A mi me gusta...


Me gusta salir temprano con el cabello aun húmedo y la sensación de las gotitas de agua que enfrían tu espalda.

Aunque deteste madrugar, ver nacer el sol sobre el paisaje andino no tiene comparación. Despertarse antes que el resto, o mejor no dormir nada de nada, y ver como poco a poco la luz y la actividad humana van borrando la quietud de la noche.

Me gusta la paciencia.

Me gusta hacer los regalos que doy, porque son una parte tuya que compartes con el destinatario. Me encanta abrir un nuevo libro, porque sé que en sus paginas se esconden amigos y enemigos que se añaden a la vida.

Me gusta estrenar una nueva pluma, y ver brotar la tinta, clara, precisa, decidida. Me encanta tratar de pintar con acuarelas, sus finas veladuras tienen una cualidad etérea, y tengo la sensación de que así deben ser las nubes del cielo.

Me encanta reencontrarme con los amigos de toda la vida, aquellos a quienes no importa volver a ver cada lustro, pues igual puedes compartir con ellos, como si ni un día hubiese pasado. Me gusta poder contar con los amigos. Conversar sin fin y de cualquier cosa. Reír, llorar, vivir.

Me encanta el chocolate amargo. Me gusta el vodka. Me encanta la nuez moscada y la pimienta. Y el olor del ajo cuando topa una sartén. Me encantan las manzanas con canela. Me encanta cocinar para los amigos y la familia. Nada se compara a compartir la comida, para mí es un ritual.

Me gusta quedarme dormida leyendo un libro. Y dormir mucho. Aunque es mucho mejor cuando un libro te impide dormir. Y te tiene en vela hora tras hora, mientras las campanas (pregrabadas) de la Basílica te cuentan que va pasando la madrugada.

Pero cuando hay algún trabajo grande, me gusta trabajar en la noche, cuando el resto desaparece y los buhos salimos de caza. En esos momentos me gusta poner el iTunes aleatoriamente y que caigan las más disímiles canciones una tras otra. Y cuando de madrugada el frío de la franciscana ciudad es más cortante, nada mejor que reggae para volver a la vida.

Me gusta la soledad.

Conozco un árbol viejo, vigoroso y sabio. Y cuando voy caminando me gusta pasar a visitarlo, a saludarlo y conversar con él.

Me gusta que la vida me recuerde que para apreciar la luna, debes haber tenido noches nubladas. Que para comprender al día, debes conocer la noche. Que la felicidad la entiendes completamente sólo cuando conoces la tristeza. Que los opuestos no son malos, sino complementarios.

Me gusta hacer por mí misma todo lo que puedo. Y aprender por pura intuición, empíricamente nuevas habilidades. Claro, a veces inventas el agua tibia y otras fracasas rotundamente, pero así aprendes tus propios límites. E incluso los traspasas. Creces.