"La técnica, Daniel, la técnica"

La frase es de un director de teatro de nuestra ciudadela, AKA La Plata, AKA la ciudad de las diagonales, acá, quiero decir.

Se la escuché dirigida a un pintor, muy amigo suyo, lo que otorga a la admonición un carácter tierno, que estaba haciendo una defensa de cierto espontaneísmo en la creación artística.

Como otras veces, me encuentro que el derrotero de Luciana (que por cierto estrena blog) y el de Carlos se cruzan como hacen cualesquiera paralelas y me sirven para algo, para seguir bifurcando los senderos: mientras Luciana se dispara hacia la cuestión de las damas irresolutas y Carlos hacia la de la fecundidad y la fecundación, yo me pongo a pensar en la cuestión de la técnica y su lugar en el hecho artístico.

Para algunos, posición legítima, la técnica lo es todo (o mucho), el arte es el oficio de dominar una técnica.

Para otros, posición legítima, la técnica es un estorbo que domestica la pulsión creadora o la potencia expresiva.

Unos y otros hacen alarde de la técnica: sea haciendo su exhibición o haciendo gala de su ausencia.

En el medio, como cabe, hay una tercera posición: los que la hacen invisible.

Entre Paganini y Sid Vicious, ahí lo tienen a Masliah, que pone cara de boludo, canta como si no tuviera voz y toca maravillas imposibles, hace magia, domina una técnica impecable, como si no la tuviera.

Vean si no el clip que colgó Luciana.

Yo, argentino.