Adelmiro

Lo conocí porque formaba parte de una sociedad que fué uno de mis primeros clientes, y sólo por pocos meses como cliente porque yo mismo integré luego esa sociedad, también por pocos meses como socio porque partí hacia otros horizontes en busca de experiencia.

Por esos tiempos hacía ya un par de años que era Intendente y conversábamos mucho acerca de los asuntos municipales. Quizá de esas charlas surgiera mi interés por los temas del pueblo.

Recientemente me enteré vía Facebook que estamos próximos al 10º aniversario de su partida, y me pareció buena idea poner un comentario aqui, no tanto para refrescar su memoria, algo que resulta innecesario porque, invariablemente, en cualquier conversación sobre política local, alquien lo recuerda; sino para introducir a los jóvenes que no lo conocieron en la semblanza de un personaje dueño de características muy particulares.

Muchas veces le escuché contar que, cuando chico y viviendo en el campo, leía La Voz de San Justo y soñaba con ser intendente. Siempre vió la intendencia como el cargo máximo, no como un simple primer paso en una carrera hacia una banca. Uno de esas personas que vivieron "para" y no "de" la política.

Como intendente primero y como interventor luego, cubrió siete años de mandato en una época en que "radichetas" y "chuchumecos" alternaban oficialismo y oposición, con respeto mutuo sin excluir chicanas que lucen refinadas frente a las prácticas actuales.

No había secretaria ni secretario ni despacho oficial cuya puerta titubeara en abrir, entrar, presentarse y... ¡pedir!... y con ese estilo surgieron nuevos barrios, el loteo del ferrocarril, edificios públicos, y dió comienzo a la segunda etapa de pavimentación, truncada por su destitución y que, de haberse concretado, quizá no estaríamos tan lejos de Brinkmann y Freyre en materia de infraestructura. Eso en las "cosas duras", las culturales las resumo así: Banda Juvenil.

Si tuviera que hacer una descripción básica, diría que era del tipo intuitivo, impulsivo y que no lo detenían las normas del protocolo. Ese estilo hizo que muchas veces sus colaboradores y amigos más cercanos se agarraran la cabeza. "Barrilete sin cola" le decían algunos, pero con una vitalidad tal que, una vez en el aire y aún a los bandazos y cabezazos, no había viento, ni granizo ni diluvio que lo tumbara.

En mi imaginación lo veo, de haberlo considerado conveniente y necesario, viajar a Roma, llegar al Vaticano, burlar la Guardia Suiza, evitar el protocolo de la Secretaría de Estado, ingresar al despacho principal y con la mano extendida decirle al Papa: "Adelmiro Olocco, Intendente de Porteña, mucho gusto."