En esto creo...
El retorno de la lluvia
La lluvia me reconcilia con la vida. El nivel de precipitaciones en estas últimas semanas sobrepasa con creces un año que parecía un perpetuo verano, de canicular sol y temperaturas abrumadoras. Desesperante, agobiante. La lluvia tiene la fuerza de desencadenarlo todo. El clima volvió a ser el que recuerdo en mi niñez; cuando los comienzos del año escolar significaban esperar el recorrido en un frío que calaba, con un cielo límpido y charcos el la calle que reflejaban la ciudad recién despertada.
Pero cuando la lluvia se empecina en caer sobre Quito lo hace a conciencia. Empapando todo; y cuando las baldadas de agua que se escurren hacia las entrañas de la urbe no pueden ser contenidas las tapas de las alcantarillas vuelan y el tráfico colapsa y nos damos cuenta de que es imposible domar la naturaleza completamente.
Me gusta el sonido de la lluvia, cuando estoy acurrucada en casa, con una taza de té humeante entre las manos, un libro en el regazo y con la mirada perdida, viendo como esa sábana diáfana como una gasa difumina las figuras del horizonte y el repiqueteo rítmico de las gotas rompe el silencio de la tarde....y a veces uno que otro trueno hacen coro, rompiendo el sopor rítmico. Y compartir el silencio de ver llover cuando estás abrazada a alguien es hermoso.
Pero también me gusta estar en la calle cuando comienza a llover. Me gusta saltar los charcos y ponerme la chompa con su capucha y caminar en pleno aguacero. Y me gusta quitarme la capucha y levantar la cara hacia el cielo y dejar que la lluvia me moje, me lave...es una sensación muy liberadora, ese golpeteo de las gotas al estrellarse sobre mi rostro, sobre todo cuando chocan con mis párpados, que son más sensibles y como poco a poco el cabello también se empapa y las gotas empiezan a filtrarse por pura gravedad hacia el cuello. Y se desplazan lentas, sin apuro por la espalda, enfriando la temperatura corporal, excitando cada terminal nerviosa a su paso. Me hacen sentir viva.
Además ver a la gente que escampa bajo algún alero mirarte envidiosa al caminar sin apuro bajo la lluvia, tan campante, es genial. Y luego llegar a casa para cambiarte y arroparte con alguna prenda seca y suavecita es delicioso.
Pero sobre todo, ¿a que no existe nada más rico que salir luego de una copiosa lluvia y literalmente oler en el ambiente la posibilidad de nueva vida? Como si la tierra, la yerba y las plantas te gritaran en silencio que la vida vuelve a hacer de las suyas. Simplemente me gusta mucho la lluvia.
Dando gracias
Si algo debo agradecerle a este año es la constante presencia en mi vida de mis amigos. Aquellos que están conmigo desde hace mucho y aquellos que llegaron hace poquito, porque logran arrancarme una sonrisa y me llenan de esperanza. Eso es un verdadero milagro cotidiano y mi certeza de que allá afuera hay una familia que tu escoges y con la que te sientes protegida.
Agradezco por la posibilidad de estar ahí, al pie del cañón: para pasar gratos momentos juntos, riendo, conversando, compartiendo silencios que no son para nada incómodos. Y también para tendernos la mano cuando las cosas no van bien; cuando una simple frase o un gesto en el momento exacto evitan el desastre y te reconcilian con la vida. Gracias de corazón.
Y a esa perra que se llama vida tengo que agradacerle esas jugadas tan inesperadas en el tablero que todos jugamos, que este año se superó a sí misma, y me hizo sentir más humilde (como el simple ser humano que soy) y me recordó que siempre las cosas pueden ir a peor y que sin embargo siempre encuentras una manera de seguir adelante.
Verdaderas sorpresas más y menos gratas, a las que se hace frente con dosis industriales de risas, ironía y sarcasmo. Aventuras, ciclos que comienzan y otros que terminan, siempre curiosidad por nuevas cosas y ganas de nunca quedarse quieta. Por todo ello hoy doy gracias.
Ciertos ciclos
Ciclos, algunos claros y obvios, otros meramente convencionales; necesidad de contar el tiempo pasado, de poner hitos en el camino de la vida. Hechos, momentos devenidos en marcas, en antes y después.
Como aquel saludo de buen viaje, igual a tantos otros, que sin embargo es una marca grandísima, enorme, en mi vida, un nos volveremos a ver muy, muy largo. Vacío, infinita sorpresa, sinsabor y por último posibilidad y voluntad de ser yo misma a contracorriente de lo que los demás digan que una debe ser. Segura de que es la única vía a seguir, haciendo las cosas con oficio, con calidad y compartiendo ese tesoro que es el tiempo con la gente que quiero. Esas pequeñas cosas que aprendí con el ejemplo hace ya tanto que parece un simple parpadeo.
un día...
Tertulia
Janos
En esto creo...
¿A dónde?
El Camino
Hay una tramo de vías del país de la canela que conozco bien. Lo voy recorriendo desde que tengo memoria; tal vez antes. Es un viaje largo, pero la calidad de las vías ha ido recortando la duración de ese viaje, tal vez a la mitad. Y recorrerlo con cierta frecuencia o más bien de manera intermitente me pone cada vez que a pensar, a reflexionar. No recuerdo sentirme feliz viajando x esta vía, tal vez sí era feliz cuando de pequeña (dos o tres años) acompañaba a mi padre, cuando las cosas eran muy simples y mi mundo muy pequeño y seguro...pero poco a poco se volvió un traslado cansado, aburrido, difícil.
Casi la mitad del camino recorre la sierra centro, un paisaje común para quienes se mueven normalmente por la panamericana. Hoyas de valles productivos, poblaciones a la vera de la carretera y nudos que complican el trazado vial subiendo y bajando. Y la presencia imperturbable de los nevados que flanquean la vía. Unas veces tan esquivos que no vemos ni sus faldas y otras tan majestuosos que te quitan el aliento, que sobrecogen en su imperturbable presencia.
Y al desviarse hacia el este, siguiendo la sinuosa curva de la cordillera que va declinando en altura, clima y paisaje van cambiando. Los vientos se vuelven distintos. Vienen cargados de humedad. Una humedad con olor a vegetación, a exuberancia, a vida. Es siempre en el mismo punto del camino que siento ese cambio en el aire, cuando al respirar me siento como empalagada. Demasiado oxígeno, demasiada vitalidad en ese aire puro para mis pulmones. No importa si llueve (que suele ser el caso muy frecuentemente) o si hay mucho sol, en ese punto también la temperatura cambia y automáticamente me quedo en camiseta.
Zigzagueando, siguiendo el curso del río por las inestables y muy pronunciadas laderas que pronto se fundiran en una sola planicie que baja y viaja al mar. A veces te acompaña el rugido de las aguas del río, cuando viene crecido y de un color sucio, acarreando las lágrimas de sus afluentes cordillera arriba, a veces tan sólo descubres el brillo de un pequeño hilo al fondo del cañón. Siempre tienes que reconocer el paisaje que parece inamovible pero que nunca es estático, como la carretera que por los varios derrumbes siempre está bajo construcción. He visto como ha cambiado la vía. Recuerdo lo incómodo del camino cuando era tan angosto que si había dos vehículos uno de ellos debía orillarse en maniobras altamente peligrosas. Sé de todo el tiempo que la gente del sector tuvo que esperar para que se termine de asfaltar la vía, una vez hecho el nuevo trazado. Sé que en febrero las colinas verdes se ven salpicadas de manchas lilas; son orquídeas que brotan al unísono.
Y sé que tal vez siga haciendo este recorrido, una y otra vez; aunque lo evite a toda costa, pensando y reflexionando cada vez. Y también sé que hay una curva en esa senda donde una parte de mí se quebró; donde el mundo se volvió para mí un poco más triste, desolado e inexplicable y aún así soy capaz de buscar la belleza de su paisaje. Pero sé que este no es mi camino; aunque he aprendido y perdido mucho en él, necesito transitar mi propia senda.
bump in the road
calma chicha
El verano se ha adelantado a sí mismo con casi un mes...el sol aletarga más a UIO, y aquí parece que no pasara nada. Un día se sucede a sí mismo sin fin...una y otra y una vez más.
Muchos días me levanté con esta sensación:
y no me apetece seguir haciéndolo.
Este fue un mes muy extraño, de tiempo estancado, de agua que no corre y viento que no sopla. Pero una, aunque a veces sienta que de tan lento que avanza está yendo en reversa, no puede quedarse estática como su derredor...así que veamos si con este mes que media el año el agua consigue romper el dique y empieza a fluir, y las cosas empiezan a moverse. No queda sino proseguir cambie o no la marea.
Un buen mes para todos señoritos y señoritas, enjoy!!
Un paso a la vez
Poco a poco la semana que termina se llenó de noticias malas, trágicas; despedidas y pesares. Y sin embargo el mundo sigue girando. El sol estático, nos sigue alumbrando, día a día. Y tenemos que recorrer nuestras vidas un poco más solos, un poco más tristes, un poco más viejos. Y sólo quedan con nosotros recuerdos.
Siento que la primavera esta vez trae consigo ánimos tristes, desolados. Y hay que hacerle frente y continuar jugando una vez que las fichas han sido movidas y el tablero tiene una nueva configuración. Sin saber que vendrá a futuro y aunque cuesta, hay que seguir; un paso a la vez.
Espero dar los suficientes pasos para alejarme un poco de esta desolación que siento; para tararear mis canciones favoritas mientras camino sin pensar en nada más, para que mi mente esté lo suficientemente calma para imaginar objetos interesantes que diseñar, para dedicarle a las cosas que hago todo el tiempo y atención que se merecen.
Que esta nueva semana sea infinitamente mejor a la anterior.
De repente
se fue, se fue, no hay porqué llorarel tiempo nos igualará...
A votar...una vez más
Tutti Frutti IV
lack of luck
UIO
Me molesta que no seamos capaces de implementar soluciones que ya han sido probadas en otras urbes y acondicionarlas a nuestras particulares realidades. Si enumerara todo lo que me jode de UIO no terminaría nunca.
Y sin embargo hay algo que me impide renegar completamente de este pupo del mundo. De este pueblo cosmopolita. Crisol al que convergen nacionales y extranjeros por igual, y que adoptan como lugar de residencia. Habitación y también hogar. Madre y madrastra. Oportunidad y desesperación. Vida y sobrevivencia. Y no sé qué es, pero UIO siempre tendrá un sitio preponderante en mi corazón.
Caminar y recorrer el centro histórico en un día frío, y mejor si es lluvioso, me ayuda a recordar que hay algo especial en esta ciudad de locos que vale la pena, aunque aún no se qué es. Siempre descubres algo nuevo; como el día que después de más de dos décadas sin saber cómo se veía la intersección de las calles Cuenca y Chile, arribé para ver que, una vez retiradas las ventas ambulantes, había una plaza amplia y pude por fin contemplar toda la fachada de la iglesia de La Merced.
Y sí, a pesar de todo UIO tiene una magia que me atrapa, y que me gusta y necesito redescubrir. Compartirla con los amigos y mostrársela a gente que aún no la conoce. Es bueno reconocer esos espacios que están ahí, aunque normalmente ya no les prestamos atención y pasan a esconderse en el telón citadino.
En la madrugada
Razones
Y nosotros transitamos ese lapso que llamamos vida, acompañados de otros seres que van llegando de acuerdo a su propio horario. Y nos acompañamos unos a otros mientras nuestros tiempos se traslapan, mientras podemos disfrutar juntos del mismo espacio/tiempo. Y aprendemos con sorpresa y dolor que el ciclo sigue, imperturbable, infinito. Que muchos se nos adelantarán, y que los veremos partir. Que dejan un gran vacío. Que no se van realmente si los recordamos y hacemos que su existencia haya valido para comprender la nuestra, de la manera que sea. Para aprender y a nuestra vez compartir.
Através de la vida nos vamos encontrando con otros seres; varios seguirán su camino sin recordarnos siquiera. Ni nosotros a ellos. Pero con otros sucede algo inesperado. Es como si de entre tanta gente, de entre ese barullo de vidas que suceden a nuestro alrededor, reconocieras algo; tal vez el olor característico de tu clan. Como una manada desperdigada antes de llegar a este mundo, que se va reintegrando, que estaba predestinada a ser. Y se convierten en tus amigos. Esa familia que tienes la oportunidad de escoger a lo largo de tu vida. Esa que tienes que cuidar y por la cual agradeces.
Y vemos con regocijo, admiración y aprehensión hacia el futuro que le estamos deparando al planeta y a quienes nos sobrevivan, que también hay nuevas vidas que llegan. Y esas existencias que recién comienzan, frágiles, indefensas y sorprendentes encierran todas las posibilidades del mundo. Su ingenuidad y su transparencia, su inagotable energía cambian las prioridades, tu forma de ver el mundo.
Hace varios meses llegó a este mundo mi sobrino. Y he tenido la suerte de compartir con él algunas horas de mis días. Su sola presencia transforma el ambiente. Me inspira a ser mejor. Para tratar de hacer de este un sitio habitable para él, para los que seguirán caminando esta tierra una vez que mi tiempo ya no lo sea más. Para que el tiempo que podamos compartir nos haga crecer a los dos.
Y así, con el diario milagro de despertar a un nuevo amanecer, y la alegría de oir la clara y franca risa de ese niño, me obligo a seguir en este mundo de locos. Porque la vida te muestra pequeñas cosas que la hacen grande.