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Un año después del 15M, un día después de una manifa

He pasado el primer aniversario del 15M en Cuba, en La Habana. Aunque ha sido por pura casualidad, ahora me doy cuenta de que necesitaba desconectar, alejarme. Había llegado a ese punto en que todo lo que veía y hacía me parecía inútil, o demasiado lento, ante una realidad cada día más violenta, más opresora, más asfixiante. 


A lo largo de todo este año de sentadas, protestas y manifestaciones, de cargas policiales, de sufrir una retención policial absolutamente demente, la otra realidad que vivía era y es aún peor. Cada vez más gente durmiendo en la calle, las colas para los comedores sociales se han multiplicado, se han llenado de niños, de padres de familia de lo que antes calificábamos con tanta facilidad de clase media. 


Al volver de mi viaje, me he encontrado con una huelga por la Educación Pública, a cuya manifestación por supuesto asistí ayer. El ambiente era fantástico, las calles teñidas de camisetas de color verde, gente de todas las edades defendiendo algo tan básico que hasta duele el tenerlo que explicar. Pero la cosa terminó como siempre. Cargas policiales en Gran Vía y más tarde en Sol contra grupos de estudiantes. Una violencia por parte de la UIP absolutamente desmedida y gratuita que estoy ya harta de ver. Así que, una vez más, me fui a casa agotada, con los hombros caídos, triste y muerta de rabia, caminando entre macarras vestidos de azul que movían sus lecheras por las aceras de la Puerta del Sol con una chulería y un desprecio por el ciudadano, como si de su pequeña parcela en una urbanización privada de mala muerte se tratara. 

Y lo que más me cuesta es pensar que esa sensación se va a repetir, va a ir a más, va a ir a peor. Porque en pocos meses, ni siquiera podré pagar el alquiler, y como yo tantos y tantos otros. Con lo que ese camino de vuelta, triste y rabiosa, ni siquiera será hacia mi propia casa. Así que, mientras nuestra realidad se desmorona a pasos agigantados, a lo mejor habría que plantearse llevar un ritmo de acción más acorde con el de ellos, porque está claro que nos estampamos, y no solo es que a ellos les de igual, sino que tienen prisa.


He estado viendo fotos y vídeos del 12M15M, hablando con gente que ha participado activamente y me ha contado todo lo que me he perdido, y lo que sí he descubierto con mucha alegría tras la manifestación de ayer, es un cambio en la actitud de la gente de fuera del movimiento, en cómo nos miraban desde las aceras, cómo nos apoyaban y nos lanzaban gritos de ánimo. Ya no somos bichos raros, y ese cambio me parece enorme, me parece gigantesco, y hay que aprovecharlo. 


Yo no tengo las claves, lógicamente, pero si os apetece participar, se admiten todo tipo de opiniones y propuestas. 

El día sin sombra

Solsticio. Cambio de estaciones en un cielo al que los climas perfectamente marcados le son tan ajenos como a nosotros la idea de estaciones.

El recorrido del sol que llega a su fin ha sido accidentado. Lleno de turbulencias como un viaje en una ruta llena de sobresaltos. Sí, ha sido un año complejo. De sorpresas y descubrimientos. De la necesidad de una cierta rutina dentro del caos del día a día. Y de momentos para desconectarse de todos y todo y sólo disfrutar de esos lugares que te traen paz. De palabras nuevas que siempre enriquecen y juegan con otras palabras para extraerte sonrisas y reflexiones.

De anécdotas perpetradas por el sobrino que seguro atesoraré a futuro como memorias de una vida que veo crecer imparable, plena, nueva, fuerte. Y de otras anécdotas, esas que compartes con tus panas, que afianzan amistades, te hacen sonreír cómplice y silentemente te rodean de cariño.

Y también de manos tendidas en el momento de mayor necesidad. Conversaciones infinitas que te ayudan a transitar por este mundo. Que está plagado de movimientos lo más de irregulares de esa jugadora tan perra y sabia que se llama vida. Y de cómo enfrentar ese tablero en el que las jugadas se reacomodan ante tus sorprendidos ojos, sin que sepas cómo sucedió; aunque en el transcurso puedas por fin tener la entereza de levantar la mirada para contemplar el tablero en su mayor extención y hasta puedas darte el lujo de compartir sarcasmo con las nuevas fichas añadidas al tablero.

Sí, definitivamente cada otra vuelta al sol resulta intensa, sorpresiva y nueva. Y vale la pena recorrerla y aprender de ella maneras para proseguir la travesía.

En esto creo...

"As someone who does a lot of design work, I love the process of turning graphic design into art. And I love that a book is something created very personally and then mass-produced in order to affect many other people very personally."

-Jane Mount

Remember, remember the 30 of September

Lo que amaneció como otro jueves más, se convitió en el fin de mes más triste que he conocido. Ayer la prepotencia y la estupidez enfrentaron a ecuatorianos con ecuatorianos y mancharon de sangre la ciudad.

Las cosas se fueron de las manos. Las reacciones, furibundas, de lado y lado, pusieron en peligro a todo el país. Y como sociedad nos hemos vuelto meros pasivos espectadores, que cada vez se sorprenden y se conmueven menos con hechos y decisiones que nos afectan directamente. Y eso duele, a mí me duele saber que el respeto (poco o mucho) que tenía por las autoridades ayer se me fue evaporando en el transcurso del día dejando en su lugar una desolación amarga e infinita tristeza.

No creo que pueda recuperar ese respeto, no en un buen tiempo en todo caso, y de cualquier manera se ha generado una cortina de frío, de total repudio a la manera en que se manejaron las cosas de lado y lado. I feel hollow. Porque ayer nadie ganó nada, perdimos todos. Perdimos compatriotas. Que este nuevo mes que comienza traiga paz y sensatez al país, y para eso tenemos que trabajar todos, haciendo nuestras labores de la mejor manera y comprendiendo que no somos cajoncitos individuales apilados, sino partes de una red articulada que se soporta gracias a los nexos entre todos. Cuidémonos, basta de violencia.

Una teoría de las amistades

El ser humano es un animal gregario, le viene bien convivir con otros (con algunos más que con otros obviamente). Sostengo mi teoría de que cada uno de nosotros proviene de una manada, un grupo más o menos disímil que hace las veces de espejo en el que reconocerte, de refugio cuando necesitas el contacto de otros, en casos excepcionales incluso de red para soportarte. Cada manada es distinta, grande, pequeña, cohesionada o esparcida por el mundo; se une por distintos lazos y va mutando en el espacio y el tiempo...fluctúa y se reconstruye sin cesar. Hay miembros de tu manada que estuvieron ahí, antes de tu llegada, aprendiste de ellos y los llevas marcados en tus acciones y tu corazón. Otros los reencuentras aunque no los conocías previamente, como miembros que se separaron en una tormenta pero que poco a poco, siguiendo una pista invisible pero certera regresan.

La manada no siempre está junta, cada cazador va por sus propias presas, a veces requiriendo la compañía de otros miembros a veces completamente solo. Cada cierto tiempo empero todos se reunen a la luz de esa amistad y cruzan palabras y silencios y saben que están en casa, en familia. Y eso es bueno.

Ciertos ciclos


"Saber lo que fui, para saber lo que soy."
A. Pérez-Reverte

Supongo que de eso van las reflexiones cuando la luna, impasible y descarada, se cuela por tu ventana en una visita non grata, incómoda, pero no por eso inesperada. Dicen que sus ciclos afectan los líquidos, atrayéndolos, y es verdad que su presencia me pone de un ánimo particular. Pero somos viejas conocidas de esas madrugadas en blanco que se repiten cada cierto tiempo.

Ciclos, algunos claros y obvios, otros meramente convencionales; necesidad de contar el tiempo pasado, de poner hitos en el camino de la vida. Hechos, momentos devenidos en marcas, en antes y después.

Como aquel saludo de buen viaje, igual a tantos otros, que sin embargo es una marca grandísima, enorme, en mi vida, un nos volveremos a ver muy, muy largo. Vacío, infinita sorpresa, sinsabor y por último posibilidad y voluntad de ser yo misma a contracorriente de lo que los demás digan que una debe ser. Segura de que es la única vía a seguir, haciendo las cosas con oficio, con calidad y compartiendo ese tesoro que es el tiempo con la gente que quiero. Esas pequeñas cosas que aprendí con el ejemplo hace ya tanto que parece un simple parpadeo.

Línea de vida


Estás ahí, parada en la cornisa. No importa la gente a tu alrededor. Nadie. Y luego de un instante de duda instintiva das el primer paso y la sensación de vacío te invade. Y revives; sientes que absolutamente todo el camino recorrido se reduce a eso. A las anclas y el cordel puestos, tal vez por otro (al fin y al cabo, eres lo que eres también gracias a quienes te rodean) pero en última instancia depende de ti. De como des cuerda, de cuán rápido desees bajar. De la sensación que quieras experimentar.

Al principio buscas recordar la técnica adecuada, cuando te sientes a gusto la cosa se vuelve menos calculada, más natural, como andar en bicicleta. Y recuerdas que fue allá en tus épocas de cría de humano que aprendiste eso del rappel.

Fue mi hermano quien me enseñó a escalar; con el pasamos muchas horas encaramados a las piedras del rocódromo y cuando el vértigo o la simple pereza de encontrar un buen punto de apoyo para seguir escalando me ponían rebelde y yo quería desertar y que me dejara bajar nunca me permitió hacerlo. El único camino que puedes seguir es hacia adelante; solo me daba cuerda si era para seguir, jamás para regresar. Ese es camino vedado. Punto.

Y ahí, suspendida en el aire, viendo como la cornisa en la que hace instantes estaba parada se volvía más pequeña a medida que bajaba, dejé que lo aprendido hiciera su parte. Que la técnica fuera reflejo y me di tiempo para sonreír, para sentir las gotas de agua de la cascada salpicar mi rostro.
Para gritar a todo pulmón que quiero a la gente que quiero y que ese grito se mezcle con el sonido claro e imparable del agua al romper contra las rocas.
Y admiré cientos de tonos de verde, esos pequeños detalles que normalmente pasan desapercibidos frente a tus ojos.
Y ahí, a tan pocos kilómetros de donde para mi hermano terminó su cuerda, me di cuenta de que no me importa cuanta cuerda me quede aún por utilizar mientras lo haga para seguir adelante y para darme tiempo de no solo hacerlo con la técnica adecuada, sino también disfrutando del paisaje y las sensaciones que cada tramo brinda.

Esa silenciosa compañía

Algunos se abren con desconfianza. Otros con sorpresa. Otros por obligación. Se los comienza de manera sistémica; incluso leyendo las solapas y hasta las leyendas de la reglamentación para su reproducción. Unos te atrapan por una portada muy cuidada, llamativa. Otros son vetustos a más no poder. Llenos de polvo y arrugas. Manchas de humedad y signos de uso.

Algunos llevan la marca de anteriores dueños, otros no se han desprendido del olor de los solventes de la tinta, fresca, recién impregnada al papel. Algunos caen y se abren en esa página justa, precisa, escrita sólo para ti. En otros reconoces nombres o lugares comunes. Otros simplemente te llaman. Saltan en el estante, silenciosa, inanimadamente. Te guían hacia ellos y es como reencontrar a un viejo amigo, que ha estado paciente esperando tu visita. Algunos son amor a primera vista, a primera palabra. Enganche sin vuelta atrás. Otros deben ir madurando su relación contigo. Algunos llegaron como obligación a ti, otros son esquivos y los buscas con insistencia sin poder asirlos.

Escape. Compañía. Muralla contra el mundo; ventana para comprenderlo. Son todo y nada. Verdades contadas a través de mentiras. Historias que te permiten vivir vidas y mundos desde tu propia imaginación. Imágenes que creas y conviertes en referentes con los que comparar el mundo. Amigos silenciosos, perfectos desconocidos, cómplices sin siquiera enterarse, inútiles datos encerrados en paredes de papel, nanas para alejar el ruido del mundo, maestros.

Libros. Una forma como cualquier otra de ir armando el ser humano que eres, que quieres ser.

Útiles y no tan útiles cosas que aprendí en este Huaira

Este año una vez más pasé el feriado de carnaval de la única manera que se me ocurre: en estado alpha y en la carretera. Bueno, más bien la aventura aparece cuando te separas de las vías principales y tomas un camino vecinal. Ahí cambia todo: el ambiente, los tiempos y los paisajes.

Esta vez corroboré que los paisajes que más me gustan son los de las estribaciones andinas, porque en sus desniveles de cientos de tonos de verde y azul mis pensamientos se pierden y viajan tranquilos e incansables. Y vaya si necesitaba pensar...

Cuando a esos retazos de lienzo que pasan fugaces por tu ventana les añades buena música de fondo ya el viaje, la movilización y las incomodidades están más que pagados. Pero si además tienes la posibilidad de conversar de lo que sea con un amigo, entonces sí es un privilegio.

Como es un privilegio el silencio, ese silencio que en la ciudad nunca llega, que se ahoga entre ronroneo de autos y parafernalia urbana. El silencio de la naturaleza, plagado de sonidos a los que casi nunca prestas atención. Un silencio que te acompaña y te permite pensar.

Me llenan de fe esos actos genuinos y desinteresados de gente que no te conoce, que sin más te invita a tomar una agüita en su casa. Que quiere conversar contigo y que esta ávida de comunicarse. De gente capaz de alimentarte a la media noche sin cuasi conocerte. Simplemente hermoso; el mejor condimento, la buena voluntad y su hospitalidad.

Aprendí que si quieres darle una textura distinta al relleno de las empanadas de viento le puedes añadir arroz cocido al queso, como lo hacen en Urcuquí.

Y ahora sé que carnaval es época de choclos en el norte y que los campos de Imbabura lucen las flores de los pencos (ágabes, cabuyas, etc) como separaciones vivas entre terrenos.

Sé que mucha de la fuerza que me sostuvo durante la travesía viene de la gente que me quiere y que estuvo pendiente todo el tiempo de nosotros. La inmediatez de las telecomunicaciones me permitió recibir esa energía. Gracias por estar pendientes.

Aprendí eso y mucho más, recordé muchas más cosas y corroboré otras. Vuelvo al día a día con ganas de carretera y de viajes con la gente que quiero. Y por supuesto, a por la misma dosis el próximo año.



¡¡Gracias equipo por esta magnífica experiencia!!

Adios

Hay amistades que no se buscan, que no se encuentran, sino que de repente te das cuenta de que están ahí, presentes. Ni sabes como pasó.


Esa sensación tengo al recordar a una gran amiga. Una mujer, abuela de unas queridas amigas de la infancia, que de manera desinteresada tuvo la paciencia y las ganas de enseñarme, porque sí, un montón de experiencias, recetas y trucos artesanales y culinarios que atesoro; pero que sobre todo dejó una huella indeleble, por su preocupación y sus detalles, delicados y muy personales. Porque aprendí mucho del trabajo en equipo viéndoles trabajar mancomunadamente con su pareja, complementándose y ayudándose.


Con el tiempo y al ir creciendo, fui descubriendo su amistad y su cariño. Hoy me enteré de que falleció la semana pasada. Luego de un suspiro de esos que te desinflan, no solo los pulmones, sino todo el ánimo que podía caber en el cuerpo, recordé la última vez que pasamos juntas. Toda una tarde, conversando, tomando té, pasando un momento entre amigas. Me gusta ese recuerdo y me gusta haber tenido la suerte de ser su amiga. Gracias por todo y paz.

...viva...

De vez en cuando, a veces con razones aparentes, otras no tanto, me invade una extraña sensación. Se traduce en cierto malestar tanto físico como mental, gracias al cual miras las cosas desde fuera, como si todo al rededor pasara cual obra teatral en el que eres un mero espectador. ¿Por qué? Porque tú estás parado al borde de un acantilado, y todo sucede al otro lado. A veces se trata de un pequeño escalón, solo un poco mayor a muchos otros que ya has pasado, otras es un abismo en toda regla. Y en las dos la sensación que me invade es la misma. Solo que el tiempo que tarda en disiparse es mucho mayor en el segundo caso. Y nunca lo hace hasta que decides ponerle fin.


Esta mezcla de sentidos activados al máximo que acaba por producir mareo, stress, cansancio, hastío de estar al borde durante demasiado tiempo sin encontrar la primera grieta por donde comenzar a descender, algo de miedo y desazón no es nada agradable. Pero irónicamente y habiendo experimentado este sentimiento algunas veces ya, sé dos cosas: una, cuando aparece, mi mente ya ha vislumbrado la ruta de grietas escondidas y peligrosas de recorrer que puede llevarme al otro lado, donde sucede esa obra de teatro para pasar a ser parte activa de ella, así que no hay vuelta atrás, te enfrentas al vacío; y la otra, con todo lo mala y desagradable que es esta sensación, te hace sentir inmensamente viva.

Entre ayer y mañana


Hoy me encuentro a media entre dos días cargados de significado en mi vida.

Hoy; entre futuro que vendrá y pasado que nunca podré olvidar.

Ayer celebrando otro año sobre este planeta, mañana extrañando a los que se fueron antes que yo. Tengo una avalancha de sentimientos; la memoria revuelta, muchas historias que había olvidado hoy están a flor de piel. Pero hay que continuar, la vida solo va hacia adelante. Llevas contigo esas historias, porque ellas hicieron de ti lo que hoy eres y recordarlo vale la pena. Aunque duela, te sorprenda y hasta te saque sonrisas de ternura. Y vale la pena saber que los amigos, los de verdad siguen ahí y que estarán contigo siempre. Porque cada día es una nueva oportunidad, una nueva memoria.


El Camino

Hay una tramo de vías del país de la canela que conozco bien. Lo voy recorriendo desde que tengo memoria; tal vez antes. Es un viaje largo, pero la calidad de las vías ha ido recortando la duración de ese viaje, tal vez a la mitad. Y recorrerlo con cierta frecuencia o más bien de manera intermitente me pone cada vez que a pensar, a reflexionar. No recuerdo sentirme feliz viajando x esta vía, tal vez sí era feliz cuando de pequeña (dos o tres años) acompañaba a mi padre, cuando las cosas eran muy simples y mi mundo muy pequeño y seguro...pero poco a poco se volvió un traslado cansado, aburrido, difícil.


Casi la mitad del camino recorre la sierra centro, un paisaje común para quienes se mueven normalmente por la panamericana. Hoyas de valles productivos, poblaciones a la vera de la carretera y nudos que complican el trazado vial subiendo y bajando. Y la presencia imperturbable de los nevados que flanquean la vía. Unas veces tan esquivos que no vemos ni sus faldas y otras tan majestuosos que te quitan el aliento, que sobrecogen en su imperturbable presencia.


Y al desviarse hacia el este, siguiendo la sinuosa curva de la cordillera que va declinando en altura, clima y paisaje van cambiando. Los vientos se vuelven distintos. Vienen cargados de humedad. Una humedad con olor a vegetación, a exuberancia, a vida. Es siempre en el mismo punto del camino que siento ese cambio en el aire, cuando al respirar me siento como empalagada. Demasiado oxígeno, demasiada vitalidad en ese aire puro para mis pulmones. No importa si llueve (que suele ser el caso muy frecuentemente) o si hay mucho sol, en ese punto también la temperatura cambia y automáticamente me quedo en camiseta.


Zigzagueando, siguiendo el curso del río por las inestables y muy pronunciadas laderas que pronto se fundiran en una sola planicie que baja y viaja al mar. A veces te acompaña el rugido de las aguas del río, cuando viene crecido y de un color sucio, acarreando las lágrimas de sus afluentes cordillera arriba, a veces tan sólo descubres el brillo de un pequeño hilo al fondo del cañón. Siempre tienes que reconocer el paisaje que parece inamovible pero que nunca es estático, como la carretera que por los varios derrumbes siempre está bajo construcción. He visto como ha cambiado la vía. Recuerdo lo incómodo del camino cuando era tan angosto que si había dos vehículos uno de ellos debía orillarse en maniobras altamente peligrosas. Sé de todo el tiempo que la gente del sector tuvo que esperar para que se termine de asfaltar la vía, una vez hecho el nuevo trazado. Sé que en febrero las colinas verdes se ven salpicadas de manchas lilas; son orquídeas que brotan al unísono.


Y sé que tal vez siga haciendo este recorrido, una y otra vez; aunque lo evite a toda costa, pensando y reflexionando cada vez. Y también sé que hay una curva en esa senda donde una parte de mí se quebró; donde el mundo se volvió para mí un poco más triste, desolado e inexplicable y aún así soy capaz de buscar la belleza de su paisaje. Pero sé que este no es mi camino; aunque he aprendido y perdido mucho en él, necesito transitar mi propia senda.

familia


Toda familia es más o menos disfuncional. Y algunos días más que otros.

Cada que me olvido de ese pequeño detalle tengo que recordar esta gran frase:

"La familia es la base de la sociedad."

bump in the road


y sólo queda atravesar esa parte incómoda del camino y proseguir. El recorrido sigue interminable...con la tranquilidad de saber que jugaste como debías, que prosigues íntegra, sin remordimientos, diferente y más sabia. 

No conozco otra forma de jugar.
Dar es dar, lo que recibes es también libertad.



Enjoy!

calma chicha

El verano se ha adelantado a sí mismo con casi un mes...el sol aletarga más a UIO, y aquí parece que no pasara nada. Un día se sucede a sí mismo sin fin...una y otra y una vez más. 


Muchos días me levanté con esta sensación: 


y no me apetece seguir haciéndolo.


Este fue un mes muy extraño, de tiempo estancado, de agua que no corre y viento que no sopla. Pero una, aunque a veces sienta que de tan lento que avanza está yendo en reversa, no puede quedarse estática como su derredor...así que veamos si con este mes que media el año el agua consigue romper el dique y empieza a fluir, y  las cosas empiezan a moverse. No queda sino proseguir cambie o no la marea. 


Un buen mes para todos señoritos y señoritas, enjoy!!




Un paso a la vez

Poco a poco la semana que termina se llenó de noticias malas, trágicas; despedidas y pesares. Y sin embargo el mundo sigue girando. El sol estático, nos sigue alumbrando, día a día. Y tenemos que recorrer nuestras vidas un poco más solos, un poco más tristes, un poco más viejos. Y sólo quedan con nosotros recuerdos.


Siento que la primavera esta vez trae consigo ánimos tristes, desolados. Y hay que hacerle frente y continuar jugando una vez que las fichas han sido movidas y el tablero tiene una nueva configuración. Sin saber que vendrá a futuro y aunque cuesta, hay que seguir; un paso a la vez.


Espero dar los suficientes pasos para alejarme un poco de esta desolación que siento; para tararear mis canciones favoritas mientras camino sin pensar en nada más, para que mi mente esté lo suficientemente calma para imaginar objetos interesantes que diseñar, para dedicarle a las cosas que hago todo el tiempo y atención que se merecen.


Que esta nueva semana sea infinitamente mejor a la anterior.



De repente

así de la nada, necesitas recordar. Una interesante conversación, un mail que relees, sin saber porqué...nimios actos, que normalmente pasarían desapercibidos en el día a día; pueden desencadenar la nostalgia. 

O más bien, la necesidad de hacer un alto a la rutina, a la planificación de las siguientes horas de vida y dejar que los recuerdos de otros tiempos y personas que ya no están te acompañen un trecho del camino. 

Para entender que tu historia no es más que el lazo entre unas historias que fueron, y otras que serán. Y para sacarle el mayor provecho al aquí y ahora.

se fue, se fue, no hay porqué llorar
el tiempo nos igualará...

UIO

La franciscana cuidad es un ser complicado. A veces siento que voy a implosionar si sigo caminando por sus calles. Suelo quejarme largamente de todo lo que no me gusta de ella. Tengo una relación amor odio con UIO. Resiento su mojigatería pueblerina. La poca planificación de sus administraciones. Su errante trazado urbano y todos los problemas que le aquejan. La calma chicha de su vida.

Me molesta que no seamos capaces de implementar soluciones que ya han sido probadas en otras urbes y acondicionarlas a nuestras particulares realidades. Si enumerara todo lo que me jode de UIO no terminaría nunca.

Y sin embargo hay algo que me impide renegar completamente de este pupo del mundo. De este pueblo cosmopolita. Crisol al que convergen nacionales y extranjeros por igual, y que adoptan como lugar de residencia. Habitación y también hogar. Madre y madrastra. Oportunidad y desesperación. Vida y sobrevivencia. Y no sé qué es, pero UIO siempre tendrá un sitio preponderante en mi corazón.

Caminar y recorrer el centro histórico en un día frío, y mejor si es lluvioso, me ayuda a recordar que hay algo especial en esta ciudad de locos que vale la pena, aunque aún no se qué es. Siempre descubres algo nuevo; como el día que después de más de dos décadas sin saber cómo se veía la intersección de las calles Cuenca y Chile, arribé para ver que, una vez retiradas las ventas ambulantes, había una plaza amplia y pude por fin contemplar toda la fachada de la iglesia de La Merced.

Y sí, a pesar de todo UIO tiene una magia que me atrapa, y que me gusta y necesito redescubrir. Compartirla con los amigos y mostrársela a gente que aún no la conoce. Es bueno reconocer esos espacios que están ahí, aunque normalmente ya no les prestamos atención y pasan a esconderse en el telón citadino.

UIO desde el Teleferiqo foto cortesía del Ursus

En la madrugada

La quietud de la ciudad y su silencio nocturnos los conecto inmediatamente a la carrera que estudié. A las entregas. A larguísimas horas de insomnio buscando soluciones más o menos útiles. A esa hora de la madrugada en que sientes que cada segmento de piel se te congela y está a punto de caerse del puro frío. Y a la música que invariable y fielmente me acompañó sin quejarse nunca; al pie del cañón. A las llamadas y posteriormente al chateo con los amigos y compañeros que estaban en la misma situación. A la desesperación de que algún material se termine; que la impresora quede sin tinta; que se vaya la luz; que se cuelgue el programa y no hayas grabado las mil horas de trabajo. A ver teñirse el alba en el horizonte y saber que el tiempo se termina, inexorable.

Y poco a poco la costumbre te lleva a disfrutar de ese tiempo. Aprendí a trabajar en la noche. Me transformé en un buhito. Pero a fuerza de rutina había olvidado como empezó todo; por pura obligación, por la necesidad de hacer que las 24 horas rindan todo de sí. Ayer/hoy en la madrugada lo recordé vivamente. Recapitulé el porqué de muchas cosas. 

Además de ser un tiempo especialmente bueno para producir, la noche quiteña tiene la ventaja de que su frío te obliga a estar atenta. Y a falta de inspiración para trabajar me puse a divagar, a cuestionarme muchas cosas. Solo llegué a dos conclusiones después de estar en blanco contemplando mi aquí y ahora. Los imponderables de que está plagada la vida, que cambian constantemente el tablero de juego, siempre estarán ahí. Y no dependen de mí. He de hacerles frente lo mejor que sepa, aunque en algunos casos lo único que queda es desviar el curso de nuestro juego y dejar que las cosas discurran solas. Yo me ocuparé de aquello que me compete.
La otra es que esta vida es vida y no mera sobrevivencia cuando puedes disfrutar de la música y cuentas incondicionalmente con amigos con quienes hacerlo. 

Eso es lo que pasa cuando por más que desees la inspiración no llega, tu cerebro se opone a colaborar, la noche se torna demasiado larga y tienes una sobredosis de Joaquinito en la cabeza. ¡Y ya!