y aquel perrito compañero
que por tu ausencia no comía
al verme sólo el otro día
también me dejó
Imagínense, a esas edades me pegaba un bajón tremendo no saber que rayos pasaba con el perrito, porque en la canción nunca se menciona su desenlace. Que horror. La cosa es que me encantan los perros...son poquísimos los perros que me parecen feos, pero los hay. Además tengo la mala costumbre de creer que todos son inofensivos y amigables, lo cual casi nunca me ha traído problemas, casi... y aún así no claudico. Sigo acariciándoles si hay chance...en serio, me encantan.
Típico perro de pueblito que sale a ladrarte
si te acercas a sus dominios
Típico perro de pueblito que sale a ladrarte
si te acercas a sus dominios
Soy de las que se emociona en la calle al ver uno, y por eso me rompe el corazón la cantidad de perros callejeros que rondan por Quito y cuyo final casi siempre es trágico.
Aceptar un can significa cargar también con las responsabilidades de hacerse cargo de una vida que difícilmente sobrevivirá si no cuidamos de ella (y si tienen uno como el mío, necesitan además armarse de muuucha paciencia); por eso me rompe el corazón ver cosas tan desalmadas como una camada entera recién nacida que fue puesta en una bolsa plástica y descartada como si se tratara de basura. La abnegada madre de la camada no se separó de sus vástagos y fueron rescatados.
Y aún a pesar de tratos así de degradantes y brutales, la fidelidad canina es a prueba de fuego. Tal vez ese sea el rasgo que más me atrae de estos cuadrúpedos. Están siempre al borde del abismo, contigo, siempre. Será por eso que hoy quería agradecerles a los canes que en el mundo han sido, por acompañarnos desinteresadamente y hacer de nuestro paso por esta Tierra un poco más feliz.
Tanta paciencia canina que este pobre perrito callejero
se tuvo que abancar las confesiones
del borrachito en fiestas de UIO. ¿Qué tal?