Los duendecillos de la primavera


Érase una vez, cinco duendecillos, los cinco duendecillos de la primavera. Ellos eran los que cambiaban el invierno por la primavera. Pero este año resulta que uno de ellos no quería que llegase la primavera porque decía que estaba a gusto en el invierno.

Se estaba acercando ya la fecha de la primavera y no se ponían de acuerdo y sin un duendecillo no había primavera. Todos los demás lo intentaban convencer diciéndole lo bonita que era la primavera: flores de colores, almendros en flor, el suelo lleno de césped, campos verdes... Pero él seguía en su mundo, no quería la primavera.

-¿Por qué no quieres la primavera? -le preguntaron

-Porque tengo alergia al polen, estornudo mucho y me pica la nariz. -contestó

Llegó el día 21 y aún todavía no había ni un rayo de sol ni una flor abierta. Los niños en los parques seguían con gorros y bufandas y tirititando de frío. Los duendecillos escucharon que un niño dijo:

-¡Qué ganas tengo de que llegue la primavera! Aunque tenga alergia al polen, porque mi mamá me compra un jarabe para no tener molestias. -Grito el niño.

Los duendes fueron corriendo a comprar ese jarabe y cuando llegaron a su casa se lo enseñaron. Y el dijo:

-¿Esto para que es?

-Hemos escuchado a un niño en el parque decir que en primavera se lo tomaba y se le quitaban las molestias. ¡Pruébalo tú y veras como te empezará a gustar la primavera! -le respondieron.

Se lo tomó y se pusieron manos a la obra y cuando acabaron todos los niños salieron a la calle para jugar en los parques. Y ese duendecillo fue el más feliz de todos.