Paloma Bravo


¿Escribes siempre en el mismo lugar?

Mi primera novela la escribí en un ordenador de sobremesa, en un despacho que habíamos montado en casa. Pero ahora no: tengo un portátil y me voy trasladando con él. Mesa, sofá, cama, silla… Intentando siempre colocarme con vistas al cielo, a la luz de fuera, para perder la mirada en algún momento. Y suelo tener algún libro cerca; antes era el diccionario, pero ahora uso la aplicación del iPhone o lo consulto online.

¿Escuchas música mientras escribes?

No escucho música, no. Lo que sí hago es ponérmela antes, según el estado de ánimo con el que vaya a escribir, para potenciarlo. Si estoy punkie, me pongo Iggy Pop (The Passenger); si estoy romántica, me pongo Iggy Pop (Beside you)… Es broma, soy un poco más ecléctica (no mucho más), pero sí que intento intensificar lo que siento, porque así escribo mejor. Igual que me levanto en medio de la sesión y me pongo a escuchar la canción que necesito.

¿Sueles llevar un horario estricto?

Soy indisciplinada por naturaleza. Me desobedezco incluso a mí misma; así que no. Pero también es verdad que ahora, con un blog, una novela, relatos…, acabo escribiendo los fines de semana que mi hija está con su padre, redacto mucho para luego dedicarle sólo lo imprescindible, y eso suele ser cuando el cuerpo me lo pide. Hay noches que me quedo hasta las tres o cuatro de la mañana, y otras que me acuesto en horario infantil.

¿Utilizas cuadernos para tomar notas o lo haces todo a ordenador?

Tomo pocas notas en papel, aunque sí, cuando ya he avanzado en la novela, hago esquemas. En papel reciclado de la oficina, impreso por un lado y que me llevo a casa. Pero sí que tomo muchas notas… en el teléfono. Me las mando por mail a mi cuenta. Es una manía absurda, pero alguna vez que las he tomado en las aplicaciones de Notes siempre se han borrado, y, en cambio, en gmail consigo siempre encontrarlas.

Cuando estás muy metida en la escritura de un libro, ¿te cuidas a la hora de elegir las lecturas para que no te influyan?

Me cuido muchísimo. Cuando estoy escribiendo, leo poca ficción, como mucho, algún librito ligero que me permita desconectar pero que no me afecte. El tono en los libros es como los acentos, se te puede pegar, y yo necesito hablar a mi manera.

¿Hay algo concreto que no puedas/debas hacer mientras escribes? Alguna manía…
Lo que no debería hacer es coger el teléfono, revisar los mails, despistarme… Pero también nací dispersa y ya me he medio resignado. Eso sí, lo que no puedo hacer es probar las emociones fuertes (cabrearme, enamorarme…) porque me arrastran y abandono la escritura.

¿Tienes lecturas de descanso?

No tengo, no. Me cuesta mucho releer libros que me gustan porque no quiero cambiar mi percepción; y tampoco soy de leer libros que no me metan dentro.

¿Cómo es tu biblioteca personal?

He montado una librería chula a base de unir estanterías Billy de Ikea. Son ocho, más la de esquina. Dos paredes de un salón grande, porque tengo muchísimos libros, demasiados. Y todos los he leído: de hecho, los libros sin leer los tengo por otra zona. La tengo ordenada en tres zonas: ficción iberoamericana, otra ficción y varios (cómics, ensayo, poesía…). Las dos primeras están por orden alfabético de autor; la tercera no soy capaz de ordenarla.

¿Eres fetichista con el libro como objeto?

Soy poco fetichista en general. En todo caso, lo soy con algunas frases (las subrayo y luego las olvido, aunque ahora puedo tuitearlas…). Y, también, con los libros que me ha dedicado o regalado alguien a quien quiera. 


¿Qué casa de escritor te hubiera gustado visitar o has visitado y te ha fascinado?

He visto varias. Recuerdo lo pequeñita que era la de Kafka, pero tampoco me importan demasiado: vacías suenan falsas. Me habría gustado tomarme un té con Shakespeare y, ahora, con Philip Roth, me encantaría ver cómo y dónde trabajan.

¿Te molesta que se doblen las páginas, que se arrugue el lomo al abrirlo demasiado, subrayas, anotas en sus páginas…?

A mí lo que me molesta de verdad es que los libros no se abran. Están para usarlos, para leerlos, para vivirlos…

¿Tienes algún tesoro en tu biblioteca?

Poca cosa. Tengo libros firmados por Paul Auster, Antón Castro, Lorenzo Silva… Pero los que más valoro son algunos que me han prestado y nunca he devuelto. Sé que no se hace, que los libros se devuelven, pero me gusta tener y haber leído la misma edición de “El lobo estepario” que leyó mi madre. 

¿Tienes algún rincón especial en tu casa para leer?

Yo leo en cualquier parte, pero más que el lugar, al leer lo que es importante es la postura, postura en sentido amplio. El poder recogerte, mirar hacia dentro, la intimidad (el libro y tú)… Me gusta mucho leer acurrucada, hasta encogida.

¿Lees poesía?

Sí que leo poesía. Me ha costado muchos años empezar a apreciarla porque la poesía no se puede devorar compulsivamente, que es lo que yo he hecho con los libros mientras crecía. En cuanto al espacio físico, me basta cualquiera, pero la poesía sí que me hace parar cada poco, en cada verso que me impone, en cada poema que me impresiona, y tomar aire. De alguna manera, los libros de poesía no son libros, son como recopilaciones. Para mí, en la poesía cada palabra puede llegar a ser todo un mundo.

¿Sueles acudir a bibliotecas?

No voy a bibliotecas, no. Fui de adolescente a estudiar, pero no me resultan cómodas para leer ni las he necesitado nunca para conseguir libros. Eso sí, cuando he visitado algunas bibliotecas anglosajonas (en Nueva York, Cambridge, Oxford…) sí que pienso que escribiría mejor allí.

¿Me podrías hacer un canon de libros?

No soy muy de listas, cambio de opinión a cada segundo, y creo, además, que los libros no funcionan igual para nadie, que las listas son intransferibles, pero lo intento:

· “El guardián entre el centeno”, de Salinger, porque su voz es la de un adolescente tan perdido como yo.

· “Demian”, de Herman Hesse, porque me hizo pensar.

· “Cien años de Soledad”, de García Márquez, porque no crea un mundo, sino todo un universo.

· “El periodista deportivo”, “El día de la independencia”, “Acción de gracias”, de Richard Ford, porque al retratar a un hombre retrata al ser humano.

· “Este libro te salvará la vida”, A.M.Homes, porque es optimista y tierno.

· Robertson Davies, un escritor canadiense poco conocido y que es un maestro.

· “Los perros románticos”, de Bolaño. Yo aún no me he encontrado bien con la ficción de Bolaño, pero sí con su poesía.

· “Amor perdurable” y “Expiación”, de Ian McEwan, por su capacidad para diseccionar al ser humano.

· “Dinero”, de Martin Amis, por su cinismo y su crueldad.

· “Corto Maltés”, de Hugo Pratt.

· “AKira”, de Katsuhiro Otorno, por su modernidad.

· “Ricardo III”, de William Shakespeare, porque es el ser humano y sus defectos.

· “La mujer de tu prójimo", de Gay Talese. Retrato minucioso y perfecto de una sociedad.

· "El hombre que amaba a los perros", de Leonardo Padura. Que del horror del stalinismo se pueda extraer una novela tan bella es un milagro.

Para, pero creo que también hay que leer a “El Roto”

¿Hay algún clásico con el que, por alguna razón, no hayas podido?

No he podido nunca con “En busca del tiempo perdido”, de Proust, pero no sufro por ello: soy impaciente y ese libro va en contra de mi naturaleza. Es lento, preciosista… y en la página 40 yo he abandonado varias veces. Tampoco estoy demasiado orgullosa de la forma en que leí y malinterpreté el “Ulises” de Joyce.

¿Qué clásico que sabes que vas a disfrutar no has leído aún?

He leído a Dostoiewski y a Tolstoi, pero a veces desearía que no hubiera más libros y poder dedicarles una y otra vez todo el tiempo que se merecen.

¿Hay algún tipo de libros que nunca leerías?

Queda mal, pero hay libros que sé que no me van a gustar. No leo libros de autoayuda, no leo ensayos de autores cuyas ideas sé que no comparto, no leo novelas románticosas, no leo libros de vampiros… No es un “nunca” de prejuicio, es puro pragmatismo: hay muchos libros y muy poco tiempo.

¿Cuándo viajas escribes?

¡Sí! Gran parte de mi novela, un empujón imprescindible, se lo di en un viaje a Estados Unidos. Estás lejos de todo, hay menos conexión y menos distracciones, te centras más…

¿Te has encontrado alguna vez en un mercadillo o librería de viejo alguno de tus libros?

Eso no me ha pasado. Me temo que no soy lo bastante mayor y, sobre todo, que nada más he publicado una novela. Ojalá me ocurra…

¿Has coincidido alguna vez con alguien por la calle o en el metro, leyendo uno de tus libros?

Una vez vi a un hombre comprando mi libro. Era en verano y yo venía del parque con mi hija, en bermudas, hecha un asco, pero pensé que era una señal. Me acerqué cortadísima y le dije que el libro era mío, pensando que igual le hacía ilusión que se lo dedicara, pero o no se la hacía o era más tímido que yo.

¿Libro en papel o digital? ¿Tienes Kindle o algún tipo de lector electrónico?
Tengo un kindle, un iPad y un iPhone. Y leo en todos los soportes. La tecnología me ha pillado después de la sexta mudanza de casa en cinco años, cuando la idea de volver a colocar libros que sé que no me gustaron en su momento se me hacía absurda. Primero pensé que iba a comprar en electrónico sólo los libros que no quisiera conservar, pero luego se ha impuesto el pragmatismo: los compro y leo en el formato en el que me es más fácil. Hay libros que no encuentro en kindle, otros que no encuentro en papel. Pero me gusta más subrayar en papel, que conste.

Paloma Bravo es la autora de La Novia de papá, Plaza y Janés Editores, 2010. Lo puedes comprar aquí. También puedes leer el blog que escribe en El País

Sur y después

Estación Constitución (borde orgánico) y tren Roca. Corte de vías en estación Plátanos. Trenes hasta Quilmes. Micro 159, Avenida Mitre. Berazategui por Avenida Rigolleau. Vueltas por las callecitas de Beraza que tienen ese no sé qué. Camino Belgrano al fin, José María Gutiérrez: Rotonda de Alpargatas. Un gaucho sin nombre que ofrece su tarjeta SUBE: Costera Metropolitana. Camino Centenario. Estación City Bell. Sacar la bicicleta del guardabicis. Cuatro horas y media para llegar a casa.

Viaje

Algo que escribí mientras viajaba:

"Esta mañana he despertado temprano y tomado un bus. Sabía dónde me llevaría, pero no alcanzaba a imaginar todo lo que descubriría en el viaje... Una simple ventana me abrió los ojos a un paisaje más extenso de lo que el hombre puede apreciar sólo con lo vista; me abrió la mente. 
Me emocionaron los campos cubiertos de esa bendición que es la neblina que los unge y casi pude sentir la humedad del rocío bajo mis pies, sentir el frío de la verde inmensidad traspasar mis huesos, el olor de la tierra envolverme y engatuzar a  mi mente con su pureza. Esa ventana abrió una visión de mis propios deseos, porque conozco que soy una persona un tanto insegura, pero sólo lo necesario para sopesar mis decisiones, y soy una persona un tanto cobarde, pero sólo lo necesario como para ser una mujer prudente, porque tengo un alma naturalmente soñadora y apasionada, persistente y terca.
Hoy descubrí también que aunque quiero viajar, conocer y vivir para probarme, tengo un corazón comprometido que siempre querrá volver aquí, que será llamado por esta niebla y este verdor, este viento, este rocío, este aroma y estos árboles centenarios.
Espero que Dios me conceda vida suficiente como para disfrutar de toda esta maravilla con aquellos que amo"




Y así mientras pensaba en el futuro, mi corazón se hinchó, mis ojos se llenaron de lágrimas, una sonrisa se dibujó en mis labios temblorosos y el sol salió ardiente e imponente en medio de las montoñas.

Mapa de un mundo imaginario creado por las hermanas Brontë

Mapa hecho a mano, sacado de los cuadernos de notas de Branwell y Charlotte Brontë. Se trata del país imaginario Angria, realizado entre 1830 y 1831, en el que Charlotte, Branwell, Emily y Anne Brontë situaron muchas de sus historias.


Vía flavorwire

Vídeo de Kurt Vonnegut sobre la estructura de la novela

Esquema realizado por Joseph Heller para la estructura de Catch 22












Aquí puedes verlo ampliado. 


Vía flavorwire