.:: AgOstO ::.



bueno he tenido un tanto de lado este lindo espacio....
bueno a pasado cas de todo... sexo drogas y rock and roll...
si bien no en ese orden, da lo mismo...
paso mi cumpleaños... muy grato me llamo y me vicito gente ke re quiero mucho
esty trabajando en un

proyecto muy amvicioso...tengo fe en el y espero contar por este medio el exito que tube en el...
les dejo unas fotos del cumple...

a todo esto ando pegado escuchando bbs paranoicos...
dejos este video, sin mala onda ni mala intencion, solo buena onda...

¿A dónde?

"Siempre seguí la misma dirección.
La difícil.
La que usa el salmón."
Andrés Calamaro - El Salmón

¿Por qué lo hago? Simple. Nunca se me ha ocurrido avanzar de otra manera. No puedo cambiar eso. Cansa. Desgasta. Es mil veces más duro que seguir una vía rápida ya trazada. Pero es la senda que yo me trazo. Que yo escojo. Y creo que vale la pena. Y seguiré avanzando en esa dirección.

...viva...

De vez en cuando, a veces con razones aparentes, otras no tanto, me invade una extraña sensación. Se traduce en cierto malestar tanto físico como mental, gracias al cual miras las cosas desde fuera, como si todo al rededor pasara cual obra teatral en el que eres un mero espectador. ¿Por qué? Porque tú estás parado al borde de un acantilado, y todo sucede al otro lado. A veces se trata de un pequeño escalón, solo un poco mayor a muchos otros que ya has pasado, otras es un abismo en toda regla. Y en las dos la sensación que me invade es la misma. Solo que el tiempo que tarda en disiparse es mucho mayor en el segundo caso. Y nunca lo hace hasta que decides ponerle fin.


Esta mezcla de sentidos activados al máximo que acaba por producir mareo, stress, cansancio, hastío de estar al borde durante demasiado tiempo sin encontrar la primera grieta por donde comenzar a descender, algo de miedo y desazón no es nada agradable. Pero irónicamente y habiendo experimentado este sentimiento algunas veces ya, sé dos cosas: una, cuando aparece, mi mente ya ha vislumbrado la ruta de grietas escondidas y peligrosas de recorrer que puede llevarme al otro lado, donde sucede esa obra de teatro para pasar a ser parte activa de ella, así que no hay vuelta atrás, te enfrentas al vacío; y la otra, con todo lo mala y desagradable que es esta sensación, te hace sentir inmensamente viva.

Que no es poco

Media hora después de que sonara el despertador, me levanto. Voy al baño, abro la ducha. Vuelvo al living y prendo la computadora mientras el agua toma temperatura. Subo el calefactor. Vuelvo al baño. Me desvisto, entro a la ducha, me baño. Salgo. Tirito, me seco. Me pongo una remera, un buzo, los calzoncillos. Busco el secador de pelo. Voy a la computadora. Mientras busco información del clima, me seco los pies. Un grado bajo cero, afuera. Me aplico la loción antimicótica. Me termino de vestir. En la cocina, pongo la pava al fuego, vacío el mate de la yerba de ayer, la renuevo. Espero. Con el mate, vuelvo a la computadora. Escribo esto. El calor del mate, recorriendo mis vísceras, me permite identificar una parte de mi que supongo esófago. El calor se difunde desde esa columna interior, por el pecho, el abdomen. Me acerco al punto final. El cuerpo está cálido, la casa también. Los demás duermen. Creo que estoy listo. Empieza mi día. Salgo al frío...

Entre ayer y mañana


Hoy me encuentro a media entre dos días cargados de significado en mi vida.

Hoy; entre futuro que vendrá y pasado que nunca podré olvidar.

Ayer celebrando otro año sobre este planeta, mañana extrañando a los que se fueron antes que yo. Tengo una avalancha de sentimientos; la memoria revuelta, muchas historias que había olvidado hoy están a flor de piel. Pero hay que continuar, la vida solo va hacia adelante. Llevas contigo esas historias, porque ellas hicieron de ti lo que hoy eres y recordarlo vale la pena. Aunque duela, te sorprenda y hasta te saque sonrisas de ternura. Y vale la pena saber que los amigos, los de verdad siguen ahí y que estarán contigo siempre. Porque cada día es una nueva oportunidad, una nueva memoria.


El Camino

Hay una tramo de vías del país de la canela que conozco bien. Lo voy recorriendo desde que tengo memoria; tal vez antes. Es un viaje largo, pero la calidad de las vías ha ido recortando la duración de ese viaje, tal vez a la mitad. Y recorrerlo con cierta frecuencia o más bien de manera intermitente me pone cada vez que a pensar, a reflexionar. No recuerdo sentirme feliz viajando x esta vía, tal vez sí era feliz cuando de pequeña (dos o tres años) acompañaba a mi padre, cuando las cosas eran muy simples y mi mundo muy pequeño y seguro...pero poco a poco se volvió un traslado cansado, aburrido, difícil.


Casi la mitad del camino recorre la sierra centro, un paisaje común para quienes se mueven normalmente por la panamericana. Hoyas de valles productivos, poblaciones a la vera de la carretera y nudos que complican el trazado vial subiendo y bajando. Y la presencia imperturbable de los nevados que flanquean la vía. Unas veces tan esquivos que no vemos ni sus faldas y otras tan majestuosos que te quitan el aliento, que sobrecogen en su imperturbable presencia.


Y al desviarse hacia el este, siguiendo la sinuosa curva de la cordillera que va declinando en altura, clima y paisaje van cambiando. Los vientos se vuelven distintos. Vienen cargados de humedad. Una humedad con olor a vegetación, a exuberancia, a vida. Es siempre en el mismo punto del camino que siento ese cambio en el aire, cuando al respirar me siento como empalagada. Demasiado oxígeno, demasiada vitalidad en ese aire puro para mis pulmones. No importa si llueve (que suele ser el caso muy frecuentemente) o si hay mucho sol, en ese punto también la temperatura cambia y automáticamente me quedo en camiseta.


Zigzagueando, siguiendo el curso del río por las inestables y muy pronunciadas laderas que pronto se fundiran en una sola planicie que baja y viaja al mar. A veces te acompaña el rugido de las aguas del río, cuando viene crecido y de un color sucio, acarreando las lágrimas de sus afluentes cordillera arriba, a veces tan sólo descubres el brillo de un pequeño hilo al fondo del cañón. Siempre tienes que reconocer el paisaje que parece inamovible pero que nunca es estático, como la carretera que por los varios derrumbes siempre está bajo construcción. He visto como ha cambiado la vía. Recuerdo lo incómodo del camino cuando era tan angosto que si había dos vehículos uno de ellos debía orillarse en maniobras altamente peligrosas. Sé de todo el tiempo que la gente del sector tuvo que esperar para que se termine de asfaltar la vía, una vez hecho el nuevo trazado. Sé que en febrero las colinas verdes se ven salpicadas de manchas lilas; son orquídeas que brotan al unísono.


Y sé que tal vez siga haciendo este recorrido, una y otra vez; aunque lo evite a toda costa, pensando y reflexionando cada vez. Y también sé que hay una curva en esa senda donde una parte de mí se quebró; donde el mundo se volvió para mí un poco más triste, desolado e inexplicable y aún así soy capaz de buscar la belleza de su paisaje. Pero sé que este no es mi camino; aunque he aprendido y perdido mucho en él, necesito transitar mi propia senda.