Chiquitina

Es domingo. Como suele hacer, mi chiquitina se despertó temprano, la primera. Curiosamente, me pidió de bañarse. Así, mientras ella se baña y sus hermanos duermen, yo me preparo un mate y me siento a desayunar. La escucho cantar. A mi chiquitina le encanta cantar. Entonces me asalta una fantasía, una especie rara de melancolía prospectiva. Me imagino viejo, terminantemente viejo, pongamos setenta y tantos años, vaya a saber si recibiendo a mi chiquitina, para entonces una mujer madura, en una casa mía o estando yo de visita en su casa, sentado en una silla, en la cocina, tomando mate, y, mientras ella hace los que sean entonces sus quehaceres, se pone a cantar y al escucharla cantar yo recordaré estas mañanas de domingo en que mi chiquitina cantaba bajo la ducha, jugando, y yo tomaba mate o me sentaba a escribir estos ejercicios de nostalgia prospectiva. Será una tristeza mansa, casi feliz. Eso espero.