Un toque de rojo

“Nunca imaginé que mi vestidor podía ser algo más.
Sólo necesitaba un toque de rojo...”*


Junto con ese pensamiento, la idea me asaltó tan obvia como debe hacerlo para ustedes. Sólo era cuestión de elegir bien y esperar el momento. Y el momento llegó con él, aquella noche. Lo invité a cenar. ¡Por Dios!, ¡los tipos pueden ser tan elementales! Después de comer y de tomar bastante vino, le dije aquello de “voy a ponerme algo más cómodo”. No sé cómo no se cagó de risa; esas cosas pasan en las películas. Lo llamé desde el vestidor: “¿a ver qué te parece cómo me queda esto?”. Ni siquiera empecé por lo más provocativo, apenas un solero bastante suelto, aunque sin corpiño.”¿Y esto cómo te quedará?”, me dijo. Y empezamos. Fue realmente fácil. Al rato ya me estaba dejando arrinconar contra el estante donde guardo un costurero. “Ay, no, dejame”, le dije, entre risas. Ya saben cómo es, una cosa con el cuerpo y otra con las palabras. “Ay, así no”, le susurré; con las manos lo guiaba por donde yo quería, con las piernas lo alejaba. Logré convertir el ansia en violencia. Me golpeó bastante los muslos, me marcó las muñecas con sus dedos. “Pará, pará, no quiero”, le dije. Era el momento en que todo me podía salir mal. Él podía ser más fuerte que yo, o podía escuchar mis palabras y detenerse. Seguir adelante fue su decisión. Arremetió para entrarme mientras yo alcanzaba la tijera grande. Le clavé el primer puntazo en la base del cuello, justo encima de la clavícula. Se deshizo como si fuera un monstruo de espuma. Retrocedió, espantado, sorprendido, medio ahogado. A la jueza le dije que después de eso había intentado asaltarme nuevamente. Pero ni siquiera se defendió: tres puntazos más bastaron para dejarlo inerte, en el suelo, desangrándose. Cuatro en total. Los conté. Los tipos son increíbles: lo último que se le murió fue la pija. Me quedé mirándolo, porque dicen que algunos eyaculan en el momento de morir. Este no. Pensé en metérmela para obtener la prueba del acceso carnal, pero eso hubiera sido necrofilia, y la idea me repugnó. Habría sido además innecesario: la jueza no dudó ni por un momento de que actué en defensa propia. ¿Y no fue así? Yo le dije que parara...

* Otro anuncio de la misma campaña

¿Por qué Apple y Google apoyan HTML5?

Por Nicolás Falcioni

html5Ninguna de las dos puede comprar el lenguaje, por eso la estrategia de ambas es apoyarlo y usarlo a su favor. Los dos gigantes necesitan defenderse de sus rivales para proteger su floreciente negocio de las aplicaciones.

Entonces ¿por qué eligieron el estándar abierto? Se habla mucho del lenguaje básico HTML5, sus pros, contras y avances, pero una inquietante pregunta sigue en el aire. ¿Qué ganan Google y Apple al respaldar un estándar abierto y gratuito?

Ninguna puede apropiárselo, ni puede capitalizarlo. Y peor, HTML5 podría allanar el camino para que las aplicaciones basadas en web terminen dominando sobre las aplicaciones nativas. Una verdadera preocupación para Apple que, según estimaciones de Gartner, podría ingresar en 2010 4,500 millones de dólares sólo de su negocio de aplicaciones. Pese a ello, o quizás curiosamente por ello, algunos analistas y desarrolladores creen que Google y Apple al final le sacarán provecho al auge de HTML. La pregunta es ¿cómo?

Google mostró abiertamente su afinidad por HTML5. YouTube ofrece una estupenda aplicación móvil en HTML5, y esta semana se espera que la tienda online de Chrome OS venda aplicaciones Google basadas en HTML5.

Como Apple, Google no puede hacer plata directamente de HTML5, pero al apoyarlo, aumenta la posibilidad de que el software se desarrolle con herramientas basadas en web (léase HTML5). Y como bien sabe Google, las aplicaciones de Internet constituyen ya el núcleo de su modelo de negocios: Gmail, Docs, Maps, etcétera. En términos generales, todo lo que esté basado en web le da a Google la oportunidad de hacer lo que mejor sabe: ofrecer más productos basados en la nube.

Para que esos productos sean cada vez más competitivos, Google necesitará inevitablemente una mejor funcionalidad entre los navegadores web. Sin eso le será más difícil innovar. Trabajar con HTML5 como estándar web significa que todos los navegadores implementarán las funciones del producto de Google casi de la misma forma. Los productos se desarrollarán más rápido y, a la larga, Google conformará un ecosistema de desarrolladores (y usuarios) vinculados automáticamente a sus aplicaciones.

“Es una forma de sacar a la gente del ecosistema Microsoft, e incluso de sacarlos del ecosistema de IBM y Oracle para traerlos al suyo” explica Jeffrey Hammond, analista de Forrester.

Para Apple, preservar la experiencia del usuario es lo más importante, pero hay otras formas menos obvias en las que HTML5 puede ser provechoso. Hay quien dice que Apple realmente no gana nada al apoyar algo que no es de su propiedad, pero pensémoslo de este modo: si Apple no puede apropiárselo, al menos ninguna otra empresa puede, ni Google, ni Microsoft, ni Adobe.

“Apple tiene plena confianza en su capacidad para ofrecer una experiencia de usuario superior con la plataforma iOS y también con la plataforma Mac OSX, por lo que tener una web que no está monopolizada por ninguna empresa es para ellos una apuesta más segura”, indica Faruk Ates, diseñador y consultor que laboró en Apple por tres años.

En términos de software, la postura de Apple podría parecer contradictoria, considerando la prosperidad de iTunes (con 160 millones de usuarios registrados), que incluye una tienda de aplicaciones nativas. Con HTML5, es muy posible que las aplicaciones web algún día superen a las aplicaciones nativas. ¿Por qué entonces apoyar un lenguaje que podría a la larga afectar las utilidades de la compañía?

Piensen en HTML5 como un camino de acceso. Una vez que los desarrolladores adopten ese lenguaje de programación, ya están a mitad de camino de desarrollar una aplicación nativa para Apple.

En general, algunas aplicaciones ya son ‘híbridos’, desarrolladas a partir de varias tecnologías web con lenguaje Objective C, como es el caso de Safari. Mientras más desarrolladores comiencen a andar ese camino, más fácil será para Apple llevarlos a su molino.

De allí que Apple y Google, con formas tan diferentes de operar, respalden ambas por distintas razones el mismo estándar abierto HTML5, y ambas ganan haciéndolo.

Vía Expansion.

Fuente: Movilion

El Inyenieri

Creo que llegó a Porteña a principios de los 70's, no tengo muy precisa la fecha porque la precisión en este dato no me parece importante para el propósito de una semblanza del personaje, de todos modos y, de ser necesaria, hay gente que puede aportarla. Me parece que fué en la época en que J.S.Daniele S.A. salía del monoproducto cosechadora e incursionaba en las conocidas popularmente como "budineras" y que solían poblar, en unidades multiplicadas y fieles al amarillo de la marca, el enorme baldío de calle Rivadavia entre la avenida y Lavarello.

Trajo ciencia a una fábrica en la que se ponía mucho esfuerzo y buena voluntad pero al "uso nostro", y se metió enseguida en los asuntos de la comunidad. "El Ingeniero", "El Inyenieri", "el Carlos" y "el Carlo" pasaron a ser sinónimos para referir a un sola persona. Casi como una marca registrada.

No tuvimos una gran relación pero sí muchas charlas breves en las cuales, invariablemente, yo preguntaba y él explicaba. Lo que sigue son como grageas de esas charlas y no responden a un orden cronológico sino de aparición en el baúl de la memoria. Lo que está entrecomillado no debe tomarse como textual sino como yo lo recuerdo, aunque creo recordarlo con bastante fidelidad.

* Una vez le pregunté sobre la antigua rivalidad entre arquitectos e ingenieros civiles (ignoro si aún perdura) y me contestó:
-"Mirá, los arquitectos saben poco de estructura. Si un ingeniero te proyecta una casa cuando te acuestes podrás ver el techo con panza, las vigas marcadas o el revoque rajado, pero dormí tranquilo que no se cae. Si un arquitecto te proyecta la casa verás el techo hecho una pinturita, pero dormí bajo la cama por las dudas".

* La primera vez que concurrí al auditorio del Centro Comercial estaba colmado y me dijo:
-"Vas a tener que subir".
-"No me animo".
-"Los cálculos los hice yo".
-"¡Ah!"

Entonces me contó de los hierros y los rieles, el largo, el grosor y los kgs. que soportaban.

* También me contó de las columnas en el Décimo Mezzano.
-"Casi treinta años que están, y no estaba previsto que se le colgaran carteles, con todo el viento que embolsan, y vinieron un montón de tormentas y ninguna se movió. Eso sí, en la fábrica no se le mezquinó material".

* Muchas veces me contó que dejó de fumar por goloso, porque en cierta ocasión, en el Chaco, frente a un plato de su preferencia se dió cuenta que sus sentidos del olfato y del gusto habían dejado de funcionar.

* Fué mi tutor de paisajes y lugares de Traslasierra que las oficinas municipales de turismo no tenían en agenda. También me explicó cómo usar la caja y los frenos en la alta montaña y cómo regular la mezcla de combustible para sacarle mejor respuesta al motor.

* De su trabajo en la industria de máquinas agrícolas y de su paso por la UTN San Francisco son muchas las referencias de terceros.

Hay cientos de historias más pero no quiero derivar en una crónica desordenada, sino llamar la atención acerca de que la mayor parte de su actividad en Porteña transcurrió después de lo que creo fué algo así como un ACV, y lo que me remueve recuerdos y promueve admiración es su actitud frente a la adversidad que se me reveló un día en que lo encontré haciendo dedo a la salida de Brinkmann, arrastrando penosamente una pierna y sosteniendo un grueso portafolios con un brazo paralizado.

-¿"Qué hacés Carlos"?
-¡"Vendiendo agendas y almanaques. Qué querés, hay que parar la olla"!


Me hubiera resultado más fácil entender un rosario de reproches a Dios, a la vida, a la enfermedad, pero no, me dejó descolocado el tono optimista de su respuesta, casi alegre por poder hacer algo aunque ese algo estuviera muy alejado de su profesión y sus capacidades.

Así lo ví en todo este tiempo y hasta sus últimos días, participando, metiéndose, proyectando, haciendo, inventando, con altos y bajos como todo el mundo pero nunca rindiéndose, a punto tal que su desaparición física provocó alto impacto en un equipo de investigación del CONICET en la Universidad Nacional de Córdoba, con el que estaba colaborando en el desarrollo de lo que creo es un instrumental de precisión para un proyecto.

Si tuviera que definirlo desde mi óptica y con una frase cortita, diría que El Inyenieri era, y su memoria es, un canto a la vida.

Father, change my name

El pedido de Cohen, "father, change my name", trae a mi mente aquél que el monstruo le hacía a Victor Frankenstein. Aunque quizás el monstruo estaba en un nivel más elemental: quería simplemente que su creador se dignara a ponerle un nombre. Para poder de una vez empezar o para empezar de vuelta, poco importa. Encerrados en este cuerpo, no sabemos lo que hacemos.

Traído a cuento de que, allí, en un ejercicio de extracción y traslación, Freidemberg convierte en poema lo que es presencia y canción. Agregamos agua y, cual leche reconstituida, aquí lo ponemos a Cohen en un video técnicamente reprochable pero que bien ilustra eso que estuvo ahí:




(
Marginalia: No hay en el tubo muchos "videos" de Leonard Cohen. Quiero decir: videoclips con guión e intención creo que ninguno y grabaciones oficiales de conciertos hay alguna que otra -arcaica- presentación televisiva. Es como si el viejo Leonard apostara el todo por el todo al lance del vivo. Esquivo, cual redondo de ricota. Será tal vez por eso que, en compensación, abundan videos cámara en mano, de baja calidad, de personas que asistieron a algún concierto, en especial de estos últimos años. Leonard está viejo. Y sus fans parecen querer preservar su presencia, antes de que la memoria lo transforme en mera leyenda y su voz, amputada en los discos, devenga fantasma.

Digging the tube, testimonios que dirán que un tal Leonard Cohen existió...

http://www.youtube.com/watch?v=vTlWWfhm5jk&feature=related

http://www.youtube.com/watch?v=NfqNb28z-Hk&feature=related

La canción en una versión temprana, en una calidad aceptable, de cuando Cohen todavía no era tan Cohen sino mas bien Dylan.

Y una versión adorable, de entre las muchas que guarda el tubo:

http://www.youtube.com/watch?v=R3JRs8ivqhE&feature=related
)

Construcción

Dos historias:

a) El fondo de este post, su contenido, o tal vez su motivación, que es compartir una canción que no me canso de escuchar y que, a su vez, me lleva a decir algo. En suma: uno de esos textos que valen no sólo por lo que dicen, sino porque empujan a decir. Esta canción me conmueve. Es dramática, tensa, violenta. La melodía obsesiva (como si fosse maquina), esos bronces brutales, la base vamp, el coro (¡un coro!). La reiteración contra la que el cambio construye sentido, las mismas palabras encontrando relaciones nuevas. Los hijos besados como si fueran únicos, pródigos, el arroz comido como alimento de príncipe, la mujer besada como si fuese lógico. Morir, en todos los casos, a contramano.

b) La historia de la construcción de este post. La investigación sobre géneros y recursos musicales, la búsqueda de un video con la versión original de 1971, no encontrar en el tubo la imagen del joven Buarque ejecutando esta pieza y en su lugar hallar una versión reciente, igual de dramática, de triste, de insana. Y hallar también una versión irreverente pero eficaz.

Al final, buscar en goear el audio aquel de 1971 (un sonido completamente actual, vigente, algo que no suena para nada datado).

Entonces, les dejo Construçao, de Chico Buarque.


El retorno de la lluvia





La lluvia me reconcilia con la vida. El nivel de precipitaciones en estas últimas semanas sobrepasa con creces un año que parecía un perpetuo verano, de canicular sol y temperaturas abrumadoras. Desesperante, agobiante. La lluvia tiene la fuerza de desencadenarlo todo. El clima volvió a ser el que recuerdo en mi niñez; cuando los comienzos del año escolar significaban esperar el recorrido en un frío que calaba, con un cielo límpido y charcos el la calle que reflejaban la ciudad recién despertada.

Pero cuando la lluvia se empecina en caer sobre Quito lo hace a conciencia. Empapando todo; y cuando las baldadas de agua que se escurren hacia las entrañas de la urbe no pueden ser contenidas las tapas de las alcantarillas vuelan y el tráfico colapsa y nos damos cuenta de que es imposible domar la naturaleza completamente.

Me gusta el sonido de la lluvia, cuando estoy acurrucada en casa, con una taza de té humeante entre las manos, un libro en el regazo y con la mirada perdida, viendo como esa sábana diáfana como una gasa difumina las figuras del horizonte y el repiqueteo rítmico de las gotas rompe el silencio de la tarde....y a veces uno que otro trueno hacen coro, rompiendo el sopor rítmico. Y compartir el silencio de ver llover cuando estás abrazada a alguien es hermoso.

Pero también me gusta estar en la calle cuando comienza a llover. Me gusta saltar los charcos y ponerme la chompa con su capucha y caminar en pleno aguacero. Y me gusta quitarme la capucha y levantar la cara hacia el cielo y dejar que la lluvia me moje, me lave...es una sensación muy liberadora, ese golpeteo de las gotas al estrellarse sobre mi rostro, sobre todo cuando chocan con mis párpados, que son más sensibles y como poco a poco el cabello también se empapa y las gotas empiezan a filtrarse por pura gravedad hacia el cuello. Y se desplazan lentas, sin apuro por la espalda, enfriando la temperatura corporal, excitando cada terminal nerviosa a su paso. Me hacen sentir viva.
Además ver a la gente que escampa bajo algún alero mirarte envidiosa al caminar sin apuro bajo la lluvia, tan campante, es genial. Y luego llegar a casa para cambiarte y arroparte con alguna prenda seca y suavecita es delicioso.

Pero sobre todo, ¿a que no existe nada más rico que salir luego de una copiosa lluvia y literalmente oler en el ambiente la posibilidad de nueva vida? Como si la tierra, la yerba y las plantas te gritaran en silencio que la vida vuelve a hacer de las suyas. Simplemente me gusta mucho la lluvia.