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Hedoi Etxarte: "Escribo cuando hay ideas, cuando hay urgencia para decir ciertas cosas o cuando hay que socializar los textos"

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¿Escribes siempre en el mismo lugar? ¿Cómo es?
Tomo notas en autobuses y trenes de la Metrópoli Vasca. Pamplona-Vitoria, Vitoria-Bilbao, San Sebastián-Errenteria, Hendaia-Vitoria. Y luego he escrito en mis habitaciones. Los últimos cuatro años han sido cinco habitaciones distintas. Alguna tenía un balcón a un patio ciego. Alguna tenía vistas a las montañas del noroeste de Vitoria. La de ahora tiene otro balcón en frente, a tres metros.

¿Escuchas música mientras escribes?
Escucho música todo el tiempo. En la bici, el bus, el tren, andando. No cambio lo que escucho en la calle y en casa para escribir. No soy capaz de decir exactamente lo que escucho y hacer un canon, que siempre es narcisista e intenta representar más lo que uno quiere ser que lo que es. Aunque no escucho nada original. No tengo tiempo para los test que Mao Tse Tung propone sobre la elevación de lo popular. Soy un fanático de Wagner, si me pones un asunto de Verdi que no conozca y me dices que es Wagner me lo tragaré y me encantará, como hizo Anders con Brecht diciéndole que tenía un texto de Hegel y era de Marx y a Brecht le parecio estiércol. Y le dio uno de Hegel diciendo que era Marx y le encantó.

Mi equipo son: Hanns Eisler, el Marx de la música, populista con sistema operativo virtuoso de conservatorio; Txaikovski, un marica kitsch y patriota ruso burgués; del repertorio para violín me gusta todo menos el clasicismo y Paganini, de Bach, pasando por Vivaldi, Brahms, Tartini, Ysaye; luego Shostakovich y Prokofiev, los titanes soviéticos; Beethoven que es un neurótico y un reprimido sexual también hace alucinar por su capacidad de desarrollo; cuartetos de Schubert; horteradas de Rakhmaninov, Richard Strauss o Khachaturian.

La inteligencia de La Polla Records y Negu Gorriak en un momento en el que la CT musical vasca no está atendiendo ni al 17% del paro, ni al Fracking ni a nada que no sean las camisas de cuadro y las poses de catálogo de ropa pija. Por eso ahora me decanto por el rap de At Versaris, Keny Arkana, Calle 13, Kery James, MAK. O por cantantes de otros momentos como Ernst Busch, Gisela May, Cornelius Cardew, Dagmar Krause, Esther Bejarano, Heiner Goebbels o Ute Lemper.

¿Escribes a diario?
No. Escribo cuando hay ideas, cuando hay urgencia para decir ciertas cosas o cuando hay que socializar los textos. Lo que hago todos los días es subrayar sobre ensayos. Marcar páginas. Seleccionar poemas de otrxs.

Cuando escribes, ¿sueles llevar un horario estricto? ¿Cuál es la mejor hora?
La buena hora es cuando estás estimulado por conversaciones, por cafeína, teína o azúcar.

¿Cómo comienzas? ¿de dónde surge esa primera chispa?
Un gran compañero camarada de debates me dijo el otro día que formulaba mejor hablando que escribiendo. Que es un debate clásico, el de cómo escribir. Cómo pensar lo escrito y lo oral.

¿Cómo revisas o corriges? ¿Llevas algún tipo de orden? 
Me gusta la idea de Zizek de anotar cosas y después editar para saltarte el paso de tener que escribirlas. También me gusta la idea de Drittero Agolli en El viaje aventuroso del camarada Zylo por el maravillos mundo de las burocracias donde el protagonista Demke escribe informes para todo cristo. Escritura como ejercicio de travestismo. Obligación social.

¿Te arrepientes o te has arrepentido alguna vez de algo que has escrito?
Hay poemas que por su excesivo hermetismo no tendría que haber ni siquiera escrito, qué decir de haberlos publicado. Si no, estoy, por ahora, conforme con todo lo demás.

Las convicciones estéticas y políticas que tengo no han variado los últimos 13 años en lo fundamental. Sí que tuve una fascinación con la vanguardia artística que me estoy quitando, pero creo que el equipo de la emancipación, el del comunismo ontológico y el marxismo-leninismo es suficientemente amplio, cómodo, complejo, contradictorio y diverso como para quedarse un buen rato. Publiqué un poema sobre la compra de mis nuevas gafas de pasta marxistas para explicarlo.

¿Tienes algún tipo de manía sobre la ropa o la postura? (Una escritora me contestó que ella tiene unos zapatos de tacón incomodísimos que solo utiliza para escribir, porque al estar tensa escribe mejor y se siente más alerta, más despierta)
No tengo rito alguno. Escribir es una prolongación de hablar, comer, comentar la jugada del día, leer, luchar en lo fisiológico, dejarte seducir en las ideas.

¿Utilizas cuadernos para tomar notas o lo haces todo a ordenador? 
Los mejores cuadernos son los de anillas baratos. Tuve una Moleskine hace unos meses y al poco se rompió del cosido. Bazofia. Luego escribo en cualquier papel. Tengo mala letra y no la entiendo. Pero entiendo que es una suerte de darwinismo productivo y me tranquilizo.

Cuando estás muy metido en la escritura de un libro, ¿te cuidas a la hora de elegir las lecturas para que no te influyan?
Al contrario. Quiero que me contamine todo. Soy de por sí poco atrevido con la novedad y celoso del tiempo. Para que lea algo tiene que tener un punch claro. Si no, sigo leyendo lo mismo que cuando empecé. Poesía francesa, antologías poéticas, poemas de autores que toman partido ante las circunstancias. Ensayo filosófico de unos pocos. Artículos de coyuntura sobre todo del Le Monde Diplomatique, Viento Sur, algo de Diagonal y Madrilonia. Y muy poca narración. Bastante cómic comprado, en préstamo o de biblioteca. Libros de historia de la música.

¿Hay algo concreto que no puedas hacer mientras escribes? Alguna manía…
No.

¿Tienes lecturas de descanso? 
Leo más de un libro a la vez. Un ensayo, poemas, comic. Dependiendo de qué esté leyendo más en cada momento, cambiar de género es el descanso.

¿Cómo es tu biblioteca personal? ¿Me la puedes describir?
He vivido en unas diez casas. En cada ocasión había estanterías de distinto tamaño y han ido cambiando. En ocasiones no había estanterías y estuvieron en el suelo o en pilas o en la mesa. Ahora tengo un mueble de estanterías con estas secciones: poesía vasca, poesía española, narración francesa, narración alemana y narración del resto de literaturas. Y otra estantería con: poesía internacional (es la sección más grande que tengo y la mayor parte es poesía francesa y antologías); libros sobre estética y libros de filósofos o políticos sobre arte, filosofía y teoría literaria; diccionarios y libros sobre idiomas; lingüística; feminismo; sionismo; marxismo y comunismo; teatro y revistas que comparto con familiares (Le Monde Diplomatique, Diagonal, Viento Sur).

¿Eres fetichista con el libro como objeto?
No. Y no lo entiendo. Me fastidiaría perder un libro subrayado por el tiempo que habría que perder volviendo a seleccionar la información.

¿Qué casa de escritor te hubiera gustado visitar o has visitado y te ha fascinado?
Me hubiera gustado charlar con escritores, no soy fetichista con eso.

¿Te molesta que se doblen las páginas, que se arrugue el lomo al abrirlo demasiado... ?
Doblo páginas para marcarlas por algo relativo al contenido o la forma (si no tengo lápiz a mano) y anoto comentarios o llevo un papel para tomar notas. Romper el lomo a posta me parece el típico tic similar a la orina de los perros.

¿Tienes algún tesoro en tu biblioteca? Primeras o raras ediciones, dedicatorias…
Creo que a parte de un libro de Brasillach que circula pero no está editado, de cuando lo van a fusilar en Fresnes en los cuarenta, no tengo nada más allá de cosas curiosas sin valor de cambio. Nietzche en japonés, Lenin en japonés y árabe, Maiakovski en alemán, unas cuantas antologías en francés de otras literaturas (pieles rojas, Grecia del siglo xx, Palestina contemporánea, Checos del siglo xx, un par sobre rusos del xix y del xx, selección de textos sodomitas).

Los libros con cierto valor además del de uso son familiares. Primera edición del Harri eta herri de Aresti numerada. La traducción de Barandiaran de la Ilíada editada en 1954. El árbol de Guernica de Steer en Ediciones Gudari de 1963.

Casi no tengo libros firmados. Cinq leçons sur le cas Wagner de Badiou firmado por Zizek. Las entrevistas de The Paris Review firmada por Ignacio Echevarría. Unos cuantos con la de Harkaitz Cano. Me parece que el valor de mi biblioteca está no tanto en cada volumen sino en conjunto teniendo en cuenta los ingresos totales de mi vida adulta y que no he sido subvencionado por el Templo del Saber. Además de notarse la generosidad de un par de amigos que además de ofrecerme volúmenes en regalo o en préstamo me han abierto itinerarios enteros en poesía y ensayo.

¿Tienes algún rincón especial en tu casa para leer? 
Leo en la cama y escribo en la cama y en la mesa.

¿Dónde lees poesía? 
En cualquier lado. Incluido el autobús urbano. Lo mejor es el tren regional.

¿Sueles acudir a bibliotecas? ¿me recomiendas alguna en especial?
La de Ignacio Aldecoa de Vitoria. Por sus libros y por sus librerxs. Exigentes, simpáticos y socialmente combativos.

¿Me podrías hacer un canon de libros? 
Acudo al tópico porque es lo que me emociona y ayuda a avanzar. El Manifiesto comunista de Marx y Engels, El viaje al fin de la noche de Céline, Harri eta herri de Aresti, La maleta y La zona de Dovlatov, Mujeres, raza y clase de Angela Davis (y Women, culture and politics), Shakespeare nunca lo hizo de Bukowski, La cuestión femenina y la lucha contra el reformismo de Zetkin, En defensa de las causas perdidas de Zizek, All my pretty ones de Anne Sexton, Antología de poesía ruso-soviética de la Kazakova, Cinco lecciones sobre Wagner de Badiou. Y luego Aesthetics and Politics de Jameson con todo el equipo: Bloch, Lukács, Benjamín, Adorno y Brecht.

¿Hay algún clásico con el que, por alguna razón, no hayas podido?
No pero tengo mucha tarea que hacer todavía, así que no sé.

¿Qué clásico que sabes que vas a disfrutar no has leído aún?
El capital.

¿Hay algún tipo de libro que nunca leerías?
De autoayuda. A no ser que sean parodias tipo Manual de urbanidad para jovencitas de Pierre Louÿs.

¿Cuando viajas escribes?
No más o menos que cuando me desplazo en la Metrópoli Vasca.

¿Te has encontrado alguna vez en un mercadillo o librería de viejo alguno de tus libros?
Todavía no porque son de ediciones recientes. La más antigua de 2008.

¿Cómo te enfrentas a tus libros ya publicados? 
Me falta distancia temporal. Pero el último publicado lo hice con bastante afán práctico y de vez en cuando miro si resolví bien lo que quería decir y si he cambiado de parecer con respecto a ese tema o esa situación.

¿Has coincidido alguna vez con alguien por la calle o en el metro, leyendo uno de tus libros?
No pero he vendido físicamente alguno de los libros cuando hacía turno en La Hormiga Atómica Liburuak. Primero te crees ruborizar por un sentimiento pequeñoburgués de desprecio hacia la moneda. Pero luego piensas que el agricultor local vende sus lechugas en el mercado y que tú estás haciendo lo mismo con tu producción.

¿Libro en papel o digital? ¿Tienes Kindle o algún tipo de lector electrónico?
No tengo aparatos. Soy suficientemente disperso ya. El límite físico me ayuda.


Hedoi Etxarte publicó en 2008 con la editorial Susa el libro de poemas Suzko Lilia. Con su compañero Alain Urrutia publicó Ihes Ederra en 2009 (Alberdania). Un año antes crearon el personaje Joanes Apaolaza y pusieron un blog y un fotolog en marcha. Le hicieron escribir en prensa (Berria y Journal du Pays Basque) y participar en foros.
En 2009 publicó en Durango con Urrutia 4 artículos ilustrados llamados Lekuz Kanpoko Interbentzio.
Desde Abril de 2010 realiza junto a Urrutia la actividad panfletaria Andreas eta Gudrun mediante cuadros y poesía en la publicación ZuZeu. Hemos traducido a Roque Dalton, Szymborska, Brecht, Wagner, Wesendonck, etc… convirtiendo sus textos a la estética más fanzine y guerrillera

También puedes seguir en twitter a @hedoi_etxarte, en su web, y aquí

Entrevista al escritor irlandés John Banville

“Para nosotros los irlandeses, el inglés es un idioma extranjero”

Uno de los mejores escritores vivos en lengua inglesa, el irlandés John Banville nació en Wexford en 1945. Entre sus obras más destacadas se encuentra La carta de Newton, El Intocable y El libro de las pruebas, por el que fue candidato al Booker Prize en 1989, premio que consiguió en 2005 por El mar. Ahora nos sorprende con Antigua Luz, una novela sobre la memoria, que desborda erotismo y sensualidad.


Banville es un hombre de gesto serio, mirada fría, pausado y observador.
Pero salpica toda la conversación con frases irónicas, anécdotas, citas de
otros escritores, y un poco de humor negro. Se pide una copa de vino blanco
mientras hace comentarios sarcásticos sobre la música de fondo que hay
puesta en el local, convirtiendo la entrevista en un cómodo y entretenido
diálogo.

Acaba de publicar en España Antigua luz, en la que la historia salta entre el
presente del narrador, el actor retirado Alex Cleeve, que ya aparecía en su
novela Eclipse, y un idílico verano de hace cincuenta años en el que tuvo un
romance con la madre de su mejor amigo. Banville captura a la perfección el
espíritu de la adolescencia, el cuerpo del adolescente deseoso de experiencias
sexuales, con la mente borrosa por el erotismo y los sentimientos encontrados.
El escritor procede de una familia humilde en la que su padre trabajaba en un
garaje y su madre cuidaba de la casa, en una Irlanda provinciana, cerrada y
muy católica.

¿Cuándo comenzó a leer?
Comencé muy pronto, ni siquiera sé a qué edad porque me recuerdo leyendo
siempre. Estaba profundamente enamorado de los libros. Hasta el punto que
cada vez que terminaba uno lloraba, literalmente, se me saltaban las lágrimas,
me sentía como si estuviera de luto, ya que el que terminaba había formado
parte de mi vida. Mis padres no eran lectores, así que conseguía los libros
en la biblioteca. Ten en cuenta que éramos muy pobres, tanto económica
como espiritualmente, puesto que entonces vivíamos bajo el yugo de la Iglesia
Católica, con lo que la biblioteca era el lugar perfecto donde refugiarte de
aquella realidad, y a la vez una ventana al mundo exterior. La lectura suponía
una escapada y a la vez un descubrimiento tras otro. Por eso creo que las
bibliotecas son una de las instituciones más importantes que hemos inventado.

¿Y a escribir? ¿A qué edad comenzó?
Creo que empecé a los doce años. Me había leído Dublineses de Joyce y me
fascinó. Me fascinó descubrir que se podía escribir sobre la vida tal y como yo
la conocía, que las historias no tenían que ser necesariamente de detectives,
sino que podían girar alrededor de la vida cotidiana. Así que me puse a escribir
terribles, horrorosas imitaciones de Dublineses. Pero lo seguí haciendo, seguí
insistiendo para mejorar, y aun sigo tratando de aprender.

En Antigua Luz plantea que la memoria no es fiable, que nuestros
recuerdos cambian con el tiempo…
Sí, yo creo que nos inventamos el pasado, que ensamblamos las piezas
para que encajen. No creo que recordemos las cosas exactamente como
sucedieron. A todos nos ha ocurrido llegar a una casa que pensábamos que
conocíamos muy, muy bien, y nos hemos encontrado con que las ventanas o
las puertas no están donde las recordábamos. No recordamos las cosas tal
como sucedieron.

Usted, que es tan minucioso con el lenguaje, ¿cree que éste también
afecta a la memoria?
Vaya… buena pregunta, la verdad es que no lo había pensado, fascinante (se
ríe). Creo que formulamos el significado del pasado sobre nuestro presente en
términos lingüísticos. Nos contamos a nosotros mismos qué pasó, cómo fue
ese pasado. Retenemos ciertas imágenes deslavazadas que nos vienen del
pasado y probablemente la tarea de unir todas esas imágenes para crear la
memoria sea una tarea lingüística. ¿Le parece suficientemente complicada mi
respuesta? (risas)

En ese mismo sentido, ¿cree que afectan las traducciones al lenguaje
original? ¿se pierde algo por el camino?
Como dijo Robert Frost, lo que se pierde en la traducción es la poesía. Si
piensas en una imagen, eso probablemente sea cierto. Lógicamente también
depende de la traducción. Por ejemplo, la novela de los años 50 sobre la clase
trabajadora Room at the top de John Braine, se tradujo al sueco como El ático,
con lo que perdió todo el sentido.

El lenguaje es lo más importante que hay para mí. Es cómo me expreso
conmigo mismo, es cómo observo la realidad. Es la razón por la que escribo,
supongo, el tratar de recrear el mundo a través del lenguaje. Con el lenguaje
creamos imágenes, pero es un proceso muy extraño. De hecho, aun sabemos
muy poco sobre el lenguaje. Quiero decir que parece sencillo pero no lo es.
Convertir una escena, una reunión, o a una persona… plasmar la realidad en
una hoja en blanco es un proceso muy, muy extraño. Nunca me acostumbraré
a él, nunca se me hará algo normal, jamás dejaré de maravillarme por ese
proceso. Jamás dejaré de sentirme maravillado por el proceso de crear frases.

Usted cuida muchísimo el estilo y el ritmo…
Para mí son lo más importante, lo más básico. El ritmo es fundamental. A
menudo leo lo que escribo en voz alta, porque, por ejemplo, en poesía tienes
unas reglas a seguir, tienes la estrofa, la rima, pero en la prosa eso no existe.
Una vez alguien le preguntó a Joyce si podría resumir El Ulises en una sola
frase y él contestó: “¿Cómo de larga la frase?” (risas). Conseguir que una frase
tenga ritmo es muy complicado y a la vez fascinante, porque yo puedo creer
que lo tiene pero, ¿cómo consigo que para el lector tenga ese mismo ritmo?
Ese es el gran desafío de la prosa. Y a mí precisamente lo que me interesa
es ese desafío, lo que ya no tengo claro es en cuántas ocasiones lo hago con
éxito. Uno mismo puede meterse en los enredos más asombrosos. En una
ocasión, Heidegger estaba dando una de sus lecturas y de pronto paró en
mitad de una frase y gritó indignado: “¡Pero si esto parece chino!”.

Al principio de Antigua Luz hay un párrafo que me recordó al comienzo de
Lolita, de Nabokov, en el que describe cómo se pronuncia el nombre de
Cecilia Grey, ¿se trata de un guiño?
Ah sí, sé a cuál te refieres, pero la verdad es que no lo había pensado. Estoy
seguro de que viene de ahí aunque haya sido algo inconsciente. Al fin y al
cabo, todo lo que uno lee deja un poso, deja un eco. Y bueno, con frecuencia
tomamos cosas de otros. T.S. Eliot dijo que los buenos escritores toman
prestado y los grandes escritores roban, así que yo robo con frecuencia (y
se ríe). Pero la gente también me roba a mí, ¿eh? Cuando leí Los anillos de
Saturno de W.G. Sebald descubrí que me había robado una frase de El libro
de las pruebas, así que lo hacemos todos, todos somos ladrones. Ladrones y
caníbales.

¿Es fácil escribir sobre sexo?
No, es extremadamente difícil. El acto es maravilloso, pero escribir sobre
ello es terrible. Si hasta lo intentó D.H. Lawrence con fatales resultados.
Siempre termina sonando, o demasiado rígido, o demasiado sentimental. A
mí me resulta imposible, porque la experiencia es tan distinta a su aspecto
exterior, que para escribir un libro erótico o pornográfico tendría que ser una
fantasía. Si te fijas, en ninguna novela pornográfica va nadie nunca al cuarto
de baño, excepto en La Historia de O. Creo que ese es un gran libro, y lo que
lo convierte en algo tan fascinante es que creo que tienes que leerlo dos veces
para darte cuenta de que la mujer, la protagonista, es la que lo controla todo.
Aunque los hombres estén abusando de ella sexualmente, maltratándola, ella
siempre tiene el control. Es un libro fascinante, me encantaría adaptarlo para el
cine.

¿Cómo se siente cuando le comparan con Nabokov?
Me siento halagado. Nabokov es un grandísimo escritor. Pero la diferencia
entre él y yo es que Nabokov no tiene sentido musical. Esto no lo digo yo, lo
dijo él mismo. Yo siempre había notado algo raro en su prosa, y cuando leí
esto pensé: “eso es”. Para mí el ritmo es fundamental y para él no lo es.
Lo que sí siento que nos une es que ninguno de los dos escribimos en
nuestro propio idioma. Él era de origen ruso, y nosotros los irlandeses no nos
sentimos… la palabra no es incómodos, nos sentimos distanciados, como si lo
observásemos desde otro ángulo, observamos el inglés desde fuera. El inglés
es un idioma extranjero para nosotros, y eso que lo hablamos desde 1840,
pero nuestra gramática es completamente distinta, y el ritmo también. Hay una
tensión por tanto entre el inglés que hablamos y el idioma que llevamos en los
genes. Y esto es algo que resulta muy productivo, porque creo que siempre es
bueno mantenerte fuera del lenguaje. Y creo que por eso hay tantos críticos
literarios ingleses que odian mis libros, porque creen que son intentos fallidos
de escribir una novela inglesa.

La literatura irlandesa cuenta con enormes figuras como Joyce, Samuel
Beckett, WB Yeats… ¿se siente presionado de alguna manera?
Por supuesto. Siempre me comparo con un habitante de la Isla de Pascua,
con esas inmensas figuras de piedra mirándome desde arriba y diciendo: “mira
lo que hemos hecho nosotros, así que a ver qué haces tú ahora”. Sí, es una
presión enorme. Es curioso pero en Irlanda tenemos, o grandes escritores o
escritores fallidos, pero no parece que tengamos nada en medio. Los ingleses
tienen literatura intermedia, tienen escritores medios, pero nosotros no, parece
que solo tenemos estas enormes figuras.

¿Cómo se protege de la presión de esas grandes figuras a la hora de
escribir?
No leyéndolos (se ríe). Cuando escribo no puedo leer a Joyce o a Beckett. Sí
puedo leer a Yeats, que es mi gran espejo. Pero es que Yeats, aunque suene
un poco extraño, no es realmente un poeta irlandés. Se fue a vivir a Londres
muy joven, descubrió que Irlanda era su material y regresó, pero es algo
sintético, lo que forma parte de su grandeza.

¿Vuelve sobre sus libros una vez están publicados?
No, jamás los vuelvo a leer. Me da vergüenza. Una vez me encontré con una
amiga por la calle y me dijo: “Qué pálido estás, ¿te encuentras bien?” Y le
contesté: “hoy se publica mi novela y me siento como si caminara desnudo
por la calle”, “pues parece que vayas enseñando hasta tus radiografías”. Me
pareció maravilloso, era exactamente como me sentía.

¿Tampoco lee las críticas de sus libros?
No. Ni aunque sean positivas. Mira, me paso tres, cuatro, hasta cinco años
escribiendo una novela, con lo que sé qué fallos tiene, conozco sus pocas
virtudes, llego a conocer tan bien mi trabajo que nadie me puede aportar nada
que yo no sepa, ni tampoco hay nadie que pueda ser más crítico que yo con mi
propio trabajo.

¿Y no puede haber nadie que le descubra algo?
Podría ser, pero no vale la pena leerse todas esas críticas para encontrar un
pequeño detalle que no supiera. Los lectores sí me descubren cosas. Cuando
hago lecturas son ellos los que realmente me dicen cosas sobre mis libros que
yo no sabía. Cuando era joven sí compraba toda la prensa y leía todo, pero
porque en aquella época había críticos que vivían de eso, eran profesionales
que se dedicaban a ello por entero. En la actualidad nadie puede sobrevivir a
base de escribir crítica literaria, así que todos los críticos hoy día se dedican
realmente a otras cosas, la mayoría de ellos a escribir, y si son escritores, te
odian por tener éxito.
Y sobre todo, si lees las críticas que te hacen, tienes que aceptar que las
positivas son igual de válidas que las negativas.

Pero usted también es escritor y crítico literario…
Pero yo hace tiempo que solo escribo críticas de libros que me gustan. Mi
mujer siempre me dice que doy una impresión absolutamente distorsionada
de mí mismo al hacer esto, ya que todas mis críticas son favorables. Me dice:
“la gente no se da cuenta de la cantidad de libros que odias”. Si recibo un libro
para escribir una crítica y no me gusta, lo devuelvo. Esto es porque estoy en un
momento de mi vida en el que creo que no tiene sentido desanimar a la gente
a escribir. Yo quiero animar, decirles “este libro es estupendo”. Alguna vez sí
recibo algún libro que es tan malo que creo que tengo que escribir la crítica y
decir “esto es horrible”, pero es raro que lo haga.

A Ian McEwan le hizo una crítica feroz de su novela Sábado…
Vaya, esperaba que no me sacaras ese tema (risas). ¿Ves? Eso fue un error.
Sí, le puse a parir en una crítica en el New York Review of Books y luego
escuché a alguien decir “es la mejor peor crítica que he leído nunca”. Aquello
fue terrible, no lo volvería a hacer. La razón por la que lo hice fue porque recibí
el libro mucho después de que se publicara, y leí cosas sobre él como: “el gran
libro sobre el 11 de Septiembre”, o “es el mejor retrato de la sociedad
actualidad”, y cosas así. Aquello era basura sobre el libro, pero lo que tenía
que haber aclarado es que estaba criticando a los críticos, les estaba diciendo:
“mirad, este libro es muy, muy malo, ¿de verdad vais a decir que es
maravilloso?”. Muchos no me perdonaron aquello. Y muchos de ellos se
vengaron cuando publiqué mi siguiente novela. Pero mira, por una vez sentí
que tenía que salir y hablar, decirles a todos que el emperador no llevaba traje
en esta ocasión, y que todos estaban equivocados, o que ninguno se había
atrevido a decir la verdad. No te podrías imaginar la cantidad de emails y
mensajes que recibí de gente diciéndome que estaba de acuerdo conmigo, que
tenía razón. Pero me lo decían entre bastidores, luego no se atrevieron a
admitirlo en público jamás. Eso es muy cobarde. Yo creo firmemente en la
crítica literaria como una tradición honesta y por ello trato de ser lo más
honesto que puedo. Por ello nunca escribo críticas de libros de amigos míos,
porque son amigos míos, como tampoco escribo nunca críticas de libros de mis
enemigos, porque son mis enemigos.

¿De dónde viene Benjamín Black?
Es muy sencillo. Había escrito una serie de capítulos para la televisión que
luego nunca se llegaron a rodar y odio desaprovechar material, así que lo
convertí todo en una novela. Después decidí que tenía que usar un seudónimo
como una especie de broma literaria. Él es el que me hace el trabajo cotidiano,
el que gana el dinero por mí. Y ahora que lo pienso, no lo está haciendo muy
bien, la verdad, aunque lo intenta.

¿Cuál es la diferencia entre Benjamin Black y John Banville?
Uy, son completamente distintos. Black escribe muy deprisa. Termina un libro
en tres o cuatro meses, mientras que Banville tarda años y años. La diferencia
esencial es que Benjamin Black es un artesano y Banville se cree que es un
artista, es completamente distinto.

Físicamente Benjamin Black es como Quirke, el protagonista de sus novelas.
De hecho, muchas veces los confundo, muchas veces hablo de Quirke y en
realidad me refiero a Benjamin Black, y al revés. Él es alto, increíblemente
guapo, irresistible para las mujeres… vamos, todo lo que yo no soy.
Lo creé sencillamente porque necesitaba que alguien me hiciera el trabajo,
porque con este tipo de novelas que escribo no se sobrevive, las ventas son
muy bajas. Bueno, tengo que decir que no en España, pero en la mayoría
de los lugares sí. Además, durante 35 años he trabajado como periodista y
cuando dejé aquello necesitaba hacer otra cosa, así que creo que es mi parte
de periodista que ahora quiere escribir libros.

¿Quién va a escribir la siguiente novela, John Banville o Benjamin Black?
Benjamin Black. Va a escribir una novela de Philip Marlowe, ya sabes, de
Chandler. Y después escribiré otra como Banville. También escribo para el cine
constantemente. Me encanta, es un medio maravilloso.

¿Es muy diferente escribir para el cine?
Sí, es completamente distinto, es muy rápido. Si pudiera teclear tan rápido
lo haría en tiempo real. Es un sistema de escritura completamente distinto,
porque tienes que escribir de forma plana. Es muy interesante, cuando convertí
aquel guión para televisión en la primera novela de Benjamin Black, tuve que
cambiar absolutamente todas las frases de todos los diálogos. Porque cuando
escribes para la pantalla, escribes blanco, plano, sin énfasis, porque son los
actores los que le dan vida al diálogo. Pero cuando escribes para las páginas
de un libro, los diálogos tienen que hacer todo el trabajo por sí solos, así que
lo haces de forma distinta. Y luego, cuando comienza el rodaje, te llaman y te
dicen “perdona, pero necesitamos un par de líneas para mañana”, lo haces del
tirón y lo envías. Es excitante, es como un juego.

¿Cómo se siente más a gusto, como escritor, como guionista, como
crítico…?
La verdad es que trabajo mucho como crítico literario, muchísimo, es lo que
más satisfacciones me da, porque escribir como Banville es un tormento,
es una tortura. Ten en cuenta que una crítica la terminas, es como hacer un
mueble, que cuando está acabado, está acabado. Pero Banville siempre está
insatisfecho. Si yo escribiera un libro que me gustara ya no volvería a escribir.

Entonces este libro, por ejemplo, Antigua Luz, no está terminado…
Hay una bonita historia sobre Henry James en su lecho de muerte en la que
está escribiendo sobre una hoja de papel, y escribe y escribe, hasta que se le
cae la mano y con ella el papel al suelo.
Así que la respuesta es no. Mis libros no estarán acabados hasta que yo no
esté acabado.

Esta entrevista fue publicada en la revista 7K, el dominical del diario Gara, el domingo 11 de noviembre de 2012.