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"Picture yourself in a boat on a river".

...with tangerine trees and marmalade skies.
Somebody calls you, you answer quite slowly,
A girl with caleidoscope eyes."

John Lennon, Lucy in the sky with diamonds.

Se me ocurren dos maneras de prenderme en la propuesta que me dirige (a mí entre otros) Nicolás. Una, que confieso que ensayé y cuyo resultado preferí guardarme para otra vez, consiste en enumerar los libros o autores de los cuales uno extrajo alguno de los bloquecitos de lego con que viene edificando la trabajosa e imperfecta construcción de que dispone.

Pero tuve la sensación de que una enumeración así haría ver a esa edificación como algo mucho más estable de lo que es. Sin embargo, debo hacer justicia al hecho de que este blog es la evolución (pokemoniana) de otro que se llamaba Glosa, como la novela de Saer.

Pero para hoy, preferí, quizás, exponer una actitud. Escoger de entre esos libros o autores un par que merezcan mención. No son tal vez los más importantes, ni los más recurridos, ni los más viejos, ni los más recientes, ni los más importantes, ni los más definitorios.

Son, en mi caso, dos "básicos" entre los que quiero imaginar un vínculo hoy.

A McLuhan se lo vapulea mucho y seguramente se lo puede hacer con argumentos sólidos.

De un otro lado, a veces, he visto poner a Benjamin, tan noble, tan serio, a veces hasta tan oscuro y críptico.

Sin embargo, me encantaría presenciar, con Lucy in the Sky with Diamonds como música de fondo, una charla entre el Benjamin que en sus Historias y relatos escribió "Historia de un fumador de hachís" y McLuhan.

Y buscar que me conviden algo (algo, apenas) de lo que estén fumando.

"Picture yourself in a boat on a river".

Lucy in the sky with diamonds


(Post scriptum: me cacho en Bitácoras.com; ahora parece que los enlaces a mi viejo blog caen en un mensaje de error; apelo a vuestra comprensión)

Charles Kinbote diseña un hipertexto

Para decirlo mal y pronto, Pale Fire (Pálido Fuego) de Vladimir Nabokov vendría a ser el comentario que un profesor de literatura, Charles Kinbote, escribe sobre el poema póstumo de un colega, John Shade, asesinado en su presencia. La novela pretende ser una edición comentada del poema de Shade y se inicia con un Prefacio, firmado por Kinbote, al cual sigue el poema, para terminar con una serie de comentarios a cargo de Kinbote, los que constituyen en definitiva el grueso de la novela y en los que se nos va pintando la historia y el carácter del comentador.

En el prefacio, mientras explica el cómo y el por qué de la edición comentada, Kinbote asegura que:
"...notes, arranged in a running commentary, will certainly satisfy the most voracious reader. Although those notes, in conformity with custom, come after the poem, the reader is advised to consult them first and then study the poem with their help, rereading them of course as he goes through its text, and perhaps, after having done with the poem, consulting them a third time so as to complete the picture. I find it wise in such cases as this to eliminate the bother of back-and-forth leafings by either cutting out and clipping together the pages with the text of the thing, or even more simply, purchasing two copies of the same work which can then be placed in adjacent positions on a comfortable table..."

(Una traducción a mi propio riesgo: "las notas, dispuestas en un comentario continuo, satisfarán sin dudas al lector más voraz. Aunque, de conformidad con la costumbre, están colocadas a continuación de la obra, se recomienda consultarlas primero y estudiar luego el poema con su ayuda, releerlas a medida que avanza por el texto y, probablemente, una vez terminada la lectura, consultarlas una tercera vez para completar la idea general. En casos como éste, me ha parecido sabio, a fin de eliminar las molestias del paginado, cortar las hojas y engramparlas juntas, o, aún más simple, adquirir dos ejemplares de la obra y disponerlos uno junto al otro en un escritorio cómodo..."

A Kinbote le molesta el paginado. Se imagina (entiendo que se imagina) una superficie continua donde todo el texto esté a la vista. Si eso no pudiera ser, ¿por qué no tener dos libros y listo? Y quien dice dos dice tres, cuatro, N libros.

O sea: texto fluido en una superficie (al menos teóricamente) infinita, a lo largo de la cual podamos hacer eso que nosotros nos hemos acostumbrado a llamar scroll y, además o en su defecto, N ventanas que nos permitan ver diferentes segmentos de una misma unidad. Kinbote quiere un browser, bah.

Lo del scroll suena a arcaísmo. Me imagino a un egipcio leyendo un viejo papiro o a esos pregoneros de las películas sobre el medioevo que desenrollan un bando a medida que lo leen (por cierto, "scroll" quiere decir, justamente, "rollo").

Pero lo que hace que Kinbote esté más cerca de nosotros que de los egipcios o los pregoneros es lo de las dos copias: para él es natural la reproductibilidad de la obra, es obvia, se da por descontada. Al contrario, tener dos o N ejemplares de un mismo libro era impensable para un egipcio o un erudito medieval, cada libro era único y copiarlo requería un despliegue de trabajo humano desmesurado en relación con el capricho de un estudioso de no tener que molestarse en pasar páginas.

Pero para Kinbote, como para nosotros, no es descabellado. Además, pretende que, a pesar de la costumbre (¡la costumbre!), el texto no se lea secuencialmente, sino que se vaya derecho a las notas, se vuelva al poema y se vuelva a las notas mientras tanto. Kinbote, que escribe un comentario donde cada nota refiere a un verso o grupo de versos de un poema, hubiera flasheado con la posibilidad de hacer hipervínculos.

Pero bueno: Kinbote, y disculpen el spoiler1, estaba completamente del moño.

Nota al pie

En el orden de casualidades que le gustan a Puck,
publico este texto, que esperaba su oportunidad,
entusiasmado con el impactante video ensayo
que descubrió Aydesa.


No hace tanto que me dí la oportunidad de leer un clásico que no había leído: la célebre "Nota al pie" de Rodolfo Walsh. ¡Maravilla! Iba en el micro sonriendo de gusto (porque a mí me pasa eso de ir leyendo la historia de un tipo que se pira y se suicida, encontrar magia en la forma en que me la cuentan y hallar en eso tanto gusto que me sonrío).

Pero se me ocurre la siguiente consideración: "Nota al pie" funda su lógica y su eficacia en la mentalidad de la máquina de escribir (y en la retórica del cine, también). El paginado del cuento es caprichoso, amañado. La cantidad de líneas por página es fija y debe mantenerse así para que se logre el efecto. Es decir, "Nota al pie" no es lo que en estos días de pantallas de resolución variable y de formatos múltiples se llamaría "texto fluido".

¿Quieren arruinar definitivamente el cuento de Walsh? Escanéenlo, pásenlo a Word, coloquen cuerpo y nota en sus respectivos contenedores automáticos previstos por el programa y empiecen a jugar con los parámetros de texto que Walsh, hombre de Remington, no tenía a su disposición: tamaño de letra, márgenes, interlineado, tipo proporcional o monoespaciado, etc.

Y la delicada arquitectura del cuento, la estudiada relación que en cada página adquieren la nota y el cuerpo de texto, esa que hace pensar en un cinematográfico montaje paralelo, se desmorona, vale decir, como un castillo de naipes.

Me dirán: especulación anacrónica, un sofisma, una falacia.

Y claro. Tendrían razón.

Pero para que haya texto fluido primero hubo Remingtons. La cuestión es que Remingtons ya no hay más.

Y lo llamó "nota"

"Man's life as commentary to abstruse
Unfinished poem. Note for further use."

Don Juan Sombra, en Pale Fire, de Vladimir Nabokov, 1962.

Sign o' the times

De la última de Almodóvar me impresionó una cosa que se enganchó con mi propia reflexión acerca de cuál es el tiempo que habitamos. Visto desde ahí, el personaje de la tia Paula, la que "vivía en el pasado", se torna un personaje clave para leer a todos los demás personajes, que se revelan también, si no habitando llanamente el pasado, viviendo varios tiempos a la vez. La vemos a Raimunda habitar el aeropuerto y el espacio de los celulares, artefactos de presencia insistente en toda la película, una modernidad publicitaria, atributo que se adhiere a la hija (personaje con el que se superpondrán también dos tiempos que tendemos a suponer sucesivos o excluyentes), y desmoldar un flan de huevo cocinado en una vieja y abollada flanera de alumnio. Habla de fantasmas y aparecidos como si tal cosa, sin que ninguna prevención racionalista moderna se active, en ningún diálogo. Habita, entremezclados, Madrid y el pueblo de la infancia. "Es el pasado que vuelve..."

Cómo no va a volver lo que nunca se ha ido, me lleva a pensar Pedro...

"Desecho en madejas..."

Sigo explorando esta cuestión de la fragmentación y me acuerdo de esta alegre y pum para arriba canción de Míster América, la banda liderada por Gustavo Astarita, uno de los más sensibles poetas rocker de La Plata, IMHO (ahí está también Francisco Bochatón, más conocido quizás allende los límites de La Plata, pero Astarita... ¡Astarita!).

Que un esclavo pueda estar "deshecho en madejas" es una imagen afín a la de la catedral de hormigas: el esclavo es el efecto de superficie de todas esas madejas, en las cuales, sin embargo, puede deshacerse.

¿Y esclavo de qué? "De mi ego aburrido". A la larga, la sospecha que nos asalta es la de que el propio ego es el efecto de superficie de enrevesadas madejas: ilusión de unidad.

A la salud de las minúsculas e innumerables partes de que estamos hechos, Esclavo, de Gustavo Astarita:

17-Esclavo
17-Esclavo.mp3
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"La ilimitada cuestionabilidad de lo existente"

"... todo esto me persuadió de que el hachís hacía ya tiempo que había empezado a actuar sobre mí..."

"...También lo reconocí en la infinita dulzura del viento que en el lado contrario de la calle movía los flecos de las marquesinas. Acto seguido se hizo sentir la imperiosa necesidad de espacio y tiempo que experimenta el adicto al hachís. Como se sabe, es extraordinaria: al que acaba de fumar hachís, Versalles se le antoja pequeño y la eternidad le sabe a poco. A estas dimensiones colosales que adquieren las vivencias interiores, al tiempo absoluto y al espacio inconmensurable, no tarda en seguirles una sonrisa beatífica, preludio de un humor maravilloso, mayor aún, si cabe, debido a la ilimitada cuestionabilidad de todo lo existente."

Walter Benjamin
Myslowitz-Braunschweig-Marsella:
la historia de un fumador de hachís,
Historias y relatos.