Pedro Bravo, autor de La Opción B

© Juanjo Molina
¿Escribes siempre en el mismo lugar?

No. Escribo en un ordenador portátil que hace honor a su condición. Yo también hago honor a mi condición móvil y entre mudanzas y viajes, me resulta complicado escribir en un solo lugar. En mi casa de ahora tengo un despacho con dos enormes ventanas que dan a un cruce de calles, con lo que tengo dos puntos de fuga estupendos para perderme. También hay un montón de cajas de mudanza sin abrir y cientos de discos y unos cuantos libros. La mesa está llena de papeles. Sí, lo confieso, no soy un tío ordenado. Quizás por eso a veces me da por irme al salón, otras por escribir en la cama… La novela la escribí en un montón de sitios, en una casa anterior con una luz preciosa pero también en una casa familiar en Toledo con unas vistas de postal, en un hotel de Logroño, en Lisboa… Iba con la historia a cuestas así que escribía donde tocaba.

¿Escuchas música mientras escribes?

Escucho música mientras pienso, aunque no suene a través de ningún aparato, y escribir es pensar. O sea, que sí escucho música mientras escribo. La mayoría de las veces, incluso suena por un aparato, aunque no siempre. Según me dé. ¿Qué tipo? De la buena. O, al menos, de la que a mí me parece buena. “La opción B” es una novela que suena y que suena a punk de los 80, a Neil Young, a rock and roll, a electrónica de los 90. Al escribirla, la música era fundamental para ponerme en el tiempo y en el lugar de los personajes que, a través de esas músicas, se retrataban y se explicaban. Mientras te respondo a esta entrevista, estoy escuchando a un grupo de Barcelona que se llama Mujeres y a uno australiano que se llama Total Control pero puedo cambiar en cualquier momento de registro. Ya te contaré.

¿Sueles llevar un horario estricto? 

Durante la escritura de gran parte de “La opción B”, tuve la suerte –benditos finiquitos- de poder dedicarme casi a jornada completa a la novela. Me levantaba, hacía deporte y me ponía al teclado. Parada para comer, siestita y a seguir. Eso no significa escribir todo el rato, ya sabes, pero sí pensar todo el rato para escribir después. Y, como he dicho antes, me llevaba constantemente la novela conmigo, así que me pasaba el día tomando notas. Para otros textos, la hora es más o menos cuando puedo. Pero, puesto que estoy bastante liado con trabajos alimenticios que tienen algo que ver con la creación y, desde luego, me exigen estar hiperconectado, me viene mejor por la tarde o incluso en fin de semana, por aquello de la tranquilidad. Lo que no me suele gustar es la noche, en eso he mutado desde hace unos años.

¿Utilizas cuadernos para tomar notas o lo haces todo a ordenador? 

Utilizo de todo para tomar notas. Papeles sueltos, servilletas, el móvil, llamadas a mí mismo para dejar las ocurrencias en el contestador y, por supuesto, cuadernos. Tengo un montón de molesquines desperdigadas y llenas de notas diversas. No por fidelidad a esa marca, sino porque se ha convertido en algo casi inevitable. El ordenador también lo uso para tomar notas, por cierto. Y muchas veces se me ocurre algo antes de dormir, ya en la cama, y si no lo escribo no soy capaz de pegar ojo. Por eso tengo siempre algo a mano en la mesilla de noche. El resultado es que tengo un jaleo de notas de tres pares de narices y eso hace que la historia no vaya siempre por donde tiene que ir sino por donde la casualidad quiere que vaya. Lo cual, la verdad, me gusta.

Cuando estás muy metido en la escritura de un libro, ¿te cuidas a la hora de elegir las lecturas para que no te influyan?

Mmm, la verdad es que no sé si me cuido. Creo que no hago un ejercicio consciente de lo que debo o no debo leer sino que, como hago generalmente con las lecturas, me dejo llevar por lo que me apetece, por lo que me prestan, por lo que me recomiendan, por lo que cae en mis manos. Otra vez, por la casualidad y la vida misma. Recuerdo que durante la escritura de “La opción B” leí mucha novela negra. A Rankin, por ejemplo, que creo que no me influyó nada. Y a Markaris, que creo que sí. Me gustó mucho cómo retrataba Atenas en sus novelas. Yo ya había dado a Madrid y el resto de las ciudades de la historia, bastante presencia, pero Markaris seguramente influyó algo en eso. También leí, porque leo habitualmente, muchos libros de historia y política, de anarquismo, por ejemplo, y de antropología, y de ahí salieron cosas para la novela. Durante la reciente revisión y escritura de “Zona Prohibida”, un libro de reportajes periodísticos que publicaré dentro de poco en Quadrivium, me dejó mi hermana Paloma “La mujer de tu prójimo”, el impresionante libraco de Guy Talese sobre la revolución sexual americana en los 60, y coincidió con que muchos de mis reportajes y entrevistas son sobre sexo. Estaba ya todo prácticamente escrito pero me sirvió para alguna intro, citando las fuentes, claro. No vayamos a pensar mal.

¿Tienes alguna manía a la hora de escribir?

Creo que no. Bueno, intento estar alejado de redes sociales, emails y demás pero no es fácil. Y trato de estar sobrio. Escribir cogorza no suele ser una buena idea. Otra cosa son las ideas que salen en esos estados, que a veces no están mal. Pero siempre tienen que ser filtradas.

¿Tienes lecturas de descanso? 

Para mí, casi todas las lecturas son de descanso. Escribir es una cosa intensa, como trabajar, y leer es una pausa, un viaje, unas vacaciones. Hablo de leer novela, claro. Hay otras lecturas que dan más trabajo, pero siempre es un placer.

¿Cómo es tu biblioteca personal? 

No sé si merece la pena. A ver: son varias estanterías en el salón y en el despacho. Y algunas cajas también. No tiene nada de glamour literario, la verdad. De hecho, procuro desprenderme de libros de vez en cuando y quedarme sólo con los esenciales. El saber, efectivamente, ocupa mucho lugar.

¿La tienes ordenada de alguna manera?

Pues sí. Novela de españoles o de habla hispana. Novela del resto del mundo. Ensayos (y dentro de esto, por categorías). Tebeos. Viajes. Periodismo.

¿Eres fetichista con el libro como objeto?

No mucho, la verdad.

¿Qué casa de escritor te hubiera gustado visitar o has visitado y te ha fascinado?

Uf, no sé… Las de Hunter S. Thompson o William Burroughs, por ejemplo, por pasar un rato delirante. Lo mismo que no soy fetichista con el libro como objeto, tampoco lo soy con el escritor como sujeto.

¿Te molesta que se doblen las páginas, que se arrugue el lomo al abrirlo demasiado, subrayas, anotas en sus páginas…?

Doblo las esquinas de las páginas para señalar algo aunque no lo subrayo, con lo que no siempre encuentro lo que he querido señalar.

¿Tienes algún tesoro en tu biblioteca? Primeras o raras ediciones, dedicatorias…

Lo que más se puede acercar a eso que dices son unos tebeos de Marvel editados por Vértice. Eran un desastre de edición, con las viñetas mal maquetadas y sombreadas pero me los dio mi tío Jose cuando era pequeño y forman parte de mi educación, que al principio fue más de cómic que de libros. Tengo el primero número de “Los vengadores”. Lo recuperé después de ver la peli y me reí un buen rato con lo que ha hecho el paso del tiempo con el Universo Marvel. También tengo número de la Codorniz y tal. Libros dedicados tengo algunos de amigos.

¿Tienes algún rincón especial en tu casa para leer?

Lo mismo que escribo en cualquier lado, leo donde puedo. Tumbado en la cama antes de dormir o recién levantado. Tumbado en el sofá (vaya, van a pensar que me paso el día tumbado). Me encanta leer en los aviones y en los viajes en general. No puedo hacer una bolsa de viaje sin dos o tres libros y si, por lo que sea, me olvido de ellos, me los compro. No entiendo a la gente que se traga un vuelo de ocho horas mirando al asiento de enfrente.

¿Lees poesía? 

No leo poesía, lo confieso. Lo curioso es que sí me gusta escribirla. Sonetos, como ejercicio. Y otras cosas bastante más frikis y libres como forma de expresión. Eso sí, escucho muchas canciones, ¿vale eso como leer poesía?

¿Me podrías hacer un canon de libros?

Jo, vaya preguntita. La verdad es que no me atrevo. Te puedo decir libros que me gustan pero un canon me parece una cosa muy seria y que un tío como yo, que soy un lector asubolista, no debería hacer. Te cuento que me “Las aventuras de Kavalier y Klay”, de Michael Chabon, me pareció cojonudo. Que “2666”, de Bolaño, es mucho más que una novela. Que ”Alta fidelidad”, de Nick Hornby, fue un puntazo en su momento. Que “Anna Karenina” es tela marinera. Que acabo de leer a Carlos Zanón y me parece la leche. Que Chaves Nogales tiene al menos tres libros que son inolvidables. Y así podría seguir un rato, aunque mi memoria me falla ahora mismo y por eso paro. Pero, como ves, no es nada canónico. Si alguien quiere hacerme caso, que sea en plan recomendación de amiguete.

¿Hay algún clásico con el que, por alguna razón, no hayas podido?

“Rayuela”. Lo he intentado dos o tres veces y nada. No le echo la culpa a Cortázar. Ni a mí. Supongo que no era el momento. Creo que todo tiene su momento. Bueno, casi todo.

¿Qué clásico que sabes que vas a disfrutar no has leído aún?

Muchos pero no te sé decir. Siempre he sido un lector desordenado y poco académico y me faltan un montón de clásicos. Muchísimos. Como me lea la señorita Pura, mi profe de Lengua y Literatura, me baja las buenas notas que me puso.

¿Hay algún tipo de libros que nunca leerías?

Sospecho que muchos. Novela romántica, autoayuda, libros de leyes… Curiosamente, tengo un problema con libros de política y sociología actual, de esos que analizan los fallos del sistema, la necesidad de cambio, etc. Como yo estoy en las mismas, me suelen regalar algunos pero no puedo con ellos. Creo que lo que me pasa es que son análisis que yo ya tengo asumidos y que, por eso, me suenan muy oídos y me aburren.

¿Cuándo viajas escribes?

Es casi inevitable. Viajar es escapar de la rutina y del trabajo, aunque el viaje sea de trabajo. Y la cabeza se pone en marcha. Y salen un huevo de ideas que voy apuntando en libretas (lo mismo que no puedo viajar sin libros, no puedo viajar sin libretas). La mayoría de esas ideas acaban olvidadas en esas libretas pero, por ejemplo, buena parte del planteamiento y la estructura de “La opción B” salió de dos viajes: uno a Málaga y otro a Lisboa. De hecho, hasta viajar en metro y en autobús me sirve para encender el fuego.

¿Te has encontrado alguna vez en un mercadillo o librería de viejo alguno de tus libros?

No me ha dado tiempo: he publicado mi primera novela hace un mes. Y los otros libros en los que he participado no creo que lleguen jamás a un mercadillo.

¿Has coincidido alguna vez con alguien por la calle o en el metro, leyendo uno de tus libros?

No, pero el otro día me llamó un amigo para decirme que había visto a una chica comprando mi libro. ¿Sirve? Lo que sí he visto es a gente leyendo artículos míos en prensa. Pero supongo que eso tampoco vale. Por cierto, la chica era amiga mía también, así que supongo que no sirve.

¿Libro en papel o digital? ¿Tienes Kindle o algún tipo de lector electrónico?

Me han regalado un Kindle los reyes magos y lo uso. Y lo usaría más si las editoriales y Amazon y compañía no fuesen tan zopencos como para poner los malditos libros electrónicos a 14 euros. No puedo entender que, viendo la ruina a la que han llevado decisiones así a las industrias de la música y el cine, lo hagan aún peor. Me gusta el papel pero los aparatejos tienen ventajas: son más eficientes y consumen menos materia prima y ahorran mucho espacio. Eso sí, no puedes prestar los libros, otra vez por las estúpidas políticas de la industria, y aquí vuelvo a meter a Amazon y compañía, que tienen tanta culpa como las editoriales.


Quién mejor que él mismo para definirse y resumir su trayectoria:

Periodista y escritor. He sido guionista de tele, crítico de música y traficante de titulares. He conseguido cobrar de El Mundo y de El País, del ABC y de La Razón (aunque nunca a la vez). Actualmente, colaboro en algunas revistas y ofrezco contenidos de postín a todo tipo de organizaciones. Soy codirector del festival de electrónica audiovisual Rec Madrid. Y tengo una primera novela, La opción B, publicada en Temas de hoy.

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