The message of the medium

Leyendo leer a Vero, escribo...

Tu lectura de El ruido (te lo concedo) y la furia me está resultando un ejercicio (por interpósita persona) iluminador.

Porque me hace pensar en mi propia lectura. Yo la novela la leí dos veces, y aún así multitud de cosas, veo, me quedaron en el aire, confusas o definitivamente mal entendidas. Sin ir muy lejos, yo estaba dispuesto a creer la confesión de (he) Quentin. Es más, estaba dispuesto a suponer que (she) Quentin era efectivamente hija de su tío (me reservo la opinión, que no sabría sostener con una argumentación, de que Caddy bautiza a su hija con el nombre de su hermano para decirnos que, de alguna manera, es una hija de él).

Al contrario que vos, que te armaste de recursos para disipar la oscuridad, yo la acepté mansamente y me dejé confundir. Si no me engaña la memoria (que últimamente me está funcionando de maneras anómalas y caprichosas, al menos desde el punto de vista de mi Ego), es Borges quien dice, creo que en algún prólogo, que al leer a Faulkner uno no sabe qué pasa, pero sabe que lo que pasa es terrible.

Me dí cuenta, por ejemplo, de cuán imposible me resultaba contarle a alguien esta novela. Si me preguntás, no tengo idea de qué pasa en El ruido y la furia, cuál es su anécdota. Pero no tengo dudas de que lo que sea que pase es terrible.

Yo salí, de esa novela, como quien experimenta el ruido estremecedor de un temporal que lo atrapa en la playa, con la sensación de miedo y fascinación y exceso inasible que produce la tempestad desatada cuando uno la mira desde la costa, golpeado por el viento y sabiendo que está, a causa de una circunstancia muy pero muy frágil (una circunstancia muy pero muy frágil), a salvo de la furia del mar.

Yo no sabría sostenerlo con una argumentación, pero coincido con lo que decís: fue la mejor novela que leí en mucho tiempo.