El universo creativo del escritor Lander Garro
Lander Garro es escritor y fotógrafo. Nacido en Orereta, Guipuzkoa, en 1975, publicó en 2004 las novelas Orain galdera berriak ditut y Lehen aldia, en la editorial Txalaparta. En 2006 el ensayo Ez merkeenak! Bai onenak!, la novela Kontrarioak en 2010 con la editorial Susa, y ha traducido al euskera la novela de Albert Sánchez Piñol La pell freda, publicada en Txalaparta como Larrua hotz.
¿Escribes siempre en el mismo lugar?
No, escribo en cualquier lado. Pero tengo un lugar de trabajo, un estudio, en el que trabajo la mayor parte de las veces.
¿Cómo es? ¿Me lo podrías describir?
Es una estancia blanca, grande, con las paredes llenas de estanterías. Como en mi casa no somos de coleccionar chismes, en ellas solo hay libros y alguna foto suelta puesta con poca gracia. En la mitad hay una mesa grande, que normalmente suele estar llena de papeles, libros, carpetas y demás cosas que se van acumulando. A un lado tengo dos butacas y una mesa pequeña, un espacio para leer, pero no lo uso mucho porque tengo costumbre de leer en la cama. Al
otro lado tengo una puerta que da a un jardín, que cuando hace buen tiempo suele estar abierta, y de la que continuamente llegan los cantos de los pájaros y el ruido de las hojas. Tengo alguna foto colgada en la pared (una de una ballena que tomé en Argentina), flores y plantas, discos, y un toca-discos que me regaló mi hermano mayor, que es un melómano incurable. Detrás mío, si alargo el brazo, toco mi bicicleta, que es la que más me ayuda en épocas de angustia.
¿Escuchas música mientras escribes?
Me gusta escuchar música para todo, y para escribir también. Hay cantidad de música que te podría nombrar, pero por no aburrir y no resultar pedante, te voy a decir mis tres favoritos: Eleni Kareindrou, que es una pianista griega que componía la música de los films de Theo Angelopoulos (la música de La mirada de Ulises es insuperable), Chet Baker, ese gran trompetista desdentado que era aún mejor cantante, y un grupo de Iruñea que canta en euskara que se llama Kerobia y son unos genios.
¿Sueles llevar un horario estricto?
Soy como los supermercados newyorquinos que no cierran nunca. Yo diría que me cuesta escribir de seis a ocho de la mañana, a partir de ahí cualquier hora es buena. Quizá el momento que más inspirado me pilla es la noche, pero no es fácil tener la energía suficiente. Además antes fumaba escribiendo, y solía pasar un rato después de cenar que me resultaba super creativo, pero después dejé de fumar, y ya no sé...
¿Utilizas cuadernos para tomar notas o lo haces todo a ordenador?
Tengo media docena de cuadernos, porque siempre los pierdo, y si no tengo uno a mano me pongo muy ansioso. Van apareciendo y desapareciendo como los calcetines sueltos. Tienen una habilidad especial para esconderse, pero no es de extrañar, porque los llevo a todos lados. Tengo uno muy especial que compré en Girona, al que tengo cariño no sé porqué, y también tengo un boli con forma de pez que me da buen rollo. Tengo algún cuaderno grande, de esos escolares, para cuando viajo, y también tengo libretas, de esas que se cierran con una goma, que son las que llevo todo el día encima.
Cuando estás muy metido en la escritura de un libro, ¿te cuidas a la hora de elegir
las lecturas para que no te influyan?
No, no lo hago. Casi siempre estoy leyendo cosas que tienen que ver con lo que escribo, o con lo que podríamos llamar mi universo, que es un universo incompleto y cambiante, y que va, justamente, completándose y cambiando con lo que leo. No siento que nada me contamine, cuando me vale lo utilizo, y cuando no, me vuelvo impermeable. Hace poco leí Martutene, de Ramón Saizarbitoria, y me influyó, porque él escribe frases más largas, y de pronto yo también estaba escribiendo frases más largas, pero son cosas naturales a las que no presto especial atención: si pasa, pasa.
¿Hay algo concreto que no puedas/debas hacer mientras escribes?
Me molesta mucho tener el suelo sin barrer o ropa por doblar. También me resulta imposible escribir si tengo la fregadera llena, o la cama sin hacer. Si tengo frío, no escribo.
¿Tienes lecturas de descanso?
No distingo las dos literaturas. Siempre leo para descansar, y siempre me descansa leer.
¿Cómo es tu biblioteca personal? ¿Me la puedes describir?
Tengo los libros separados por idiomas, por editoriales y por géneros. Los libros en euskara, por ejemplo, están ordenados por editoriales, porque tengo muchos de cada. Los libros de castellano también los tengo por editoriales, pero es mas difícil, porque tengo muchos libros sueltos, de editoriales pequeñas o sudamericanas. Tengo otra estantería para los libros de francés, que es un idioma que me gusta para leer, aunque sea literatura americana. Tengo un apartado especial dedicado a la editorial Txalaparta, porque tengo casi quinientos títulos, y además tengo los libros de poesía, los libros de fotos, los comics, las biografías... En mi habitación, encima de mi cama tengo los libros pendientes. Algunos llevan seis años allí. Pobres.
¿Eres fetichista con el libro como objeto?
No especialmente, pero me repelen los libros cuyas cubiertas son feas o malas, mal diseñadas o diseñadas con dejadez. Me gustan los libros de bolsillo de Anagrama, por ejemplo, porque los que tengo son buenos y les tengo cariño, aunque como objeto no valgan ni un real. 'La conjura de los necios', por ejemplo, que es un ejemplar corriente, es uno de los libros que más lleva conmigo, y no me separaré de él hasta que muera. Tengo otro ejemplar de el Relato de un naufrago de García Márquez de la editorial Mondadori, un libro mucho más elegante que le gané a mi hermano gemelo en una apuesta. Ese es otro de mis favoritos. Hay una editorial en euskara que en su día publicaba libros muy hermosos, la editorial Pamiela, que ilustraba las portadas con una pegatina que quedaba super coqueta, que publicó el libro Ni ez naiz hemengoa (Yo no soy de aquí), de Joseba
Sarrionandia, que es un libro que sí guardo con especial mimo.
¿Qué casa de escritor te hubiera gustado visitar o has visitado y te ha fascinado?
Hubiera visitado muy a gusto a John Fante en su habitación de Los Angeles, a Henry Miller en la suya de París, y sin moverme de París hubiera pasado por la casa de Jon Mirande, y de la de Julio Cortázar. Me hubiese gustado conocer el cuchitril de Fiodor Dostoyevski, y me hubiera gustado salir a un tugurio con él y emborracharnos juntos cada uno en su lengua. Soy bastante mitómano, por desgracia. Me gustan los escritores, y me gusta hojear las librerías ajenas. Pero con ellos (con los nombrados) es imposible, por lo que me conformaría con tomar un tecito con Joseba Sarrionandia, que es unos de los escritores más grandes que ha dado el genero humano. Una de las casas que he visto es la del escritor Elmond Rostand, el autor de Cyrano de Bergerac, que vivía en Kanbo, un pueblito
labortano, y cuya casa es un museo. También visité la casa de Victor Hugo en París, y descubrí su cama tipo sofá, ya que en aquella época dormían sentados. Ambas casas tenían suelo de roble, que crujía cuando caminabas y era imposible no oír tus propios pasos como su fueran los de ellos.
Te molesta que se doblen las páginas, que se arrugue el lomo al abrirlo
demasiado, subrayas, anotas en sus páginas…?
Antes anotaba en los márgenes, pero ahora no puedo hacerlo porque comparto los libros con mi hermano que está preso en París, en una cárcel donde no aceptan los libros con ningún tipo de anotación. Odio que se me despeguen las cubiertas o las hojas.
¿Tienes algún tesoro en tu biblioteca? Primeras o raras ediciones, dedicatorias…
Tengo un libro que se titula El último de los Savage, que me prestó Josu Uribetxeberria en la cárcel de Carabanchel, allá por 1997, que nunca se lo devolví. Es un libro importante para mí, porque yo estaba muy jodido y él me ayudó mucho. Ahora se lo puedo devolver, pero no quiero hacerlo. Tampoco creo que me lo aceptara.
¿Lees poesía?
Tengo la curiosa manía de leer solamente poesia en euskara. En un misterio, pero lo leo todo, o casi todo. En euskara hay muy buenos poetas, mejores que los narradores, diría yo. Leo en cualquier lado, pero sobre todo en la cama y en el tren, sitio en el que me apasiona leer.
¿Sueles acudir a bibliotecas?
Las bibliotecas me retrotraen a mi época de estudiante, época negra y difícil para mí. Me resulta casi imposible relacionar una biblioteca con un lugar de gozo. Sin embargo he estado muchas veces en Koldo Mitxelena, que está en Donostia, que es un edificio polivalente, en el que hacen exposiciones y al que me gusta ir de vez en cuando. La mayoría de las veces me dedico a hojear libros de fotografías.
¿Me podrías hacer un canon de libros?
Primavera con una esquina rota, de Mario Benedetti, Rayuela, de Julio Cortázar, El guardián entre el centeno, de Salinger, Recuerdo de la muerte, de Miguel Bonasso, Canción de amor para los hombres, de Homar Cabezas, A sangre fría, de Truman Capote, Autobiografía de mi madre, de Jamaika Kinkaid, Crimen y castigo de Dostoyevski, Karoo, de Steve Tesich, Pregúntale al polvo, de Fante, Homo fabber de Max Frisch, El gran cuaderno, de Agota Kristof, Las benévolas, de Jonathan Littell, Shutree, de Cormac MacCarthy, La conjura de los necios, de Kennedy Toole, Eta handik gutxira gaur (Y poco después ahora), de Eider Rodriguez, Lagun izoztua (El amigo congelado), de Sarrionandia, Hamaika pauso (Once pasos) de Saizarbitoria, Etiopia, de Atxaga, Baleen berbaroa (Voces de ballena), de Edorta Jimenez y la poesia de Koldo Izagirre, fundamentalmente Non
dago Basques' Harbour? (Donde está Basques' Harbour?).
¿Hay algún clásico con el que, por alguna razón, no hayas podido?
Muchos. No he podido con Cervantes, ni con Joyce, ni con muchos otros. Me lo tomo con calma.
¿Qué clásico que sabes que vas a disfrutar no has leído aún?
Moby Dick.
¿Hay algún tipo de libros que nunca leerías?
No soporto la literatura mala, y menos aún la literatura mala hecha con mala intención. La literatura política maniquea me asquea especialmente, y de eso aquí hay a toneladas, sobre todo la literatura de derechas (que a veces se tiene a sí misma como literatura de izquierdas).
¿Cuando viajas escribes?
Sí, porque el tren es uno de los lugares más pacíficos del planeta. Todo el mundo entiende, por una extraña razón, que el silencio es importante. No pasa en ningún otro lugar.
¿Te has encontrado alguna vez en un mercadillo o librería de viejo alguno de tus libros?
¡Buena pregunta! Es una sensación contradictoria, porque el escritor quiere estar en todos lados, pero un mercadillo es un sitio de cosas abandonadas, de cosas que ya no sirven, por lo que a uno siempre le queda la angustia de saber porqué, qué pasó, como fue que ese lector no se enamoró del libro...
¿Has coincidido alguna vez con alguien por la calle o en el metro, leyendo uno de
tus libros?
Alguna vez. Es difícil mantener la compostura. Pero siempre me sucede que no me reconocen, lo cual es una suerte, porque... ¿qué le dices? ¿Gracias? Si fueras honesto tendrías que decirle: ¿Qué haces leyendo eso?, seguro que no has leído Shutree de Cormac MacCarthy, ¡corre y cómpralo! Pero, del mismo modo, piensas: ya está. Esto es lo que quería cuando estaba sentado delante del ordenador dando con la frase o con el detalle exacto...
¿Libro en papel o digital? ¿Tienes Kindle o algún tipo de lector electrónico?
Qué va, papel.
También puedes seguir a Lander Garro en su perfil de twitter: @landergarro