El fantasma de Menard

No sé si da para elevar el fenómeno a la categoría de sign ‘o the times, pero no he podido evitar notar en la blogósfera (un énfasis que quizás se explique sencillamente en base a mi peculiar punto de vista) un cierto interés por la cuestión de la “versión”.

Hace un tiempo, yo me entusiasmé con este site y con este otro, que resultó menos interesante qus su Manifesto.

Hace poco, Bardamu, cuyo blog no dedica frecuentemente un énfasis especial a la música y que venía mas bien interesado en el cine, compartió con nosotros su obsesión de una noche de insomnio y nos regaló 28 versiones de I put a spell on you. Más recientemente, recopiló cuatro versiones de Sucio y desprolijo.

Vero ayer colgó a Mimí Maura haciendo R.E.M.

Ahora estoy un poco perezoso como para ponerme exhaustivo. Pero creo que cualquiera que dedique un rato a la faena, podrá encontrar cuantiosos ejemplos de gente que se cuelga con relevamientos, comparativas, agrupamientos, meras colecciones de “versiones de”, especialmente, canciones.

A todos nos fascinan las versiones.

Youtube facilita el ejercicio. Basta poner el título de una canción para tener la posibilidad de aburrirnos viendo mucho, pero realmente mucho, de lo que se ha podido decir a partir de esa canción.

Sin embargo, me gustaría señalar que aunque los ejemplos musicales son tal vez los más obvios, que podríamos incluso decir que la idea de “versión” es más frecuente en la música que en otras artes, la cuestión es más amplia y Vero da con una elegantísima manera de decirlo, en este post.

Vero, señaló, hablando de libros, lo que para mí es el corazón de cualquier versión de cualquier clase de obra: “un libro subrayado ya es una versión”.

Se puede dar vuelta perfectamente el enunciado: una versión es un texto subrayado.