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El don

Habría que intentar otro pesar, 
otra alegría, un sitio 
distinto para esta alma que se espeja...


El libro inició su recorrido hace meses, años, tal vez. Fue pergeñado, deseado, escrito y fabricado en Córdoba. Fue dedicado a una decena de personas. Otros tantos ejemplares fueron entregados en don a un mensajero y transportados por unas primeras manos humanas desde La Docta hasta la Reina del Plata. Ese primer mensajero podía guardar un ejemplar para sí, pero debía acercar al resto a otro destino. Un tiempo humano, que no se mide sino por los azares de las ganas y la voluntad, transcurrió hasta que las manos del primer mensajero se encontraron con otras y conversaron y entregaron en don los ejemplares del libro. Manos humanas lo transportaron desde la Reina del Plata hasta algún lugar del Oeste. La cruda y bruta materialidad del libro esperó otra vez un tiempo humano hasta que tuvo lugar un nuevo encuentro. El segundo mensajero guardó un ejemplar para sí y transportó camino al Sur la ruda materialidad del papel y la cartulina. Mis manos recibieron un don y un testigo. Guardé un ejemplar para mí. Otros dos ejemplares más esperaban aún para encontrar su destino. Más tiempo humano pasó. Hoy, mis humanas manos pasaron los dos últimos ejemplares a un nuevo mensajero, que guardará un ejemplar para sí. Sólo falta un libro. En estos tiempos interesantes que nos tocan, la historia que quiero contar es la de un curioso libro, un libro de poemas, un libro impreso en papel, que recorrió por tierra, en bolsos, carteras, guanteras o mochilas, cientos de kilómetros para hilvanar una decena de puntos.

Silencio

No voy a decir la pavada de que el silencio sea algo malo porque para silencio el de los cementerios. El silencio es la parte, me parece a mí, más importante de la música.

Por eso, porque este blog está en silencio desde hace bastante (y eso no es ni malo ni bueno: simplemente es), encuentro ahora un motivo para tomar la palabra: desde hace unos días, Blogspot decidió imponer el silencio a Toy Enojau.

Toy Enojau ha hecho un gran, enorme, valiosísimo aporte a la cultura, a romper la idea de que sólo valen los blockbusters, de que música es Lady Gaga.

Como sabemos en la pampa, siempre llega un momento para ir con la música a otra parte.

Y allí, ser libres de elegir, si queremos, y sólo si queremos, el silencio.

¿Para qué leen los niños?


Siguiendo a Matías, en Golosina Caníbal, llego al site de la revista Luthor. Me entusiasmo con la reseña Escenas de lectura familiar, de Guadalupe Campos, sobre un libro de Karina Bonifatti. El tema me toca. En Apóstrofe, Pablo Makovsky se enfoca en lo que parece lo más relevante del artículo de Guadalupe: la idea de que en el libro de Boniffati se vería el despliegue de un modo de lectura digamos creativa, que fuerza al texto, en su caso, el de Harry Potter, a establecer o tener relaciones con otros textos, en su caso, clásicos de la mitología griega.

El punto es estimulante. Del libro y de la reseña, me interesan dos temas: uno, una cierta idea de la lectura que no se rinde ante la soberanía del enunciado sino que lo usa para explorar su propia dinámica, sus propios límites. Y dos, que se toma para desplegar ese modo de lectura un material doblemente innoble: Harry Potter. Innoble por ser un producto de la cultura de masas, de la industria cultural, y por inscribirse en el registro de la literatura (que no merece tal nombre) para niños.

Todo eso está muy bien. Pero, como es mi costumbre, me detengo en un margen, en un pliegue. Guadalupe afirma que son cuatro las preguntas que, implícitamente, organizan o motorizan el texto de Bonifatti: “¿Qué lee un chico? ¿Para qué lo hace? ¿Para qué debería leer? ¿Cuál es la función que debería cumplir un adulto en ese proceso?”.

Lo que me interpela es la respuesta que Guadalupe arriesga para la segunda pregunta: “Entonces, de vuelta a las preguntas iniciales: la primera (¿qué lee un chico?) está bastante supeditada a la segunda (¿para qué lee?): ante todo, busca entretenimiento”.

No comparto en lo más mínimo ese punto de vista. Confieso, mi método es poco científico aunque afín al del libro reseñado: voy a basarme en mi experiencia de padre cuenta cuentos. Y arriesgar otra hipótesis: un chico lee (y entiendo “leer” en el sentido amplio de “consumir relatos”, así sea que los lea por su cuenta o, en voz alta, alguien se los lea o, como suelo hacer yo, se los invente al vuelo) porque busca respuestas.

La misma Guadalupe nos lo dice más adelante, en su artículo: "Para eso [para que un libro les interese a los niños], tiene que tener algún elemento que realmente los inquiete, que consiga que empiecen a interesarse por quedarse en el libro (...) con algo que los inquiete, me refiero a algo que los interpele profundamente, porque se compromete con sus miedos, con sus dilemas reales..."

Es curioso, porque en mi experiencia pasé por algo similar a lo que se nos informa de Bonifatti: ella habría tomado la decisión de abordar sin cortapisas la mitología griega, a pesar de sus tramas truculentas o abiertamente sexuales, porque “alguien que puede procesar la historia de una mujer que consigue el favor sexual de un hombre con conjuros y que se suicida cuando él huye al notar lo que pasó, y de su hijo que en la adolescencia busca y asesina a sangre fría a su padre y a sus hermanos (hijos de otra mujer) en su búsqueda de venganza y de inmortalidad, no necesita cuentitos que atenúen el tratamiento que recibían las esclavas de guerra y que obvien olímpicamente las tramas familiares tortuosas de Esquilo.” En una nota al pie se nos aclara a los que no leímos a Rowling que esta es, en resumidas cuentas, la historia de Lord Voldemort, el antagonista de Harry Potter.

Adopto aquí el estilo narrativo: hace unos meses estaba yo leyendo Macbeth. Venía de seguir a Vero en su paseo, y estaba entregado a un par de traducciones. Mi niño me ve (dice Guadalupe, un poco conductistamente, que esta es la mejor manera de motivar la lectura) y me pregunta: “Qué leés?”. Él todavía no sabe quién es Shakespeare y yo no le revoleé con el nombre prestigioso por la cabeza, fui a lo importante: “Es la historia de un príncipe escocés al que se le mete entre ceja y ceja que él tiene que ser rey pero se encuentra con que el rey de Escocia todavía está vivo”, resumo.  Su reacción fue de lo más natural: “Ah, tiene que matarlo, ¿no? ¿Me leés?”.

La clarividencia de mi niño me conmovió. Tuve una fracción de segundo de duda: ¿leerle Shakespeare a un chico de once? Pensé inmediatamente en cuál era su historia favorita: el manga Naruto. Pensé que Naruto es una típica hisoria de superación personal, desde la insignificancia hasta la gloria, que atraviesa toda clase de asesinatos, padres que entregan a sus hijos a la muerte, discípulos que traicionan a sus maestros, mujeres que traicionan a sus hombres, familias diezmadas por la venganza, hermanos que se matan entre sí, y, sobre todo, dos amigos que se odian a muerte.

¿Qué podía haber en Macbeth que no tuviera Naruto de lo cual debiera yo “proteger” a mi hijo”? ¿Una versificación tediosa? ¿Un léxico arcaico? Respuesta a la pregunta final de Guadalupe: ¿y para qué estaba yo ahí? Decidí leerle Macbeth en voz alta. Después de todo, Macbeth es un guión de teatro.

Entonces, mi relato cuenta la historia de la lectura familiar de un texto de noble alcurnia. Pero quiero señalar que la reflexión en la que basé la decisión de intentarlo fue simétrica a la de Bonifatti.

La lectura duró varias noches. Es cierto: no era algo que pudiéramos compartir con mis hijas menores, y procurábamos los momentos a solas. El ejercicio se extendió varias semanas, con muchas interrupciones en el medio.

Y a pesar de eso, Shakespeare, su relato, mantuvo todo ese tiempo el interés de mi niño. Pasaban los días y volvía a pedirme cada vez que continuara la historia. “¿Y qué pasó, pa? ¿Le mintieron las brujas? ¿Se hace rey? ¿Le hace caso a la esposa? ¿Lo mata al rey? ¿Lo traiciona a Banquo? ¿Se vuelve loca la esposa? ¿Mató a los hijos de Macduff? ¿Qué pasa cuando los ingleses invaden Escocia?”.

Para terminar de exponer mi tesis, permítanme subirme en los hombros de Shakespeare y completar mi respuesta a la última pregunta de Guadalupe: mi hijo mantuvo el interés, también, gracias a mi voz, a mi palabra, a las licencias que me tomé con el texto, a mis explicaciones sobre Inglaterra, los reyes, Escocia, la época.

Agrego, entonces, un corolario a la respuesta dos: los niños leen para establecer vínculos.

No me parece poca cosa: de niños leíamos, creo recordar, por las mismas razones que de adultos.

Días que cambiaron al mundo

Nuestro hombre tuvo una idea. Pensó que sería muy provechosa, que lo haría rico y que cambiaría el mundo. Sin embargo, no podía plasmar sus fantasías sin ayuda. Buscó socios. Los encontró. Comenzaron el desarrollo y les fue bien, la idea funcionó. Muchos otros hombres, por todo el orbe, reclamaron haber tenido la misma idea o haber pensado sus bases. Eso no cambió nada: nuestro hombre y sus socios siguieron adelante, lograron seducir a los más ricos, a los poderosos, y se posicionaron como líderes en un nicho nuevo y prometedor. No obstante, a nuestro hombre no le fue tan bien con sus socios. Lo hicieron a un lado y se quedaron con la empresa. Terminaron los proyectos, mejoraron los desarrollos, expandieron la obra y nuestro hombre, al final, como no puede ser de otro modo, se murió gozando del reconocimiento de los ricos y poderosos.

¿Jobs? ¿Qué Jobs?

Yo estoy hablando de Johannes Gutenberg y su socios, Peter Schöffer y Johann Fust.

Una que sepamos todos

Elogio del pastiche y del sincretismo

El contexto lo brinda una de estas nobles iniciativas primermundianas que logran extraer valor de la miseria de los otros, lo que no está necesariamente mal. La posibilidad la crea una tecnología que no por incorporada desde hace ya bastante deja de maravillarme. El resultado son cosas como esta:



o esta:



Entonces, reflexiones superficiales:

x) El reggae como “lengua vehicular”. El reggae como lugar común donde todo y cualquier cosa puede desplegarse. Cómodamente.

3) La idiosincrasia como una cuestión de tratamiento armónico: en el video Groove in G, cada músico, como estila decirse, “interviene” la base en sol apelando al peculiar repertorio armónico del género que domina o que le es, digámoslo así, natural. Y el resultado funciona.

b) Una historia de sincretismo (en la cual los Beatles son condición necesaria) que nos trae a un presente donde nuestros oídos son capaces de admitir estas combinaciones: una misma pieza donde se reúnen las escalas y los timbres del flamenco, del blues, de tales o cuales músicas asiáticas o africanas cuyos nombres desconozco.

///) La magia de estas tecnologías de la ausencia, capaces de crear la ilusión de que variados sonidos acontecen en un mismo “espacio acústico”.

j) El “espacio acústico” como territorio utópico donde es posible la reunión de variadas telepresencias.

VI) El “tempo” de la música, como ficción desvinculada del “aquí y ahora” del músico. Nada nuevo: la música se graba en “sesiones” desde hace ya medio siglo, si lo piensan. Casi toda la música que escuchamos no supone que los músicos que la tocaron hayan estado juntos jamás.

7) El montaje como énfasis de todas estas ficciones. El montaje y la edición como apoteosis de la idea frank-zappiana de “composer”.

XIX) La escala humana. “Bono. Dublin, Ireland”. Aún encerrado en un bunker (contraste respecto de las locaciones exteriores de los demás músicos que algo nos dice), aún cumpliendo su papel de “endorser”, el tal Bono se me antoja aquí devuelto a la escala humana, un tipo cantando, como los otros tipos, tocando. Algo que ya he dicho por aquí: la música como algo que hace gente.

//) La afinación temperada occidental como hegemonía.

omega) Otras reflexiones no mencionadas aquí.


Más Playing (que puede entenderse como "tocando", pero también como "jugando") for Change.

La poética de Google

ya saben:
“el futuro llegó, hace rato”

La línea une a la vieja (porque ya es vieja) ciencia ficción con la actual realidad de las empresas (that used to be) de internet. La línea subraya que durante ¿cuánto? ¿cuarenta? ¿cincuenta? ¿sesenta? años, la ciencia ficción nos explicó que los androides eran máquinas, piezas de hardware más o menos sofisticadas, más o menos antropomórficas.

La línea apunta hacia androides que son otra cosa.

Android es software.

¿Con qué sueñan estos androides?

¿Conocen eso que en marketing se llama la “visión”? Es esa idea que, dicen los marketineros, empuja y moviliza a una empresa hacia el futuro, es una suerte de definición de cómo deberá ser el mundo, normalmente concebido como mercado, tras la acción de la compañia. Los marketineros se dedican a escribir y formalizar “visiones”, que son comunicadas a los empleados como parte de su adoctrinamiento. Fíjense que Google no sólo llamó Android a su sistema operativo sino que llamó Nexus One a su primer teléfono. No hace falta que tengamos acceso al texto pergeñado por los marketineros de Google: su visión tiene, digámoslo así, seis etapas, a contar desde Nexus One, no sé si me explico.

Nota: todas las marcas comerciales mencionadas en este post son propiedad de sus respectivos dueños y se mencionan aquí con carácter informativo ;-)

"...ahora tocan a mi puerta..."

Yo sé que en un país donde la gente se muere de hambre, donde tales y cuales otras desesperantes urgencias, andar preocupándose por estas cuestiones de la ciudadanía digital puede sonar a lujo burgués, pero esto es grave:

http://www.uberbin.net/archivos/derechos/el-canon-digital-en-argentina-a-punto-de-ser-ley.php

Entonces...

... ¿quién es el compositor acá?



(descubierto hoy, gracias a Puchero de Tinta)

Música de N dimensiones

Introducción a la apreciación musical II

Hay música de N dimensiones. Digamos, repitamos, aquello de que la música es el arte de combinar los sonidos. Precisemos un poco este por demás insatisfactorio resumen. La música es un arte complejo donde el artista tiene a su disposición un número altísimo de variables sobre las que puede incidir.

Para empezar, en el contraste entre el sonido y el silencio, en lo que media entre un sonido apenas perceptible y otro atronador, hay todo un arco de posibilidades que determinan algo que se conoce como "dinámica".

Tomada la opción por el sonido, un curioso fenómeno acústico le permitirá diferenciar algo que se conoce como altura, es decir, establecer si un sonido, además de fuerte o suave, es mas bien agudo o mas bien grave. También verá que hay sonidos donde esta diferenciación es irrelevante; para decirlo mal y pronto, no tienen altura.

Como sea, los sonidos en los que se aprecia una altura y los sonidos en los que no se aprecia pueden organizarse secuencialmente en el tiempo, constituyendo melodías y ritmos.

Pero a la vez, esos sonidos pueden organizarse según ocurren simultáneamente. Cuando esa combinación afecta a los sonidos con altura, hablamos de armonía. Cuando usted combina armonía y melodía, puede encontrarse haciendo voces. A ver si se lo explico: usted puede hacer que un instrumento realice sonidos de diferentes alturas organizados secuencialmente en el tiempo. Eso es una melodía. Al mismo tiempo, otro instrumento puede hacer esas mismas "figuras", pero tocando otras notas (es decir, produciendo al mismo tiempo sonidos de diferentes alturas).

Hay instrumentos que, por su diseño, son capaces de producir más de una nota simultáneamente. El piano es el ejemplo evidente. Entre los instrumentos polifónicos (capaces de producir varias voces), están el bajo y el acordeón.

Por diseño, existen otros instrumentos que, en principio, son monofónicos: sólo pueden producir un único sonido por vez.

Pero esto no frustra a un músico. Se pueden combinar varios instrumentos monofónicos para crear un ensamble. Varios saxos, por ejemplo. O un par de saxos, una flauta y un clarinete.

Entonces acá podemos tomar nota de otra variable: el timbre. Es curioso, pero el timbre también es un fenómeno que surge de la relación entre el sonido y el silencio. El timbre es la cualidad del sonido que le permite a usted, por muy obstruidos que tenga sus canales auditivos, diferenciar un saxo de una flauta.

Pero cuando usted decide hacer sonar juntos un saxo y una flauta, no sólo expande una melodía en varias voces, no sólo crea acordes, sino que también combina timbres.

Por las mismas propiedades físicas del sonido por las que un instrumento tiene un timbre característico (y es maravilloso: la música es esa cosa intangible que surge de un muy estudiado conjunto de fenómenos físicos; y hay los que creen que el alma no existe), decíamos, cuando usted combina varios timbres se produce un fenómeno vistoso por el cual usted escucha un nuevo timbre, distinto de aquellos que lo componen.

Lo admirable es que este principio de que el todo resulta distinto de las partes también se aplica a los ritmos. Fíjese que usted puede poner a un instrumento, una batería, por ejemplo, o las palmas, o unas tumbadoras, a hacer cada uno un patrón rítmico distínto. Intuitivamente, el que más y el que menos sabe que hablamos de "ritmo" cuando algo se repite.

Algo que se repite tiene una determinada duración: un metro. Cada N cantidades de una determinada unidad, el patrón comienza de nuevo. Como la semana, por ejemplo. O las estaciones. Usted puede hacer que varios instrumentos repitan figuras diferentes pero de un mismo metro. Es decir, que vuelven a empezar juntos. O puede combinar patrones de diferente longitud. Acá nos alejamos de lo intuitivo. Le propongo un ejercicio. Tiene que encontrar para ello un amigo igual de desocupado que usted y dispuesto a un experimento musical. Usted cuente hasta tres. Uno, dos, tres, uno dos tres, uno dos tres. Eso es un patrón. Y comienza de nuevo cada vez que usted llega a tres. Digamos que dura 3. Tres qué no importa ahora. A los fines del ejercicio, haga palmas cada vez que dice "uno" y cada vez que dice "tres". Ahora viene la colaboración de su amigo. Él deberá contar hasta cuatro y batir palmas cuando dice "dos" y cuando dice "cuatro".

Para que el ejercicio funcione, deben contar a la misma velocidad. Y fíjese que usted y su amigo pueden decidir contar sus palmas más lento o más rápido, pueden apurarse o aletargarse. Puden seguir la velocidad de su corazón o el de la respiración. Tienen que acordar un tempo.

Si logran mantener la coordinación el tiempo suficiente, descubrirán que, entre los dos, están haciendo un patrón que es diferente a sus partes y que se repite cada 12 no importa qué. Como decíamos de los timbres, la combinación da lugar a otra cosa. En este caso, se llama polirritmia. Una demostración apabullante de eso puede encontrarla en esta pieza de King Crimson.

¿Y sabe usted una cosa? Esa misma simple y maravillosa idea de combinar elementos distintos para obtener algo diferente también funciona con los sonidos armónicos, aquellos que tienen altura, como los del piano o de la flauta. Cuando esos instrumentos producen sonidos simultáneos, crean acordes. Quédese usted tranquilo, no me voy a extender con ejercicios para que pruebe la idea, pero un músico puede hacer que una flauta, un saxo y un clarinete hagan una melodía distribuida en varias voces, lo que da lugar a variados acordes que se suceden en el tiempo, mientras un piano, él solito que no es poco, hace otros acordes.

Ya lo puede adivinar: el resultado es un acorde distinto a los acordes que lo integran. Y creo que no lo sorprendo si le digo que, por si fuera poco, esos acordes, en la medida que se suceden en el tiempo, establecen entre sí relaciones que se llaman progresiones y cadencias.

¿Se va haciendo una idea de por qué digo que hay música de N dimensiones? La cuestión es que usted puede hacer todo esto al mismo tiempo. ¿Se imagina? Usted puede hacer que un grupo de cantantes hagan una melodía que se combina con otra que hace otro grupo. Cuando las notas de cada una de esas melodías suenan simultáneamente, crean acordes que se mezclan con los que crean las melodías que toca un ensamble de vientos. Al mismo tiempo que eso hace aparecer y desaparecer variados y novedosos timbres, se enlaza rítmicamente con las figuras que toca el bajo que, apoyado en la batería, se conecta con otros instrumentos de percusión, creando un patrón rítmico distinto a la simple suma de sus partes.

Y piense una cosa más: ¿se acuerda de usted y su amigo intentando mantenerse coordinados? Vea qué maravilloso: para que la cosa funcione, los músicos se tienen que poner de acuerdo, tocar coordinadamente: se llama concertar, y no sabe el laburo que es eso. Laburo humano, digo, de relaciones sociales. Pero bueno, a la hora de concertar, usted puede poner el énfasis en el trabajo del equipo o dar espacio para que alguna individualidad se destaque. Cuando una individualidad se destaca, tenemos lo que se llama un solista. Hay músicas que otorgan este privilegio a unos pocos y escogidos instrumentos. En otras, del jazz para acá, podríamos decir que todos los instrumentos han sido dignificados y han cobrado cualidad solista.

De esto se sigue que usted puede operar sobre todas las variables que venimos describiendo y, además, alternar trabajo de equipo con despliegues solistas de muchos y variados instrumentos. Entonces, a todo lo que hemos mencionado, se pueden sumar artilugios y maniobras propias de cada instrumento para enriquecer los timbres, jugar con la dinámica, manipular la expresión.

No lo crea: a pesar de lo fatigoso de mi explicación, la música de N dimensiones produce placer. Y alegría, a juzgar por las expresiones de las personas que la ejecutan. Es que, a todo esto que venimos intentando desesperadamente poner en palabras, resulta habitualmente conveniente agregarle una buena actitud. En este blog no nos cansaremos jamás de repetirlo: el humor pertenece a la música.

No se crea que todo esto es muy frecuente. Si bien, en sentido estricto toda música tiene N dimensiones, no todas las músicas otorgan la misma importancia a todas estas variables.

Fíjese el punk: es casi exclusivamente actitud. En compensación, piense, si es que le aburre escuchar, en esa cosa a la que frecuentemente se le llama "música clásica" y a la que, sin ánimo de ofender, ni le fú ni le fá la actitud. O vea la balada, que no se hace mayor mala sangre por ninguna otra cosa que no sea la melodía. Y al contrario, vuelva, si ya fue, al ejemplo de King Crimson que le pasé más arriba y note que no hay ahí nada que podríamos llamar de buena fe una "melodía".

Pero a veces pasa que uno encuentra un grupo de gente que le mete palo a todas las dimensiones que componen una música, que se las toman a todas como objeto para una intervención, una decisión creativa. Y cuando digo todas, digo todas. Entonces la música es como la arquitectura más audaz, esa que hace catedrales insólitas: curvas, catenarias, planos, puntos de apoyo, cúpulas, fuerzas, tensiones, resistencias, arcos, pendientes, rampas... para que, como en la Sagrada Familia de Gaudí, todo caiga hacia arriba.

Entonces usted asiste a un pase de magia, admira mesméricamente los millares de reflejos de una joya infinitamente facetada.

Usted tiene ante sí a la Banda Hermética.

Art deco, 3D, web semántica

Cuando empecé con esto del bloggin, o al poco tiempo, escribí (no recuerdo si postié) algo acerca de la tendencia a asimilar los blogs a una casa. Uno recibe "visitas", abre las "puertas", invita a su "casa", vamos.

Entonces, rediseñar el blog tiene (o puede tener) ese aire curativo que tiene cambiar los muebles de lugar.

En eso estoy (cambiando de casa en el mundo real, rediseñando y desempolvando el blog; sin dudas, no se me oculta por ningún mecanismo del alma, fotogramas de un mismo movimiento).

Y en este proceso de jugar con los elementos de la decoración y la funcionalidad, pienso: me gustaría tener un sistema tridimensional de tags.

A ver si me explico: quisiera tener tres "arrays" ("array" en el sentido que este término tiene en el contexto de los lenguajes de programación) de tags, para fines diferentes.

Cada post puede caber (o imagino cabiendo) en tres sistemas de clasificación (y digo tres por jugar con la metáfora del mundo tridimensional, pero está claro que desde un punto de vista lógico, hablamos de N dimensiones).

Algo próximo a lo que me imagino, lo permite Wordpress al considerar a la vez "categorías" y "tags".

Blogger, a ese respecto, es más mezquino: sólo permite tags.

Si a alguien se le ocurre o sabe de alguna manera de arrimarle a esta idea, que chifle.

Las fuerzas sutiles

"...el silencio llega hasta
nosotros como una voz..."

Juan José Saer, desde
una anotación de Vero


A ver, sigamos. Detengámonos en el diapasón. Quizás hayamos notado que es un artefacto que produce una vibración de tan baja intensidad que resulta prácticamente inaudible.

Repasemos. Para ponerlo a vibrar, es costumbre entre los músicos golpear el diapasón contra una rodilla. Escuchemos. Para que esto sea posible, es necesario apoyar el artefacto contra alguna caja de resonancia, como por ejemplo el cuerpo de una guitarra, la tapa de un piano.

Observemos. La escena más conmovedora la ofrecen los cantantes: carentes de otra caja de resonancia, se apoyan el diapasón contra el hueso de la mandíbula, ahí donde se articula con el cráneo, muy cerca del orificio del oído. ¿Lo notamos? El tímido diapasón resuena en toda su cabeza, permitiéndoles oir, desde adentro, un sonido delicado e improbable...

Identificación y economía del link: el intervencionismo de Google

¿Han notado, amables contertulios, que de un tiempo a esta parte y si no me equivoco Blogger ya no permite hacer comentarios poniendo a mano un nick y una dirección, sino que sólo ofrece las alternativas de
a) o bien usar una cuenta Google o bien

b) ser Nadie?
Frente a identificarse como usuario Google, las opciones son firmar "Anónimo" o poner un nick sin URL, lo que, en este ecosistema que nos reúne, es lo mismo que nada.

Eso significa que, si alguno de ustedes tuviera la gentileza de comentar aquí, debe hacerlo asumiendo una identidad Google.

Aquellos de ustedes que no usan Blogger, entonces, o dejan comentarios sin enlace (y todos sabemos que este ecosistema funciona en base al enlazado) o se sacan una cuenta Google.

No me gusta. Hay algo llamemoslé orwelliano en eso...

Tres pasos. Hasta los dientes

La musicalidad, las partituras, las traducciones:
"...the tip of the tongue taking a trip of three steps down the palate to tap, at three, on the teeth. Lo. Lee. Ta."
Uno puede ponerse a explicar qué se dice en ese párrafo, abundar en su significado, que es sobre la lengua, un paseo, tres etapas, los dientes. Alguien podría pensar que eso es traducir ese párrafo. De alguna manera, lo es, indudablemente. Enrique Tejedor, traductor de la edición de Grijalbo, recoge el guante: "la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta.".

Pero uno puede, en cambio, detenerse a escuchar en la versión inglesa eso que el lado analítico del cerebro llamaría "aliteración" y descubrirse inmediatamente repitiendo "lo-lee-ta" para escudriñar los tres pasos.

Puede entonces volver a leer la oración y sentir la lengua golpear todas y cada una de esas tes secas, esas zetas húmedas, esas lúbricas erres, escuchándolas con la parte de adentro de los tímpanos, respirando los acentos y las pausas de la frase, imaginando como podría sonar: "the TIP of the TONgue - TAking a TRIP of THREE STEPS down the palATE - to TAP - at THREE - on the TEETH - Lo - Lee - Ta".

Y entonces, a partir de la musicalidad, de la sonoridad de la frase, pasar a darse cuenta de que está moviendo la lengua. Uno empieza Lolita deteniéndose a sentir su propia lengua.

En la segunda oración de su novela y de un solo saque, Nabokov hace al lector paladear el nombre "Lolita".

Qué hijo de puta, este Nabokov.

P2P

Un amigo me pasa un link a un video you tube de Dennis Chambers y acota una cita extraída de la película 24 hour people, algo como que el jazz es una música donde los músicos disfrutan más que el público. Implícito: es una música que está hecha más para ser tocada que para ser escuchada.

Mi asociación: una idea que leí por ahí, en algún blog amigo, la de que la poesía debe mas bien escribirse que leerse.

Algo en común. El jazz, dicen algunos, es más un lenguaje que un género. Algo en común: ¿cómo se imagina el mundo un jazzero, cómo se lo imagina un poeta? Un mundo de pares, un mundo donde todos son jazzeros, un mundo donde todos son poetas: mas bien tocar, mas bien escribir.

Derecho a, y responsabilidad de, una vuelta de solo para cada quien: "he ahí el lenguaje, Sr o Sra, a ver qué hace usted con eso".

No me hago el misterioso: pienso en los blogs, también...
Me doy cuenta, visto el post anterior, de que me imagino de viejo o algo así releyendo blogs, incluso mi propio blog. ¿Me imagino un viejo nostálgico y decadente? ¿Cómo seremos, de viejos, los que hoy blogueamos? ¿Habrá memoria? ¿Tendremos pasado y ese pasado estará escrito en nuestros blogs?

¿Seremos blogarquéologos tratando de reconstruir una historia que creímos efímera, hurgando en las fantasmagóricas virtualidades del Internet Archive?

¿Cuál es el lugar de la memoria en un mundo de bitácoras en trance de desaparición?

El día que Hotmail cayó

Nada. Un amigo brasileño me encuentra en el GTalk y me pregunta: "¿Tampoco anda Hotmail allá?". Pruebo. A mí no me anda. Indago en Technorati y encuentro montones de post preguntando si cada uno es el único con problemas. También hay un artículo sumando votos en Menéame.

Síndrome de abstinencia o de repente estar solo, desconectado.

Nada. Un post para marcar un día que Hotmail estuvo down, una especie de mensaje para el hombre que seré en el futuro, el que encuentre este post y piense quién era aquel que se fijaba en estas cosas...

Captcha

(a propósito de los dilemas
sobre los captchas que se
plantearon hace poco Monuz y Fodor)



Charles Kinbote diseña un hipertexto

Para decirlo mal y pronto, Pale Fire (Pálido Fuego) de Vladimir Nabokov vendría a ser el comentario que un profesor de literatura, Charles Kinbote, escribe sobre el poema póstumo de un colega, John Shade, asesinado en su presencia. La novela pretende ser una edición comentada del poema de Shade y se inicia con un Prefacio, firmado por Kinbote, al cual sigue el poema, para terminar con una serie de comentarios a cargo de Kinbote, los que constituyen en definitiva el grueso de la novela y en los que se nos va pintando la historia y el carácter del comentador.

En el prefacio, mientras explica el cómo y el por qué de la edición comentada, Kinbote asegura que:
"...notes, arranged in a running commentary, will certainly satisfy the most voracious reader. Although those notes, in conformity with custom, come after the poem, the reader is advised to consult them first and then study the poem with their help, rereading them of course as he goes through its text, and perhaps, after having done with the poem, consulting them a third time so as to complete the picture. I find it wise in such cases as this to eliminate the bother of back-and-forth leafings by either cutting out and clipping together the pages with the text of the thing, or even more simply, purchasing two copies of the same work which can then be placed in adjacent positions on a comfortable table..."

(Una traducción a mi propio riesgo: "las notas, dispuestas en un comentario continuo, satisfarán sin dudas al lector más voraz. Aunque, de conformidad con la costumbre, están colocadas a continuación de la obra, se recomienda consultarlas primero y estudiar luego el poema con su ayuda, releerlas a medida que avanza por el texto y, probablemente, una vez terminada la lectura, consultarlas una tercera vez para completar la idea general. En casos como éste, me ha parecido sabio, a fin de eliminar las molestias del paginado, cortar las hojas y engramparlas juntas, o, aún más simple, adquirir dos ejemplares de la obra y disponerlos uno junto al otro en un escritorio cómodo..."

A Kinbote le molesta el paginado. Se imagina (entiendo que se imagina) una superficie continua donde todo el texto esté a la vista. Si eso no pudiera ser, ¿por qué no tener dos libros y listo? Y quien dice dos dice tres, cuatro, N libros.

O sea: texto fluido en una superficie (al menos teóricamente) infinita, a lo largo de la cual podamos hacer eso que nosotros nos hemos acostumbrado a llamar scroll y, además o en su defecto, N ventanas que nos permitan ver diferentes segmentos de una misma unidad. Kinbote quiere un browser, bah.

Lo del scroll suena a arcaísmo. Me imagino a un egipcio leyendo un viejo papiro o a esos pregoneros de las películas sobre el medioevo que desenrollan un bando a medida que lo leen (por cierto, "scroll" quiere decir, justamente, "rollo").

Pero lo que hace que Kinbote esté más cerca de nosotros que de los egipcios o los pregoneros es lo de las dos copias: para él es natural la reproductibilidad de la obra, es obvia, se da por descontada. Al contrario, tener dos o N ejemplares de un mismo libro era impensable para un egipcio o un erudito medieval, cada libro era único y copiarlo requería un despliegue de trabajo humano desmesurado en relación con el capricho de un estudioso de no tener que molestarse en pasar páginas.

Pero para Kinbote, como para nosotros, no es descabellado. Además, pretende que, a pesar de la costumbre (¡la costumbre!), el texto no se lea secuencialmente, sino que se vaya derecho a las notas, se vuelva al poema y se vuelva a las notas mientras tanto. Kinbote, que escribe un comentario donde cada nota refiere a un verso o grupo de versos de un poema, hubiera flasheado con la posibilidad de hacer hipervínculos.

Pero bueno: Kinbote, y disculpen el spoiler1, estaba completamente del moño.

Nota al pie

En el orden de casualidades que le gustan a Puck,
publico este texto, que esperaba su oportunidad,
entusiasmado con el impactante video ensayo
que descubrió Aydesa.


No hace tanto que me dí la oportunidad de leer un clásico que no había leído: la célebre "Nota al pie" de Rodolfo Walsh. ¡Maravilla! Iba en el micro sonriendo de gusto (porque a mí me pasa eso de ir leyendo la historia de un tipo que se pira y se suicida, encontrar magia en la forma en que me la cuentan y hallar en eso tanto gusto que me sonrío).

Pero se me ocurre la siguiente consideración: "Nota al pie" funda su lógica y su eficacia en la mentalidad de la máquina de escribir (y en la retórica del cine, también). El paginado del cuento es caprichoso, amañado. La cantidad de líneas por página es fija y debe mantenerse así para que se logre el efecto. Es decir, "Nota al pie" no es lo que en estos días de pantallas de resolución variable y de formatos múltiples se llamaría "texto fluido".

¿Quieren arruinar definitivamente el cuento de Walsh? Escanéenlo, pásenlo a Word, coloquen cuerpo y nota en sus respectivos contenedores automáticos previstos por el programa y empiecen a jugar con los parámetros de texto que Walsh, hombre de Remington, no tenía a su disposición: tamaño de letra, márgenes, interlineado, tipo proporcional o monoespaciado, etc.

Y la delicada arquitectura del cuento, la estudiada relación que en cada página adquieren la nota y el cuerpo de texto, esa que hace pensar en un cinematográfico montaje paralelo, se desmorona, vale decir, como un castillo de naipes.

Me dirán: especulación anacrónica, un sofisma, una falacia.

Y claro. Tendrían razón.

Pero para que haya texto fluido primero hubo Remingtons. La cuestión es que Remingtons ya no hay más.

Del esquema "introducción-nudo-desenlace" en el relato breve, de la concisión en el lenguaje y de esa costumbre alguna vez de moda de utilizar títulos desproporcionadamente largos: un caso


"Vini, vidi, vici"