Lunes otra vez, como dice la canción

Mi hijo empezó segundo grado. ¡Está tan grande! Anoche la mamá se puso a prepararle la ropa y descubrimos que todos los pantalones le quedan como cinco centímetros cortos. ¡Creció cinco centímetros durante el verano! A mí me impresiona comprobar en algo tan nimio qué tan ciego puede ser uno. Aunque hablar de ceguera es injusto, porque yo hace varios días que vengo notando en mi hijo un cambio en su porte, en su prestancia física, en sus modos, algo que es cada vez menos niño y que no podría precisar, un modo de poner el cuerpo, de usar los brazos, algo en la nariz que ya no hace a la nariz de un niño. En todo caso, lo de los pantalones pone una marca, ofrece un indicador, es como las muescas que los antiguos, dicen, hacían en un hueso para marcar el ciclo de la luna. O, desde mi punto de vista, como la marca que hace en la pared un condenado a muerte...