Una carta enviada por JD Salinger

vía: the red shoes

Pintura y andamios



Después de mucho tiempo, de pedidos mal calculados, de demoras en los envíos y de fallos de precisión en el color final que hemos tenido que resolver por otro lado ... por fin, hemos terminado de pintar la cúpula y hemos podido quitar el andamio.





De todas las posibilidades de pintura, por fín nos decidimos por una pintura al silicato que encontramos a un precio asequible en la Red Verde. Con esta elección dejamos a un lado la posibilidad de obtener un tono más saturado, que era lo que nos gustaba, a cambio de la durabilidad que nos ofrecía este tipo de pintura.
Por el camino hemos tenido bastantes problemas:
La aplicación de la pintura al silicato requiere de tres aplicaciones distintas.
-  La primera, una capa de lo que llaman comúnmente agua de vidrio, que tapa el poro del soporte y asegura el buen agarre de la pintura.
-  La segunda aplicación es de pintura al silicato disuelta al 20% con agua de vidrio.
-  La tercera únicamente con pintura.

Pintura del tono 14 del catalogo de la Red Verde
en dos envíos distintos.
Como podéis ver no tienen nada que ver.
Para estas tres capas, desde la Red Verde nos recomendó unas cantidades como para ir sobradas, de las cuales nos comimos más de la mitad solo en la primera capa. Primer parón y vuelta a pedir pintura, tiempos de espera prolongados y de nuevo a pagar gastos de envío.

El día en que, por fin, llega el segundo envío e íbamos a aplicar la segunda capa, nos quedamos de piedra al ver que el color que nos llegó no tenía nada que ver con el color que encargamos. Impotencia, cabreos y llamadas de teléfono (a un 902 para más datos).

Comité de expertos supervisando el color final
Tienen un catalogo de colores, pero no se responsabilizan de las variaciones que puedan surgir, por que medir la cantidad de pigmento es algo muy mundano que ellos no hacen, pero si te cobran un plus por pedir pintura de color en vez de blanca....¡Hasta luego Red verde! os habeis lucido.


Total, la solución ha sido comprar un pigmento mineral anaranjado en Ciudad Real, y hacer la mezcla nosotras como nos ha parecido, darlo por todo para conseguir tener toda la superficie de un mismo color.

Nos ha quedado un salmón bastante ridículo que no nos gusta a ninguna, pero preferimos decir que es el color más bonito del mundo. Rosa, como tiene que ser una casa de chicas...hombre ya!.
Será tarea de Esther, la bellartista de la casa, darle un toque guay que le de personalidad a esta tonalidad tan "pitiflus".




De momento hemos pintado solo la cúpula, lo suficiente como para poder quitar los andamios, porque al resto ya llegamos por otros medios. De ahí hacia abajo pintaremos cuando todo el "albañileo" de tapar los huecos que han dejado los hierros esté acabado, para evitar manchar. Tendrá este tono la caida de la puerta y los aleros de las ventanas de abajo.





Ahora, ya sin andamiaje podemos seguir trabajando también en el interior del domo, puesto que la estructura limitaba todos los trabajos que nos quedan por hacer.



Próximamente suelos y acabados interiores. Que nuestro chiquitín ya no lleva ortodoncia.


La huertecilla



Este año es nuestro primer año de huerto de verano, el año pasado lo pensamos pero estábamos muy absorbidas con la planificación de la construcción y no era viable.

No sabemos si hemos plantado mucho o poco para nosotras y los de alrededor. No sabemos si podríamos haberlo hecho de otra forma, si el método, las variedades, las distancias y profundidades de plantación son las correctas. Lo que si sabemos es que estamos disfrutando y poniendo mucho empeño en hacerlo lo mejor posible siguiendo los consejos que nos vienen de aquí y de allá.

En un principio pensamos en ubicarlo en la zona más baja del terreno y regarlo con manguera, pero luego pensamos que iba a estar demasiado lejos de la zona habitual de tránsito, y así, cerca del camino nos íbamos a ahorrar muchos paseos.
Además esta ubicación nos daba la posibilidad de regar a manto abriendo un ramal más en el sistema de riego que hemos usado para los frutales





Vista de los bancales antes de plantar nada. Hemos dejado entre bancales un paso con piedra por el que poder entrar para controlar las plantas sin pisar los regueros.











Sistema de riego desde el estanque. En zig zag generando aperturas en el reguero principal que queda pegado el camino (en la imagen a la derecha).
En la foto se ve recién plantado el bancal de acelgas, el de calabacines, el de tomate  y el orégano.
















Vista del reguero principal paralelo al camino desde el que se reparte el agua por los caballones.















Plantando semillas de judías verdes planas.















Estructura de cañas del invernadero de este invierno colocada en el bancal de judias verdes para que puedan trepar por el.



















Bancal de calabazas potimarrón y berrugosas.

















Fresas en alto al fondo, calabacines, tajete y menta.
















Bancal de pimientos. Hay guindillas, pimientos de asar, italianos y de padrón.












Bancal de cebollino rojo y blanco.











Bancal de espárrago. Este fue el primero que hicimos, plantamos las garras en febrero y hemos dejado que todos los espárragos se espiguen sin coger ninguno, el año que viene tendremos cosecha.


Además tenemos berengenas negras y de almagro, una variedad local para encurtir. Albahaca, puerros, lechugas de 4 variedades diferentes y pepinos.


Con las sandías y los melones estamos haciendo pruebas. Los hemos sacado del huerto y una parte de ellos los estamos plantando entre los frutales, para que se rieguen al tiempo con los árboles a partir de la humedad producida en los encuentros entre alcorques y regueros.  Otra parte van a ser de secano, dice el padre de Esther que en esa parcela antiguamente los sacaban adelante sin riego si los plantaban a mucha distancia unos de otros.

Han sido unas semanas de bastante trabajo con las que hemos compaginado el ir llenando la despensa en forma de huerta, esperemos que todo vaya bien, de momento todas las plantas han notado el los primeros días el transplante en el terreno, sobre todo por el sol directo, pero casi todas después de unos días lucen "buen tipo".



Maeve Brennan, la escritora que vivió en los lavabos de la revista New Yorker





“He dejado de vivir en el campo y me sentía muy ilusionada de pensar que volvía a vivir en la ciudad”. Así comenzaba una columna publicada en la revista New Yorker el 18 de junio de 1960, firmada por la misteriosa The Long-Winded Lady (La dama interminable). La autora acaba de regresar a Manhattan y se hospeda en un pequeño hotel en Washington Square mientras busca apartamento. Al mirar por la ventana del cuarto de baño, descubre que “los inquilinos de enfrente se dejan las luces encendidas por la noche, con lo que se puede ver con facilidad lo que ocurre en el interior”. La mayoría de los personajes que pueblan sus relatos son anónimos, gente que no sabe que la están observando, y ni se imagina que alguien esté escribiendo sobre ellos.

En esa columna, The Long-Winded Lady se va a cenar a la calle West Eighth, y de camino para en una librería donde se compra un libro de Benedict Kiely y otro de Patricia Highsmith. Durante la cena observa a un grupo de gente mirando por la venta del Village Smoke Shop, frente al restaurante. Un camarero corre a ver qué ha ocurrido y al regresar le cuenta que “hay una mujer tumbada en el suelo”. Por lo visto ha muerto de forma repentina. La columnista cuenta cómo su helado de café llega al mismo tiempo que la ambulancia. Más tarde, por la noche, piensa en que “ojalá esa mujer muerta no tenga a nadie que se quede en este mundo sufriendo durante años por su muerte repentina”. Justo antes de quedarse dormida, se “sobresalta por el sonido de un fuerte derrape seguido de risas – una fiesta callejera, ocho pisos más abajo. De pronto me queda pensando en lo raro que es escuchar este tipo de sonidos en el campo.” Así termina el texto que, como es habitual en ella, pasea de lo rural a lo urbano, de lo hipotético a lo inmediato, y de la muerte a la fiesta. Pero, ¿quién es ella? Sus columnas repletas de excéntricas observaciones aparecen en la revista entre 1954 y 1968, y no será hasta el año siguiente, cuando la revista New Yorker revele su nombre.


Curiosamente, la escritora de estas crónicas sobre la vida en la ciudad no es en absoluto una neoyorquina. Maeve Brennan nació el 6 de enero de 1917 en una casa cercana a la calle Eccles en Dublín, muy cerca de donde vivió el Leopold Bloom de James Joyce. Brennan regresará a aquella casa con frecuencia en sus escritos. Sus padres, Una y Robert Brennan, pertenecen al Partido Republicano, son nacionalistas, están involucrados en la política irlandesa y en la lucha por la cultura a principios del siglo 20. De hecho, Robert Brennan participó activamente en el Easter Rising, una rebelión que tuvo lugar en Irlanda contra la autoridad del Reino Unido, el lunes de Pascual de 1916. La rebelión constituyó el más conocido intento de tomar el control del país por parte de los republicanos para lograr la independencia del Reino Unido. Tras 6 días de enfrentamiento, la rebelión terminó, pero se la considera un éxito debido a que consiguió elevar a un primer plano la cuestión de la independencia de Irlanda.
Robert Brennan es condenado a muerte por ello, y aunque después le fue conmutada la pena por la de trabajos forzados, su actividad política le lleva a sufrir varios encarcelamientos en 1917 y 1920.
Maeve nace cuando él está en prisión, y la actividad de su padre, que también fue fundador y director del The Irish Press, le afecta en tal medida que, en su relato The Day We Got Our Own Back cuenta cómo recuerda el día en que estaba en casa y las fuerzas del Free State irrumpieron y la registraron en busca de alguna pista de su padre, que estaba huido.
En 1934, con 17 años, Maeve se traslada con su familia a los Estados Unidos, donde a Robert le han destinado a Washington D.C. En 1938 se gradúa en Filología Inglesa por la American University, y aunque sus padres se vuelven a Irlanda, ella se queda con una hermana en los Estados Unidos. Entonces se traslada a Nueva York, donde encuentra trabajo como redactora de moda en Harper’s Bazaar en los 40. También escribe una columna sobre Manhattan en la revista de sociedad dublinesa Social and Personal, y algunos relatos cortos para The New Yorker, hasta que en 1949, William Shawn, el editor jefe, le ofrece un trabajo fijo en la revista.

En 1950 The New Yorker comienza a publicar sus relatos cortos. Durante esta década y la siguiente, es una autora muy leída en los Estados Unidos, y casi una desconocida en Irlanda, país en el que se sitúan casi todas sus historias. Brennan publica también crítica literaria, artículos sobre moda, y ensayos sobre los Estados Unidos e Irlanda.
Se trata de una mujer pequeña, casi siempre vestida de negro, con largos trajes y gafas oscuras. Con gustos excéntricos, y que nunca vive en el mismo lugar durante mucho tiempo. Viaja a Irlanda con regularidad, pero rechaza su sociedad conservadora y extremadamente religiosa. 
Tras su primer matrimonio con el director y crítico teatral Walter Keer, se casa en 1954 con St. Clair McKelway, el editor jefe de The New Yorker, un alcohólico, mujeriego y maníaco depresivo del que se divorcia cinco años después.
A lo largo de la década de los 60, Brennan escribe de forma muy productiva, y es entonces cuando comienzan a aparecer las primeras señales de su enfermedad mental. Su aspecto anteriormente elegante e impoluto ahora es el de una mujer poco aseada. Se va abandonando. Sus excentricidades se exageran hasta resultar incómodas, y se convierte en una mujer obsesiva.

A Brennan le gusta deambular en sus narraciones por las zonas más oscuras y sórdidas de la ciudad, y vagabundear por hoteles baratos habitados por personajes solitarios.
En los años ochenta comienza a sufrir episodios psicóticos que le obligan a abandonar poco a poco la escritura. Es hospitalizada numerosas veces. Ya no tiene nada. Ni casa, ni ropa, es una mujer desahuciada. En los 70 Maeve Brennan sufre paranoias y alcoholismo. Los responsables de la revista New Yorker, cuando comprueban el estado físico y mental en el que se encuentra, ponen a su disposición un alojamiento en la ciudad que ella se niega siempre a aceptar. Cuando no está internada en algún hospital, o vagabundeando entre los mendigos de las calles de Nueva York, el único lugar en el que deseaba vivir es en el lavabo de mujeres de las oficinas de la revista New Yorker, donde, ironías del destino, el primer relato que había publicado, The holy terror, narra la vida de Mary Ramsay, encargada durante 30 años del lavabo de señoras del hotel Royal de Dublín.
La última vez que la ven aparecer por la revista es en 1981. Durante esa década desaparece y su trabajo es olvidado.
William Maxwell, el prestigioso editor de ficción de la revista New Yorker y gran amigo de Maeve, que por cierto tiene una novela absolutamente maravillosa titulada “Vinieron como golondrinas” en la editorial Libros del Asteroide, publicó en 1997 una recopilación de los textos sobre Dublín de Maeve Brennan, titulada “The Springs of Affection”. Desde entonces, tanto en Estados Unidos como en Gran Bretaña e Irlanda, se vive una especie de revival continuo de su obra, que se reedita cada varios años. Su novela “The Visitor”, escrita cuando tenía 32 años, se publica por primera vez en el año 2000.
La autora escribió artículos y relatos llenos de ironía, cinismo y ciertas dosis de crueldad.
Su única novela, “The Visitor”, traducida en España como “De visita”, es encontrada después de su muerte entre los manuscritos que guardaba. Publicada por primera vez en 2000, narra con una enorme carga de ironía, cinismo y ciertas dosis de crueldad, el regreso de una joven, Anastasia King, a su Dublín natal tras pasar varios años exiliada en París, ciudad a la que se había trasladado junto a su madre cuando ésta decidió abandonar a su padre.
Maeve Brennan no tenía la costumbre de hablar con nadie de sus proyectos literarios y tampoco conservaba su correspondencia. “The Visitor” narra con precisión exquisita la vida de una joven y sus recuerdos. En ella escribe con lucidez para referirse al lugar en el que uno habita: "El hogar es un lugar en la mente. Cuando está vacío, vibra. Vibra con los recuerdos, rostros, lugares y épocas pasadas".
Maeve Brennan muere de un ataque al corazón en una residencia en Arverne el 1 de noviembre de 1993 a los 76 años. Está enterrada en Queens, Nueva York. A mí “The Visitor” me gustó tanto, que mi perra se llama como ella. 

Un sistema de riego basado en el estudio de las pendientes del terreno.



Un sistema de riego basado en el estudio de las pendientes del terreno. Este post pretende hacer una descripción detallada de cómo está diseñado, cómo funciona y en qué nos hemos basado. Para que sea plagiado (si gusta) por las gentes de bien.





Nuestra primera gran baza viene de serie con el terreno manchego: una "estepa" con suaves inclinaciones que hacen posible no trabajar demasiado para retener el agua de riego en los puntos a regar (gracias a la Diosa). Con este pampaneo y teniendo claro que en principio no nos motivaba mucho la idea de poner goteo para el riego, nos impregnamos de todas las recomendaciones de Mavi Arroyo sobre sistemas de riego por acequias:
- El sistema de El Palmeral de Elche.
- El proyecto de inversión a la desertificación de Turquia.

Nos gustaba la idea de hacer correr el agua de forma superficial por la parcela para ir regando, pero dentro de esa base queríamos tener que mover la menor cantidad de agua posible, de esa manera pensamos en un sistema en el que el agua se trasladase de un sitio a otro por pequeñas acequias o regueros semiimpermeables.
¿Como conseguir esa semiipermeabilidad? Pues usando arcilla.

diagrama de la distribución de agua por
canales de circuito cerrado
En el terreno tenemos algunas zonas bastante arcillosas. La arcilla, prensada contra las paredes del canal, funciona como material semitranspirable puesto que cuando se humedece ensancha y cierra los poros por los que podría colarse el agua.
Comenzamos a hacerlo así, pero luego vimos que no hacía falta trabajarnos ésto puesto que la gran cantidad de arcilla que contiene nuestro suelo acaba trabajando por sí misma.

El primer bosquete comestible está compuesto por 20 frutales, demasiados para ser regados todos de una vez. Por eso lo hemos dividido en tres ramales.

Teniendo en cuenta las pendientes del terreno hemos pretendido compensar los tiempos de regado. Cada uno de los ramales genera un circuito cerrado que garantiza el riego de todo, aunque además hemos colocado los árboles según su necesidad de agua, es decir, el nogal por ser más grande y los alisos por ser de ribera, colocados los primeros y los últimos en el circuito - al final se acumula más agua, por no tener canalizaciones más allá.

Salida de agua de la alberca, Esther manipulando la T
para poner la nueva salida de mayor calibre
Al principio comenzamos a hacer pruebas con una goma de riego normal, de las que todos usamos en nuestras casas, y regar una ramal era eterno por la poca presión del agua y el poco caudal. Así que colocamos en la salida de la alberca una canalización de 2 pulgadas, ahora es demasiado grande, podemos regar un ramal en menos de diez minutos, pero normalmente abrimos menos el grifo para dejar que el agua corra poco a poco y sea capaz de penetrar en las raices de los frutales plantados a raíz descubierta.

garbanzo saliendo en las riberas de los regueros
(esta foto es de hace dos semanas hoy miden un palmo)





Todo el sistema de canales tiene garbanzo plantado en los lados, para ser regado al tiempo que los árboles y pensando en que nos sirva de sombreado natural de los regueros evitando así la evaporación por la acción directa del sol cuando éste pegue fuerte. ¿Por qué garbanzo? porque la leguminosa fija nitrógeno y hasta donde sabemos es la única legumbre capaz de resistir los veranos manchegos y la que aún estábamos a tiempo de poner por esas fechas. No sabemos si es buena o mala idea, iremos contando qué tal nos ha ido con los garbancicos, de momento crecen lustrosos.





En un ataque de femineidad rural pensamos en darnos el gustazo de poder oir el correr del agua, así que le dimos vueltas a la idea de hacer del inicio de nuestro sistema de riego una fuente/estanque del que pudiésemos disfrutar.

Una rueda de tractor  reutilizada es hoy un estanque que reparte el agua entre los ramales del bosquete y la huerta. Del resultado final estamos muy orgullosas por bonito y funcional.
Aquí tenéis las fotos del proceso de construcción:







Piedra en el fondo pisonada para lograr dejar el hueco a nivel.


















Rueda de tractor de desecho encontrada en las ruinas, colocada con plástico en el fondo.













Rueda colocada y anclada con piedra en el fondo para asentar el cemento que la impermeabilizará.













Primera capa de cemento sobre piedra.








Generación del camino a recorrer por el agua desde la salida hasta el estanque. Con piedra, cemento y escombro de la obra.










Recorrido del agua hasta el estanque.














Cementando para impermeabilizar el recorrido.












Cortando la rueda de tractor para garantizar la salida de agua desde el estanque por rebose.












Ramales de canalización desde el estanque para dirigir el agua hacia las zonas a regar; finalizan en una teja árabe reutilizada de las ruinas.












Tres ramales para dirigir el riego. Compuertas para abrir o cerrar la salida de agua hechas con una regleta de plástico que teníamos en nuestra montaña de Diógenes.
Los ladrillos han sido pulidos en los bordes para dejarlos a la medida de la regleta y envueltos en goma de recámara de bici para evitar pérdidas.







Vista general de la conducción de agua hasta el estanque y de los tres canales de riego.
Plantando un laurel y unos acebillos (o ruscus) para darle verde al invento.












Montados con sus alcorques de piedra los acebillos y algunas petunias para darle el toque "fem". Vista del bosquete y la huerta a regar desde él.














Un regalo de nuestro amigo Ramón de Villena, que está aprendiendo a tallar piedra. Tu obra, que huele a cariño, es el complemento perfecto para este rincón. Gracias Ramoncico, eres más apañao...












Vista sur con domo y perrete.








Ya solo nos falta meterle esos pececicos de Almodóvar del Campo, que nos ha prometido Jesús Castellanos, al que desde aquí mandamos un besaco bien gordo por ser tan cañero.