De un derrotero y de una reflexión

El derrotero es el que yo realicé hasta comprar un disco. La música corresponde a una banda de esas que suele calificarse “de culto” (existe una comunidad de oyentes que la valora pero que no alcanza la masa crítica necesaria para ocupar un lugar en el mainstream).

Su música bien podría ser un caso más para mi colección de respuestas a la pregunta de Frank Zappa.

Hace años, tenían sus dos discos colgados en su propio sitio web para descarga gratuita. Yo los había bajado. En algún colapso de hardware, los perdí, y suerte similar habrá corrido el sitio de la banda, porque nunca más lo volví a encontrar. Tanto era mi deseo por recuperar esas grabaciones, que hasta indagué en el Internet Archive para descubrir que hay trazas del sitio en cuestión hasta 2009. Después, poof!, como Keyser Soze.

Contrariando la hipótesis que afirma que es muy difícil borrar las huellas digitales que se dejan en el ciberespacio, no pude encontrar ni una miserable canción ni en la mula ni en el torrent ni en ningún lugar de la web. Y busqué a conciencia. Nada

Amigos and Friends parece haber desaparecido del ciberespacio.

La semana pasada fui a ver un recital y encuentro, en la puerta, la habitual mesita donde el sello independiente del caso vende los discos de la banda del día, y muchos otros más.

Y allí estaban. Arcaicos, físicos, con cajita y celofán, con su booklet y la segura serigrafía en el lado ciego, seguramente brillantes y plateados en su lado con datos, grabados en formato CDA, los discos de Amigos and Friends.

¿Y saben qué? Los compré. A ver si lo explico claramente: compré los discos de una banda que había “regalado” su música en internet unos años atrás y que yo había obtenido asi en formato MP3 y luego perdido.

La reflexión es que hay música, digamos además que la música que a los mastines del copyright más les interesa, por la que yo no pagaría un mango. Shakira, por ejemplo, y sin ir muy lejos. Pero para mí, estos discos de Amigos and Friends tenían valor.

Se me hace de una evidencia así diría cartesiana que toda esta cuestión de la demonización de la piratería no tiene nada que ver con el arte, con el gusto de la gente y ni siquiera con la “propiedad intelectual”. Es lisa, brutal y llanamente una pelea en defensa de un modo de explotación y de apropiación. Nada más.

Para más INRI, Amigos and Friends, una banda que podría calificarse aproximativamente de “banda de covers”, declara en uno de los booklets que “el copyright de los temas aquí interpretados pertenece al inconciente colectivo de la humanidad”.


El que no haya pasado sus buenos ratos tarareando un jingle de televisión e imaginándole variaciones, que arroje la primera piedra: