Canes

Me gustan los animales. Punto. Unos más que otros, pero en general me gustan todos. Pero los perros son mi gran debilidad. No sé si será que llevamos inscrito en el ADN una filiación a punte costumbre, ya que sus antepasados y los nuestros decidieron unirse, primero por puro y cochino interés de cada uno, y posteriormente en una simbiosis que parece durará mientras dure nuestra especie. No se si será que son de los animales con los que la mayoría de nosotros a tenido contacto desde niños y son nuestros grandes e incansables compañeros de juegos, o en parte será la respuesta a aquellas historias que leía cuando niña...Buck, de El Llamado de lo Salvaje de Jack London, o Milú e Ideafix (y su personalidad tan verde), y quién no se emocionó viendo la película de Balto, ¿a ver? Sobre todo tengo un recuerdo muy vivo de cierta canción, toda ella muy triste, como buen tango, pero que a mis 5 o 6 años sólo me llegaba con semejante estrofa:

y aquel perrito compañero

que por tu ausencia no comía
al verme sólo el otro día
también me dejó

Imagínense, a esas edades me pegaba un bajón tremendo no saber que rayos pasaba con el perrito, porque en la canción nunca se menciona su desenlace. Que horror. La cosa es que me encantan los perros...son poquísimos los perros que me parecen feos, pero los hay. Además tengo la mala costumbre de creer que todos son inofensivos y amigables, lo cual casi nunca me ha traído problemas, casi... y aún así no claudico. Sigo acariciándoles si hay chance...en serio, me encantan.

Típico perro de pueblito que sale a ladrarte
si te acercas a sus dominios


Soy de las que se emociona en la calle al ver uno, y por e
so me rompe el corazón la cantidad de perros callejeros que rondan por Quito y cuyo final casi siempre es trágico.
Aceptar un can significa cargar también con las responsabilidades de hacerse cargo de una vida que difícilmente sobrevivirá si no cuidamos de ella (y si tienen uno como el mío, necesitan además armarse de muuucha
paciencia); por eso me rompe el corazón ver cosas tan desalmadas como una camada entera recién nacida que fue puesta en una bolsa plástica y descartada como si se tratara de basura. La abnegada madre de la camada no se separó de sus vástagos y fueron rescatados.
Y aún a pesar de tratos así de degradantes y brutales, la fidelidad canina es a prueba de fuego. Tal vez ese sea el rasgo que más me atrae de estos cuadrúpedos. Están siempre al borde del abismo, contigo, siempre. Será por eso que hoy quería agradecerles a los canes que en e
l mundo han sido, por acompañarnos desinteresadamente y hacer de nuestro paso por esta Tierra un poco más feliz.



Tanta paciencia canina que este pobre perrito callejero
se tuvo que abancar las confesiones
del borrachito en fiestas de UIO. ¿Qué tal?