De Madrid a Bilbao por los Derechos Humanos


El sábado, casi de madrugada, me subí en Madrid a un autobús con un montón de desconocidos rumbo a Bilbao. Había dormido poco, algunos amigos me decían que si estaba loca, que qué se me había perdido a mí en una manifestación en favor de los presos políticos vascos, mientras que a otros los mantuve en la ignorancia por egoísmo o comodidad. Porque sabía que no lo entenderían jamás, y si cuanto más pasan los años, más lejos nos encontramos, esto podía provocar la brecha definitiva. 
Estos amigos son de izquierdas, de esos que se echan a la calle para protestar en favor de Palestina, pero que de lo que ocurre en Euskal Herria no saben nada, y cualquier movilización allí les huele a terrorismo. La dispersión para ellos es aquello que les pasaba en la cabeza al entrar en una clase después de pasar demasiadas horas en la cafetería de la Facultad de Periodismo, y ya tendremos tiempo de hablar sobre el asunto.

La abuela de Alfon es la mujer de la derecha vestida de rosa.
En el autobús éramos poco más de 40 personas. Entre ellas estaban la abuela y el tío de Alfon, el único detenido en la huelga general del 14N, que acababa de ser puesto en libertad. También reconocí a algunos abuelos del 15M, como Román, que está en todas, pero al resto, pertenecientes a Askapena, los acababa de conocer. Por eso quise ir en bus. Para saber quiénes iban, quiénes eran, y establecer un contacto con ellos que espero sea largo. 


El autobús nos dejó en el Ayuntamiento, y yo salí disparada a la plaza Berria, donde había quedado con Pernando Barrena y Blanca a tomar unos chatos. El ambiente era de absoluta fiesta, las calles llenas de gente, los bares, los restaurantes... pintadas en contra de la dispersión, por la amnistía... Tuve la suerte de conocer a Sabino Cuadra, a Xabier Mikel Errekondo... Después nos despedimos y yo salí corriendo a buscar el lugar donde había quedado para comer. 






























































La carpa de Herrira, a la derecha.








Las luces que brillan al fondo son la cabecera de la manifestación.


Estas son las furgonetas que cada fin de semana se encargan de llevar a los familiares a visitar a los presos. Recorren cientos, miles de kilómetros, para que esas familiares puedan ver a sus seres queridos durante unos minutos a la semana. 

 Cada furgoneta llevaba un cartel con el nombre de la ciudad a la que se dirige y el número de kilómetros que recorre. 




 Y detrás de las furgonetas, cientos de familiares sostienen velas y pancartas contra la dispersión que sufren. Se trata del momento más emocionante de la manifestación, y a pesar de la lluvia que caía, miles y miles de personas les apoyaban, entre gritos de apoyo y lágrimas.

El ambiente que se vivía se puede ver mejor en los vídeos, que están bastante mal grabados porque la lluvia me empapaba la cámara y a veces me era imposible moverme, o continuar. 


Proyección sobre un edificio en la Plaza Circular.