.::: y sE kAsO nO mAs:::.


se viene el resto de las fotos...

Donde el narrador ofrece una versión de cómo ocupó su tiempo en el verano y reflexiona irresponsablemente a partir del cine para párvulos

En este verano nos sacudimos con mi niño con toda la saga de Star Wars. Hace un par de meses, en un ciber, se copó jugando un juego que se llama "Star Wars Battlefield" y lo ví tan entusismado que me dije que era una buena oportunidad de ver si se enganchaba en seguir un relato más largo y relativamente más complejo que lo que hasta ahora venía acostumbrado.

Así que dedicamos enero, en esas horas en que no podíamos hacer otra cosa más que boquear frente al TV esperando que el cabeceo del ventilador nos diera a cada uno su turno de apenas alivio, a ver la historia de Anakin Skywalker.

Le encantó. Le hice ver la saga en orden narrativo, temía que el envejecimiento visual de la primera trilogía le desilusionara, le cortara el intertexto con el juego, basado en las nuevas pelis, y le impidiera entrar en la historia, así que empezamos por el "Episodio I".

La verdad es que la historia de la caída de Anakin está bastante bien contada y logró dejar en mi retoño un cierto regusto de angustia ("papá, ¿se vuelve a hacer bueno, Anakin?").

Vistas en secuencia, el que ahora viene a ser el Episodio IV, la primera de la serie de cuando nosotros éramos chicos, resulta paupérrima tecnológicamente. Es notoria la ausencia de los encuadres grandilocuentes, más notoria porque los nuevos episodios son más épicos, con panorámicas de ejércitos desplegados. En el Episodio IV todos los planos son cerrados, cortos, casi no hay panorámicas (y sólo si podemos llamar panorámica a las vistas de planetas solitarios en un cielo negro y vacío) y toda la escala es más humana (hasta hay un dialogo en un momento, que obviamente no recordaba y que pasó a destacarse en el nuevo contexto, entre un par de soldados imperiales, esos blancos todos iguales, anónimos, impersonales, que se tratan de "tu" y comentan un nuevo aparato que uno de ellos estuvo probando).

Mientras yo me fijaba en cómo iba cambiando la manera de contar la historia, cómo se iba volviendo más épica, cómo iba mejorando la tecnología empleada, mi niño disfrutaba todo ese viejo relato, lo seguía con atención e ignoraba completamente los aspectos formales y técnicos en que mi mujer y yo nos estábamos fijando para concentrarse, como correspondía, en las peripecias del Halcón Milenario, en las enseñanzas de Yoda, en la habilidad con la espada de Luke, para dejarse llevar, en fin, por una historia eficiente.

Yo esperaba a ver qué cara ponía cuando llegara la famosa revelación de "no, Luke, yo soy tu padre", porque ese diálogo es una parte importante en una película que él vió de chico y que le encantó: Toy Story. En esa peli, hay una cita de esa escena en el momento en que Buzz Lightyear pelea con su archienemigo el malvado emperador Zorg y lo acusa: "¡tu mataste a mi padre!", "no, Buzz, yo soy tu padre". Yo me preguntaba: "¿verá la cita?", "¿reconocerá la escena?".

Y sí, la reconoció, claro: se cagó de risa. "Jajaja, como Buzz", nos dijo, y yo me dí cuenta de que esa escena de aspiración dramática, el corazón de la lectura trágica de la vida de Luke Skywalker, era para él una escena cómica, una cita invertida cuyo original era la parodia de Pixar. Quizás sea mejor así.

Ahora anda por la casa usando como sables de luz los palos de las escobas y unos abandonados caños de agua (de esos colorados, de PVC), asegurando que él va a pasar al lado oscuro de la fuerza.



Polenta con pajarito

Este verano, he notado que la cantidad y tamaño de las palomas que rondan por mi barrio es mayor que los años anteriores. Vecinos de otros barrios me han hecho la misma observación (aunque no se puede descartar que yo los haya inducido). Me resulta curioso que ningún interesado se haya apropiado del indicador: es como si la presión depredatoria sobre las palomas hubiera descendido.

Una rosa plateada de olor recio

"Nadie va a hablar de huesos refiriéndose a un pescado
porque es más parecido a las plantas,
decía mi prima,
como una rosa plateada con olor recio.
Espinas raras las del pescado, pienso yo,
que defienden el cadáver en su plato buscando la garganta”.

Kako, La vida breve de los peces, Valijas de forma rara


¿Alguna vez te hablé de la espina? Una espina clavada en la garganta. Y no te hablo en sentido figurado, no: yo tenía tres años y me atraganté con una espina de pescado. No guardo de eso nada parecido a un recuerdo, no hay imágenes, no hay nada. Durante mucho tiempo, en cambio, hubo algo más brutal, físico, una arcada, el asco, una violenta, involuntaria e incontrolable oclusión de la garganta, instantánea, un espasmo. Una rosa plateada de olor recio atravesada en la garganta, intragable. Eso es lo único que guardé, por años, del accidente. Todo lo demás lo sé porque me lo contó mi vieja. Era el mediodía, mi viejo no almorzaba en la casa, estábamos solos. Dice mi vieja que vió cómo sorpresivamente empecé a ahogarme, que me puse azul y no podía respirar. Cuenta que me alzó y me colgó de los pies, me golpeó la espalda. Yo no me acuerdo de nada. Debe haberme pegado con fuerza, con desesperación. Y no me acuerdo. ¿Te das cuenta? Me pasó a mí: estar colgado cabeza abajo, mientras mi vieja me cagaba a tortazos... y no me acuerdo. Tenía tres años. No hay nada de eso que llamamos recuerdo y sin embargo el cuerpo... Pienso en la muletilla aquella de Saer: "sin nada parecido a palabras". Así, sin nada parecido a palabras, mi cuerpo mantuvo el conocimiento del ahogo por años. Una rosa plateada de olor recio. No hace mucho, logré al fin comer pescado. Me costó un trabajo de reeducación deliberado: primero bocados pequeños, un esfuerzo por controlar la arcada, con paciencia. Lo logré. Mastico despacio y mucho, trago con prevención y suspicacia, pero puedo descubrir en la mesa que he sido invitado a comer corvina asada sin hacer papelones. Ahora lo pongo en palabras: estaba solo con mi madre, tenía tres años, y una espina saltó la vigilancia maternal y soprendió al inexperto infante. Espero que, una vez dicho, lo que sea que habita las palabras pierda su eficacia de encantamiento y pueda, por fin, desobstruir mi garganta.

Postcard

Año nuevo - Vivo todavía, pienso todavía: sum, ergo cogito y cogito, ergo sum. Hoy permito a todo el mundo expresar su deseo y su pensamiento más caro, y yo también voy a decir lo que yo mismo anhelo y cuál es el pensamiento primero que me ha llegado al corazón este año, cuál es el pensamiento que en adelante será para mí la razón, la garantía de la vida. Quiero aprender cada día a considerar como belleza lo que tienen de necesario las cosas; así seré de los que embellecen las cosas. Amor fati: sea este en adelante mi amor. No quiero hacer la guerra a la fealdad. No quiero acusar, ni siquiera a los acusadores. Sea mi única negación apartar la mirada. Y sobre todo, para ver lo grande, quiero en cualquiera circunstancia no ser por esta vez más que afirmador.

Aforismo 276, Libro Cuarto, La Gaya Ciencia,
Friedrich Nietzsche, asigún lo ha entendido Pedro González Blanco.

(No sería yo el primero en afirmar que Nietzsche da pa' todo)