa, en familia. Y eso es bueno.

Mi bebestible favorito


Bruma, humo por demás húmedo, suspensión de microgotas de agua, más sutiles que vapor. Volutas de un blanco diáfano que dan un aspecto frío a los arbustos que cubren delicadamente, como embalajes de algodón encapsulando los brotes más jóvenes. Pequeños cogollos y hojitas con nervaduras aun frágiles y de un verde claro. Paisaje laberíntico, geometrización de verdes colinas, vías ocres y muros vivos.


Silenciosas manos que escogen esas hojas tiernas. Sabor a tierra, deje amargo...perfume escondido entre volutas de agua caliente que te acunan y calman tu sed, despacio, sin presiones, o decadentes tonos de dorado y marrón que se disuelven gracias a cristalinos cubos de hielo. Definitivamente me encanta el té.

Línea de vida


Estás ahí, parada en la cornisa. No importa la gente a tu alrededor. Nadie. Y luego de un instante de duda instintiva das el primer paso y la sensación de vacío te invade. Y revives; sientes que absolutamente todo el camino recorrido se reduce a eso. A las anclas y el cordel puestos, tal vez por otro (al fin y al cabo, eres lo que eres también gracias a quienes te rodean) pero en última instancia depende de ti. De como des cuerda, de cuán rápido desees bajar. De la sensación que quieras experimentar.

Al principio buscas recordar la técnica adecuada, cuando te sientes a gusto la cosa se vuelve menos calculada, más natural, como andar en bicicleta. Y recuerdas que fue allá en tus épocas de cría de humano que aprendiste eso del rappel.

Fue mi hermano quien me enseñó a escalar; con el pasamos muchas horas encaramados a las piedras del rocódromo y cuando el vértigo o la simple pereza de encontrar un buen punto de apoyo para seguir escalando me ponían rebelde y yo quería desertar y que me dejara bajar nunca me permitió hacerlo. El único camino que puedes seguir es hacia adelante; solo me daba cuerda si era para seguir, jamás para regresar. Ese es camino vedado. Punto.

Y ahí, suspendida en el aire, viendo como la cornisa en la que hace instantes estaba parada se volvía más pequeña a medida que bajaba, dejé que lo aprendido hiciera su parte. Que la técnica fuera reflejo y me di tiempo para sonreír, para sentir las gotas de agua de la cascada salpicar mi rostro.
Para gritar a todo pulmón que quiero a la gente que quiero y que ese grito se mezcle con el sonido claro e imparable del agua al romper contra las rocas.
Y admiré cientos de tonos de verde, esos pequeños detalles que normalmente pasan desapercibidos frente a tus ojos.
Y ahí, a tan pocos kilómetros de donde para mi hermano terminó su cuerda, me di cuenta de que no me importa cuanta cuerda me quede aún por utilizar mientras lo haga para seguir adelante y para darme tiempo de no solo hacerlo con la técnica adecuada, sino también disfrutando del paisaje y las sensaciones que cada tramo brinda.

Esa silenciosa compañía

Algunos se abren con desconfianza. Otros con sorpresa. Otros por obligación. Se los comienza de manera sistémica; incluso leyendo las solapas y hasta las leyendas de la reglamentación para su reproducción. Unos te atrapan por una portada muy cuidada, llamativa. Otros son vetustos a más no poder. Llenos de polvo y arrugas. Manchas de humedad y signos de uso.

Algunos llevan la marca de anteriores dueños, otros no se han desprendido del olor de los solventes de la tinta, fresca, recién impregnada al papel. Algunos caen y se abren en esa página justa, precisa, escrita sólo para ti. En otros reconoces nombres o lugares comunes. Otros simplemente te llaman. Saltan en el estante, silenciosa, inanimadamente. Te guían hacia ellos y es como reencontrar a un viejo amigo, que ha estado paciente esperando tu visita. Algunos son amor a primera vista, a primera palabra. Enganche sin vuelta atrás. Otros deben ir madurando su relación contigo. Algunos llegaron como obligación a ti, otros son esquivos y los buscas con insistencia sin poder asirlos.

Escape. Compañía. Muralla contra el mundo; ventana para comprenderlo. Son todo y nada. Verdades contadas a través de mentiras. Historias que te permiten vivir vidas y mundos desde tu propia imaginación. Imágenes que creas y conviertes en referentes con los que comparar el mundo. Amigos silenciosos, perfectos desconocidos, cómplices sin siquiera enterarse, inútiles datos encerrados en paredes de papel, nanas para alejar el ruido del mundo, maestros.

Libros. Una forma como cualquier otra de ir armando el ser humano que eres, que quieres ser.

un día...

...24 horas, precedidas de un ciclo de tiempo igual y seguidas por otro. En este mundo un lapso comúnmente rutinario. Con horas más o menos fijas para una serie de acciones repetitivas y cíclicas.

Sin embargo hay días, algunas veces señalados con antelación que rompen esa rutina, y otros, inesperados, repentinos que son detonantes de una cadena de posibilidades y rutas de vida que tal vez ni teníamos en mente. Puntos de quiebre; a veces puntos finales a largas agonías, a ciclos que lo eran todo (o que más bien creíamos que eran todo, pues no concebíamos el mundo sin ellos, fuera de ellos), a veces puntos de partida, a veces simplemente escalones de una ruta trazada con antelación pero que cambia de dirección, dobla en esquinas que nos muestran otro paisaje, que nos hacen ver el mundo desde otra perspectiva.

Un día, que tal vez para el resto, incluso para nuestros seres más cercanos, simplemente sea otro día descontado de los de su existencia sobre este planeta, pero que a otros marca para siempre. Y hay veces en que estamos tan sumergidos en nuestro propio mundo, cerrados al resto, evitándolos y evitándonos su compañía que nos olvidamos que un día rutinario para nosotros puede ser el día de debacle o de milagro para otros. Y a veces es necesario recordar que los otros también tienen una existencia complicada; que llevan a cuestas sus propias batallas de las que quizá nunca nos enteremos. Pero están ahí y a veces un solo gesto amable o un silencio lleno de comprensión ayudan. Después de todo, el día llegará a su fin y la rutina o nuevas sorpresas llegarán con el alba, y solo nos queda seguir.

UIO


Pueblo con fachada de ciudad, capital, pañuelo pixelado en el que todos se conocen. Aldea andina con todas sus mañas y trabas. Su encanto y nuestras historias. Y a pesar de todo cosmopolita. Contradictoria como un resumen total de lo que es éste, nuestro país de la canela.

Para mí dos Quito conviven paralelos; hay uno en el imaginario colectivo que se niega a sí mismo y se presenta como un espejismo, con el maquillaje necesario para venderse con un status inalcanzable y plagado de apariencias. Una imagen sostenida con imperdibles a punto de colapsar y que se nos muestra como realidad.

A la par, corriendo escondido y solo visible para cada uno, si desea verlo, hay otro Quito. Para mí es esa ciudad que se desborda por las laderas del Pichincha, que crece a fuerza de recibir sueños y desesperanzas, con barrios tan disímiles como contrapuestos, pero que, de alguna manera, se amalgaman en un solo ente. Es esa urbe que nos hizo como somos y que nos vio crecer y nos ha permitido sobrevivir en ella. Es mi relación amor odio más persistente. Es conmoverte profundo con solo dar un paseo y al siguiente instante querer que todo arda hasta los cimientos.
Y hoy es, con lo bueno y lo malo, sus defectos y tesoros, mi hogar.

Cansancio

y noches largas, con pocas horas de duermevela, e incapacidad de dormir más. Y seguir en una rutina desgastante, aburrida e infinita.

Días horribles, que se alejan sin haberlos disfrutado. Clima bipolar e inestable. Soledades eternas con mil pensamientos dolorosos en la mente.

Incertidumbre y ninguna expectativa.

Menos mal, cuando una flaquea, ahí, como bálsamo, en el momento justo una frase, un gesto, una mano aparece. Y por un instante el mundo se equilibra.

Esos son los amigos.

Tutti Frutti V


Lluvia

Menos mal, y a pesar de que el sol sigue brillando fortísimo durante las mañanas quiteñas, la lluvia, la bruma y el frío típico de esta urbe van regresando, de a poco. Gracias a quien programa el clima de UIO; las faldas del Pichincha necesitan agua para recuperarse y para mí patear la ciudad es más agradable con el frío colándose por la ropa otoñal.


Prost!

En estos días increíblemente densos, extraños y desmotivantes, una siente el limbo, la desazón de no ver una salida, de dar vueltas en círculo y además jode ver que al rededor los amigos pasan por situaciones similares. Mas es ahí cuando con un vaso en la mano y charlando de nimiedades con tu gente, por lo menos durante un par de horas, mantienes a raya al mundo y con un simple ¡salud! recuerdas que lo importante es eso, los momentos con los amigos, por los que vale la pena luchar.


Personalizando...

<> Y para terminar una muestra de que pimp my ride o Chip Foose ni se acercan a lo que es la verdadera personalización de un vehículo. < /sarcasm >
Solo en UIO se puede ver algo así:

En esto creo...


"When you reach the top,
start climbing."

dicho Zen


¿A dónde?

"Siempre seguí la misma dirección.
La difícil.
La que usa el salmón."
Andrés Calamaro - El Salmón

¿Por qué lo hago? Simple. Nunca se me ha ocurrido avanzar de otra manera. No puedo cambiar eso. Cansa. Desgasta. Es mil veces más duro que seguir una vía rápida ya trazada. Pero es la senda que yo me trazo. Que yo escojo. Y creo que vale la pena. Y seguiré avanzando en esa dirección.

...viva...

De vez en cuando, a veces con razones aparentes, otras no tanto, me invade una extraña sensación. Se traduce en cierto malestar tanto físico como mental, gracias al cual miras las cosas desde fuera, como si todo al rededor pasara cual obra teatral en el que eres un mero espectador. ¿Por qué? Porque tú estás parado al borde de un acantilado, y todo sucede al otro lado. A veces se trata de un pequeño escalón, solo un poco mayor a muchos otros que ya has pasado, otras es un abismo en toda regla. Y en las dos la sensación que me invade es la misma. Solo que el tiempo que tarda en disiparse es mucho mayor en el segundo caso. Y nunca lo hace hasta que decides ponerle fin.


Esta mezcla de sentidos activados al máximo que acaba por producir mareo, stress, cansancio, hastío de estar al borde durante demasiado tiempo sin encontrar la primera grieta por donde comenzar a descender, algo de miedo y desazón no es nada agradable. Pero irónicamente y habiendo experimentado este sentimiento algunas veces ya, sé dos cosas: una, cuando aparece, mi mente ya ha vislumbrado la ruta de grietas escondidas y peligrosas de recorrer que puede llevarme al otro lado, donde sucede esa obra de teatro para pasar a ser parte activa de ella, así que no hay vuelta atrás, te enfrentas al vacío; y la otra, con todo lo mala y desagradable que es esta sensación, te hace sentir inmensamente viva.

Entre ayer y mañana


Hoy me encuentro a media entre dos días cargados de significado en mi vida.

Hoy; entre futuro que vendrá y pasado que nunca podré olvidar.

Ayer celebrando otro año sobre este planeta, mañana extrañando a los que se fueron antes que yo. Tengo una avalancha de sentimientos; la memoria revuelta, muchas historias que había olvidado hoy están a flor de piel. Pero hay que continuar, la vida solo va hacia adelante. Llevas contigo esas historias, porque ellas hicieron de ti lo que hoy eres y recordarlo vale la pena. Aunque duela, te sorprenda y hasta te saque sonrisas de ternura. Y vale la pena saber que los amigos, los de verdad siguen ahí y que estarán contigo siempre. Porque cada día es una nueva oportunidad, una nueva memoria.


El Camino

Hay una tramo de vías del país de la canela que conozco bien. Lo voy recorriendo desde que tengo memoria; tal vez antes. Es un viaje largo, pero la calidad de las vías ha ido recortando la duración de ese viaje, tal vez a la mitad. Y recorrerlo con cierta frecuencia o más bien de manera intermitente me pone cada vez que a pensar, a reflexionar. No recuerdo sentirme feliz viajando x esta vía, tal vez sí era feliz cuando de pequeña (dos o tres años) acompañaba a mi padre, cuando las cosas eran muy simples y mi mundo muy pequeño y seguro...pero poco a poco se volvió un traslado cansado, aburrido, difícil.


Casi la mitad del camino recorre la sierra centro, un paisaje común para quienes se mueven normalmente por la panamericana. Hoyas de valles productivos, poblaciones a la vera de la carretera y nudos que complican el trazado vial subiendo y bajando. Y la presencia imperturbable de los nevados que flanquean la vía. Unas veces tan esquivos que no vemos ni sus faldas y otras tan majestuosos que te quitan el aliento, que sobrecogen en su imperturbable presencia.


Y al desviarse hacia el este, siguiendo la sinuosa curva de la cordillera que va declinando en altura, clima y paisaje van cambiando. Los vientos se vuelven distintos. Vienen cargados de humedad. Una humedad con olor a vegetación, a exuberancia, a vida. Es siempre en el mismo punto del camino que siento ese cambio en el aire, cuando al respirar me siento como empalagada. Demasiado oxígeno, demasiada vitalidad en ese aire puro para mis pulmones. No importa si llueve (que suele ser el caso muy frecuentemente) o si hay mucho sol, en ese punto también la temperatura cambia y automáticamente me quedo en camiseta.


Zigzagueando, siguiendo el curso del río por las inestables y muy pronunciadas laderas que pronto se fundiran en una sola planicie que baja y viaja al mar. A veces te acompaña el rugido de las aguas del río, cuando viene crecido y de un color sucio, acarreando las lágrimas de sus afluentes cordillera arriba, a veces tan sólo descubres el brillo de un pequeño hilo al fondo del cañón. Siempre tienes que reconocer el paisaje que parece inamovible pero que nunca es estático, como la carretera que por los varios derrumbes siempre está bajo construcción. He visto como ha cambiado la vía. Recuerdo lo incómodo del camino cuando era tan angosto que si había dos vehículos uno de ellos debía orillarse en maniobras altamente peligrosas. Sé de todo el tiempo que la gente del sector tuvo que esperar para que se termine de asfaltar la vía, una vez hecho el nuevo trazado. Sé que en febrero las colinas verdes se ven salpicadas de manchas lilas; son orquídeas que brotan al unísono.


Y sé que tal vez siga haciendo este recorrido, una y otra vez; aunque lo evite a toda costa, pensando y reflexionando cada vez. Y también sé que hay una curva en esa senda donde una parte de mí se quebró; donde el mundo se volvió para mí un poco más triste, desolado e inexplicable y aún así soy capaz de buscar la belleza de su paisaje. Pero sé que este no es mi camino; aunque he aprendido y perdido mucho en él, necesito transitar mi propia senda.

familia


Toda familia es más o menos disfuncional. Y algunos días más que otros.

Cada que me olvido de ese pequeño detalle tengo que recordar esta gran frase:

"La familia es la base de la sociedad."

Duda


¿el punto de cruz viene a ser como pixeles en el mundo analógico?