Las lecturas de Imanol Galfarsoro

Fotografía de Joseba Barrenetxea Altuna 
Imanol Galfarsoro realiza investigaciones sobre la política de la diáspora, el multiculturalismo y el nacionalismo, especialmente aplicado  al caso vasco. Ha enseñado en la Facultad de Humanidades, Artes y Lenguas de la Universidad Metropolitana de Londres y en el centro de estudios vascos en la Universidad de Nevada, Reno (Estados Unidos). Es autor del Epílogo al libro de Slavoj Zizek iBienvenidos a tiempos interesantes!: Todo lo que siempre quisiste saber sobre Slavoj Zizek y nunca te atreviste a preguntarle a Imanol Galfarsoro” (Txalaparta, 2012: 153-184); en 2005 publicó "Kultura eta identitate Erbesteratuak" (Iruñea-Pamplona: Pamiela, 2005), que fue finalista del Premio Nacional de Ensayo 2006, y en 2008 "Subordianzioren Kontra" (Pamiela). Imanol acaba de terminar su doctorado de la Universidad de Leeds.  


¿Crees que la Literatura juega un papel importante a la hora de remover conciencias?

Sí, por supuesto y Jean Paul Sartre ya escribió sobre ello en “¿Qué es la literatura?” Pero nunca se sabe de dónde pueden surgir los revulsivos que transforman la conciencia individual que uno tiene de ‘estar en el mundo’ en conciencia colectiva, en quehacer emancipador orientado a ‘cambiar el mundo’. Cuando me adentré en los llamados Estudios Culturales anglo-sajones, fueron muchos los autores que me influyeron a la hora de entender mejor lo que es la cultura, de la que la literatura forma parte. Ahora bien, la cultura no es tan sólo el apéndice ‘civilizatorio’ de las ‘bellas letras’ o las ‘bellas artes’ en el sentido elitista del clasicismo europeo; la cultura, por lo tanto, tampoco es algo garantizado por el estado, la religión o las buenas costumbres en –la- sociedad). La cultura, ciertamente, es educación, en los dos sentidos de la palabra (formación y modales) pero también está relacionada con los ‘modos de vida’ de grupos socio-culturales concretos como podría ser la comunidad fronteriza galesa de donde provenía el gran Raymond Williams, crítico cultural, político y social genial si los hay y de cuyos libros destacaría como introducción a sus obras la colección de artículos “Resources of Hope”; pero, además, la cultura también son ‘los modos de lucha’ como los que J.P. Thompson destacaba en su “Formación de la clase obrera en Inglaterra” o la de los emigrantes caribeños y las diásporas de lo cual Stuart Hall trata(ba) en muchos de sus escritos (que, por otra parte, de paso, fueron cruciales a la hora de recuperar y re-interpretar la obra de Antonio Gramsci así como su concepto clave de hegemonía o la idea de lo nacional-popular en los 1980s). En este sentido, entonces, cualquier estudio sobre la cultura, o la literatura, que merezca la pena debe fundamentarse en lo concreto y debe estar propiamente contextualizado e ‘historizado’ como lo diría Fredric Jameson (always hitoricize) en su clásico libro “El inconsciente político”. Aunque al mismo tiempo siempre es aconsejable volver sobre nuestros pasos puesto que al hablar de cultura y literatura nunca se puede olvidar esa dimensión dialéctica de la crítica y muchas veces hay también autores más bien conservadores de los cuales se pueden extraer muy buenas lecciones. Ahí están por ejemplo las del poeta y ensayista TS Eliot en sus “Notas hacia la definición de la cultura”, o con anterioridad las del también poeta y crítico cultural del siglo XIX Matthew Arnold quien en “Cultura y Anarquía” nos vino con frases increíblemente sugerentes como esta: “La cultura es lo mejor que se ha pensado y dicho en el mundo”. Si bien el espíritu de esta frase era indudablemente elitista en sus tiempos, pienso que la letra se puede volver a leer hoy en día como un slogan emancipador. Sí, ya lo sabemos, la cultura no se puede entender sin su definición amplia asociada a la dimensión antropológica o sociológica, pero también es necesario mimar esa visión más ‘estrecha’ de la cultura relacionada con la estética y el arte. Entonces, la literatura, sí, en la medida que forma parte del arte y, por si esto fuera poco, el arte es así mismo según Alain Badiou uno de los cuatro procedimientos de la verdad junto a la ciencia, la política y el amor, pues entonces sí que juega un papel central a la hora de remover y sacudir conciencias.

¿Por qué crees que hay que leer?

Oh, no hay ninguna razón particular por la que haya que leer. Me refiero a leer libros. Conozco a mucha gente que lee muchas cosas (en ordenadores, periódicos, revistas, comics etc. etc.) pero vive tranquilamente y muy feliz sin leer libros y además tiene perfecto derecho a quejarse de ti si empiezas, por poner un ejemplo, a enchufarle diatribas intelectuales o filosóficas en el poteo con la cuadrilla. Ahora bien, el problema surge a otros niveles tal vez más militantes y concienciados políticamente, y ahí siempre tiendo a ponerme un poco nervioso con actitudes anti-intelectualistas primarias o también cuando, por poner otro ejemplo clásico, oigo la cantinela de que esto o lo otro no se entiende porque ‘es muy teórico’. iPues léetelo tres veces chico! O haz un esfuerzo para averiguar sobre la genealogía que se esconde detrás de esa teoría. Lo que sea. Pero no me seas filisteo. No, si nuestro objetivo compartido es crear ciertas condiciones de posibilidad para sacar adelante proyectos políticos de liberación, no acepto actitudes anti-teóricas, anti- artísticas o anti-intelectuales. Actúa, sí por supuesto, pero también piensa, contempla y lee.

¿Cómo empezaste a leer libros con peso político?

Mi toma de conciencia política es gradual y viene desde casa pero a nivel público se da en Arrasate-Mondragón, donde además de las co-operativas también se encuentra el manicomio de Santa Agueda, el antiguo balneario donde el anarquista Michele Angiolillo atentó mortalmente contra Cánovas del Castillo. La adolescencia de mi generación coincide con ese momento efervescente tras la muerte de Franco que dura unos dos años, tres máximo. A nivel subjetivo recuerdo que ese es el momento en el que nos las ingeniábamos para desviar la atención de las miradas de los granos de la cara a nuestros pies porque nos poníamos esos botones de militar enormes, que además eran falsos Doctor Martin de segunda mano. En términos más políticos recuerdo perfectamente como se tomó el edificio del sindicato vertical, que desde entonces y todavía hoy en día es sede de sindicatos y movimientos sociales. Recuerdo un día que estábamos ahí dentro y también con nosotros un ‘loco’ de Santa Agueda que estaba fuera de permiso pero decía que no quería volver más. ‘No te preocupes’ le respondimos, ‘puedes quedarte aquí’ y me fui corriendo a casa a unos cuatro kilómetros y volví con un saco de dormir plumífero que tenía y ahí se quedó y no sé lo que pasó después ni con él ni con el saco pero lo que sí sé es que ese pequeño acto práctico ya estaba más o menos conscientemente encuadrado en una teoría, porque estaba claro que aunque no le entendiéramos mucho a Michel Foucault sí sabíamos ya que había que luchar no sólo a favor de la amnistía para los presos políticos pero también para los presos sociales y también sabíamos que palabras y libros como “vigilar y castigar”, panóptico o “historia de la locura” constituían así mismo llamamientos directos a la acción concreta, allí en las calles de Mondragón a favor de los presos, a favor de los ‘locos’, etc.

¿Tienes algún primer libro o autor que te conmoviera entonces especialmente?

Bueno en lo político Foucault, desde luego, y otros autores de la nueva izquierda de entonces, los Situacionistas etc. que no te pienses, tampoco era como que pilláramos mucho pero como he dejado a entender antes, muy pronto llegó el famoso ‘desencanto’ y luego había esas palabra feas, ‘pasota’, ‘porrero’ etc. que fueron el San Benito que colocaron a nuestra generación, esa que era demasiado joven en el 68 y en las luchas anti-franquistas y que luego en el País Vasco, en concreto, sería ya demasiado vieja para cuando llegó el rock radical. El recuerdo que tengo es de unas lecturas muy contradictorias, todo bastante mezclado y muy caótico. Para poder fardar un poco había que leer poesía casi por obligación, Baudelaire, Whitman, Verlaine; luego había que leer la prosa sin pausa de Marcel Proust y la filosofía de Cioran y sus teorías del suicidio totalmente deprimentes que, desde luego, no servían para ligar; la famosa trilogía de Herman Hesse, ‘Siddharta’, ‘Demian’ y ‘El lobo estepario’; Italo Calvino y su mundo de aristócratas alegóricos; con la generación beat disfruté muchísimo, las road novels de Jack Kerouac, la poesía místico-budista de Alain Ginsberg, y sobretodo con William Burroughs. Bueno, con Burroughs recuerdo perfectamente su libro “Yonqui", que me impresionó e impactó mucho porque no te daba ninguna opción a disfrutar con esa estética de la heroína que funcionaba un poco alrededor mío. Vaya mierda la heroína y vaya estragos que hizo… y luego tampoco es como que las borracheras decadentes y la inmensidad de polvos fallidos en los libros de Charles Bukowski te sirvieran de alternativa. Retrospectivamente entonces, todo un magma de lecturas muy contradictorias pero me imagino que iba unido a esa época de crecimiento y descubrimiento de uno mismo. Muy individualista pero a la vez con un contexto o un background, el vasco en particular, que a mi me sirvió como contrapeso político para acercarme a los movimientos sociales, al feminismo, al movimiento anti-nuclear etc. etc. Ah, me viene a la cabeza “Desobediencia Civil” de H. D. Thoreau que ya entonces me dejó un poco mosca. Me recordaba a esa amiga hippy que cada día controlaba con un péndulo las vibraciones de la comida en el frigorífico, hoy el queso tiene buena onda pero el yogurt no y, claro, tampoco vacunaba a sus hijos. Como Thoreau, por supuesto, después de todo, por qué iba a trabajar 8 horas como todos los demás para pagar una casa o un billete de tren si podía vivir en un chabola y además en 8 horas podía hacer ese mismo recorrido andando! iYa! Ya sé que el de-crecimiento es una opción de futuro pero sólo lo será como alternativa colectiva al desarrollismo no como solución individual. En ese respecto el libertarianismo me defraudó bastante y pronto, y también todo ese eco-misticismo orientalista de la cultura alternativa que vendrá más tarde a reconstituirse como suplemento benigno del individualismo liberal bajo la forma del new age y la medicina holística.

A los jóvenes que comienzan a despertar, ¿qué lecturas les recomendarías? ¿Por dónde empezar?

Nada, no les recomiendo nada. Que se busquen la vida. Pero sí recomiendo una cosa a maestros y profesores y es que los alumnos en las escuelas y los estudiantes en las universidades merecen que se les de la mejor educación posible, que se les enseñe lo mejor que se ha pensado, dicho y escrito en el mundo. También entiendo que haya discusiones y discrepancias sobre que es lo mejor en el mundo pero creo que además de Arnold algo parecido ya lo dijo también Max Weber instando a los profesores a que dejaran sus ‘fantasías’ revolucionarias a un lado a la hora de enseñar, y yo también soy participe de esa otra ‘fantasía’ del universitas entendido como espacio ‘sagrado’ reservado a la difusión del conocimiento. Ya sé que la cosa se queda abierta a muchos malentendidos pero ahí lo dejo y si hay todavía algún profesor ‘crítico’ por ahí que esté ‘avergonzado’ de su posición ‘privilegiada’ por enseñar en la universidad que lo deje, se pille una charrasca y se vaya a luchar con los naxalitas maoístas a India.

¿Podrías hacerme un breve recorrido por tu estantería de contenido político o filosófico?



Me pones en un aprieto porque me obligas a revelar mi dimensión fetichista. Pensándolo bien mi estantería está (des)organizada por décadas. De finales de los 70 que sería mi época callejera, por decirlo de alguna manera, todavía guardo todo un montón de revistas alternativas y ecologistas (ajoblancos, bicicletas, ozonos, askatasunas… ) y también una buena colección de libros de bolsillo de Anagrama (Marcuse, Baudrillard, Debord, Lefebvre…). Luego ya las décadas van ordenándose por estudios y momentos profesionales: en los 80 en Francia hice Hispánicas en la Universidad de Toulouse y Estudios Vascos en la universidad de Burdeos, por correspondencia, y ahora mismo todavía tengo guardada toda una pila de libros de historia, historia de la literatura y de la lengua, lingüística etc., y prácticamente todos los clásicos, de Garcilaso y Axular hasta Racine, y iqué fuerte!, acabo de encontrarme con ‘Las Cartas Marruecas’ de Cadalso el copycat español de ‘Les Lettres Persanes de Montesquieu, con un montón de apuntes. Curiosísimo. No me extraña que en los 90 me diera por adentrarme en todos esos debates sobre la modernidad y la posmodernidad. Viví en Londres bastantes años y he guardado muchos libros sobre los estudios culturales, post-coloniales, subalternos, sobre los feminismos de la segunda ola, estudios de la diáspora, mucha teoría cultural y teoría crítica, libros sobre la globalización, el nacionalismo, el multiculturalismo y la identidad o sobre el cuerpo que fue también tema clave, los cyborgs, la biopolítica... En fin. Y luego con eso del eterno retorno dialéctico que mencionaba antes, aunque ahora a la inversa, me estoy haciendo viejo pero parece que no conservador y la mayor parte de los últimos 10 años me los he pasado de regreso o ¿quién sabe? igual hasta de regresión ideológica en busca de la nueva idea o hipótesis comunista. Sea lo que sea, sigue siendo un placer leer no ya a gente como Zizek o Badiou pero también a clásicos de la autonomia como Toni Negri y demás después de 2/3 largas décadas más bien malas para el pensamiento radical y buenas para ex-izquierdistas diletantes. Y si no, no tienes más que ver cuanto antiguo trosko y mao y marxistas-leninista 68ero y anti-franquista de la misma generación ha acabado de asesor en el gobierno vasco con eso de que sí, por supuesto que yo sigo estando a favor de la democracia participativa e incluso radical pero iojo! siempre en contra de la violencia etc. etc. Me alegra mucho que el tiempo de los Bellas Almas angelicales e inocentes sin pecado concebidos se esté acabando. Pero para que veas que uno también es heterodoxo como Dios manda, faltaría más, en medio de tanto libro ordenado por disciplina y década, varias ‘categorías anómalas’, como diría la antropóloga estructuralista Mary Douglas, se han cruzado en mis lecturas. Recuerdo que, en Francia, por ejemplo, me devoré un montón de novelas sobre el detective superintendente San-Antonio y algunos trabajillos multiculturalistas avant la lettre de François Cavanna como ‘Les ritals’ o ‘Les russkoffs’, aunque de todos modos, ya entonces me parecía que toda esta peña alrededor de la revista Charli Hedbo, o incluso gente ‘bohemia’ como Serge Gainsbourg y compañia actuaban un poco como los bufones oficiales del rey. Luego en Londres me empezaron a dar arrebatos de perversión fetichista y por ahí me dí la regla de leerme las novelas escritas en EEUU por orden cronológico en mis horas de metro, y así lo hice desde el “Moby Dick” de Melville hasta John Dos Pasos, lo recuerdo, porque luego ahí me planté al descubrir a Tony Morrison y acabé leyéndome todas sus novelas, y luego también sus escritos críticos sobre el feminismo de las mujeres de color.

¿Qué libros tienes ahora mismo en tu mesilla de noche?

Ah, en el asunto de las lecturas de noche la norma que me he impuesto es: ‘crítica en euskera’. Ahora mismo llevo bastante tiempo con ‘Moroak gara behelaino artean?’ de Joseba Sarrionandia y ‘Azken egunak Gandiagarekin’ de Joxe Azurmendi pero voy lento porque además son unos libros bastante potolos.

¿Me recomendarías tres libros?

A ti no, que todavía eres joven. iBúscate la vida! A estos antiguos ex-rojos siempre-progres a los que me refería antes sí, tres que son como la santísima trinidad del (post)-Marxismo actual: La razón populista de Ernesto Laclau, Violencia de Slavoj Zizek y Elogio al Amor de Alain Badiou, que les recomendaría lo leyeran junto con su Etica, porque los dos son muy cortitos se complementan muy bien, y ¿quién sabe? igual hasta les hace reflexionar sobre lo dogmáticos e intransigentes que han sido, y siguen siendo, con los temas de la democracia y los derechos humanos, entre otros. Por cierto, con eso de que a los vascos nos gusta bastante gozar el síntoma de nuestra excepcionalidad cultural, ¿sabías que la Etica de Badiou se tradujo antes al euskera que al español o incluso al inglés? iPues eso pues!


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