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'Franz Kafka y la niña', relato de Joseba Sarrionandia

vía: @odradek1

Allen Ginsberg’s “Celestial Homework”: Una lista de lecturas para su clase “Literary History of the Beats”

En este post ya publiqué otra lista de lecturas recomendadas por Allen Ginsberg, impresa para sus estudiantes en la escuela de Jack Kerouac 'Disembodied Poetics'. Esta vez, se trata de las tareas, o lo que él llamó 'Celestial Homework" (deberes celestiales) para sus alumnos en la clase de "Historia Literaria de los Beats". 

vía: open culture

Entrevista al escritor irlandés John Banville

“Para nosotros los irlandeses, el inglés es un idioma extranjero”

Uno de los mejores escritores vivos en lengua inglesa, el irlandés John Banville nació en Wexford en 1945. Entre sus obras más destacadas se encuentra La carta de Newton, El Intocable y El libro de las pruebas, por el que fue candidato al Booker Prize en 1989, premio que consiguió en 2005 por El mar. Ahora nos sorprende con Antigua Luz, una novela sobre la memoria, que desborda erotismo y sensualidad.


Banville es un hombre de gesto serio, mirada fría, pausado y observador.
Pero salpica toda la conversación con frases irónicas, anécdotas, citas de
otros escritores, y un poco de humor negro. Se pide una copa de vino blanco
mientras hace comentarios sarcásticos sobre la música de fondo que hay
puesta en el local, convirtiendo la entrevista en un cómodo y entretenido
diálogo.

Acaba de publicar en España Antigua luz, en la que la historia salta entre el
presente del narrador, el actor retirado Alex Cleeve, que ya aparecía en su
novela Eclipse, y un idílico verano de hace cincuenta años en el que tuvo un
romance con la madre de su mejor amigo. Banville captura a la perfección el
espíritu de la adolescencia, el cuerpo del adolescente deseoso de experiencias
sexuales, con la mente borrosa por el erotismo y los sentimientos encontrados.
El escritor procede de una familia humilde en la que su padre trabajaba en un
garaje y su madre cuidaba de la casa, en una Irlanda provinciana, cerrada y
muy católica.

¿Cuándo comenzó a leer?
Comencé muy pronto, ni siquiera sé a qué edad porque me recuerdo leyendo
siempre. Estaba profundamente enamorado de los libros. Hasta el punto que
cada vez que terminaba uno lloraba, literalmente, se me saltaban las lágrimas,
me sentía como si estuviera de luto, ya que el que terminaba había formado
parte de mi vida. Mis padres no eran lectores, así que conseguía los libros
en la biblioteca. Ten en cuenta que éramos muy pobres, tanto económica
como espiritualmente, puesto que entonces vivíamos bajo el yugo de la Iglesia
Católica, con lo que la biblioteca era el lugar perfecto donde refugiarte de
aquella realidad, y a la vez una ventana al mundo exterior. La lectura suponía
una escapada y a la vez un descubrimiento tras otro. Por eso creo que las
bibliotecas son una de las instituciones más importantes que hemos inventado.

¿Y a escribir? ¿A qué edad comenzó?
Creo que empecé a los doce años. Me había leído Dublineses de Joyce y me
fascinó. Me fascinó descubrir que se podía escribir sobre la vida tal y como yo
la conocía, que las historias no tenían que ser necesariamente de detectives,
sino que podían girar alrededor de la vida cotidiana. Así que me puse a escribir
terribles, horrorosas imitaciones de Dublineses. Pero lo seguí haciendo, seguí
insistiendo para mejorar, y aun sigo tratando de aprender.

En Antigua Luz plantea que la memoria no es fiable, que nuestros
recuerdos cambian con el tiempo…
Sí, yo creo que nos inventamos el pasado, que ensamblamos las piezas
para que encajen. No creo que recordemos las cosas exactamente como
sucedieron. A todos nos ha ocurrido llegar a una casa que pensábamos que
conocíamos muy, muy bien, y nos hemos encontrado con que las ventanas o
las puertas no están donde las recordábamos. No recordamos las cosas tal
como sucedieron.

Usted, que es tan minucioso con el lenguaje, ¿cree que éste también
afecta a la memoria?
Vaya… buena pregunta, la verdad es que no lo había pensado, fascinante (se
ríe). Creo que formulamos el significado del pasado sobre nuestro presente en
términos lingüísticos. Nos contamos a nosotros mismos qué pasó, cómo fue
ese pasado. Retenemos ciertas imágenes deslavazadas que nos vienen del
pasado y probablemente la tarea de unir todas esas imágenes para crear la
memoria sea una tarea lingüística. ¿Le parece suficientemente complicada mi
respuesta? (risas)

En ese mismo sentido, ¿cree que afectan las traducciones al lenguaje
original? ¿se pierde algo por el camino?
Como dijo Robert Frost, lo que se pierde en la traducción es la poesía. Si
piensas en una imagen, eso probablemente sea cierto. Lógicamente también
depende de la traducción. Por ejemplo, la novela de los años 50 sobre la clase
trabajadora Room at the top de John Braine, se tradujo al sueco como El ático,
con lo que perdió todo el sentido.

El lenguaje es lo más importante que hay para mí. Es cómo me expreso
conmigo mismo, es cómo observo la realidad. Es la razón por la que escribo,
supongo, el tratar de recrear el mundo a través del lenguaje. Con el lenguaje
creamos imágenes, pero es un proceso muy extraño. De hecho, aun sabemos
muy poco sobre el lenguaje. Quiero decir que parece sencillo pero no lo es.
Convertir una escena, una reunión, o a una persona… plasmar la realidad en
una hoja en blanco es un proceso muy, muy extraño. Nunca me acostumbraré
a él, nunca se me hará algo normal, jamás dejaré de maravillarme por ese
proceso. Jamás dejaré de sentirme maravillado por el proceso de crear frases.

Usted cuida muchísimo el estilo y el ritmo…
Para mí son lo más importante, lo más básico. El ritmo es fundamental. A
menudo leo lo que escribo en voz alta, porque, por ejemplo, en poesía tienes
unas reglas a seguir, tienes la estrofa, la rima, pero en la prosa eso no existe.
Una vez alguien le preguntó a Joyce si podría resumir El Ulises en una sola
frase y él contestó: “¿Cómo de larga la frase?” (risas). Conseguir que una frase
tenga ritmo es muy complicado y a la vez fascinante, porque yo puedo creer
que lo tiene pero, ¿cómo consigo que para el lector tenga ese mismo ritmo?
Ese es el gran desafío de la prosa. Y a mí precisamente lo que me interesa
es ese desafío, lo que ya no tengo claro es en cuántas ocasiones lo hago con
éxito. Uno mismo puede meterse en los enredos más asombrosos. En una
ocasión, Heidegger estaba dando una de sus lecturas y de pronto paró en
mitad de una frase y gritó indignado: “¡Pero si esto parece chino!”.

Al principio de Antigua Luz hay un párrafo que me recordó al comienzo de
Lolita, de Nabokov, en el que describe cómo se pronuncia el nombre de
Cecilia Grey, ¿se trata de un guiño?
Ah sí, sé a cuál te refieres, pero la verdad es que no lo había pensado. Estoy
seguro de que viene de ahí aunque haya sido algo inconsciente. Al fin y al
cabo, todo lo que uno lee deja un poso, deja un eco. Y bueno, con frecuencia
tomamos cosas de otros. T.S. Eliot dijo que los buenos escritores toman
prestado y los grandes escritores roban, así que yo robo con frecuencia (y
se ríe). Pero la gente también me roba a mí, ¿eh? Cuando leí Los anillos de
Saturno de W.G. Sebald descubrí que me había robado una frase de El libro
de las pruebas, así que lo hacemos todos, todos somos ladrones. Ladrones y
caníbales.

¿Es fácil escribir sobre sexo?
No, es extremadamente difícil. El acto es maravilloso, pero escribir sobre
ello es terrible. Si hasta lo intentó D.H. Lawrence con fatales resultados.
Siempre termina sonando, o demasiado rígido, o demasiado sentimental. A
mí me resulta imposible, porque la experiencia es tan distinta a su aspecto
exterior, que para escribir un libro erótico o pornográfico tendría que ser una
fantasía. Si te fijas, en ninguna novela pornográfica va nadie nunca al cuarto
de baño, excepto en La Historia de O. Creo que ese es un gran libro, y lo que
lo convierte en algo tan fascinante es que creo que tienes que leerlo dos veces
para darte cuenta de que la mujer, la protagonista, es la que lo controla todo.
Aunque los hombres estén abusando de ella sexualmente, maltratándola, ella
siempre tiene el control. Es un libro fascinante, me encantaría adaptarlo para el
cine.

¿Cómo se siente cuando le comparan con Nabokov?
Me siento halagado. Nabokov es un grandísimo escritor. Pero la diferencia
entre él y yo es que Nabokov no tiene sentido musical. Esto no lo digo yo, lo
dijo él mismo. Yo siempre había notado algo raro en su prosa, y cuando leí
esto pensé: “eso es”. Para mí el ritmo es fundamental y para él no lo es.
Lo que sí siento que nos une es que ninguno de los dos escribimos en
nuestro propio idioma. Él era de origen ruso, y nosotros los irlandeses no nos
sentimos… la palabra no es incómodos, nos sentimos distanciados, como si lo
observásemos desde otro ángulo, observamos el inglés desde fuera. El inglés
es un idioma extranjero para nosotros, y eso que lo hablamos desde 1840,
pero nuestra gramática es completamente distinta, y el ritmo también. Hay una
tensión por tanto entre el inglés que hablamos y el idioma que llevamos en los
genes. Y esto es algo que resulta muy productivo, porque creo que siempre es
bueno mantenerte fuera del lenguaje. Y creo que por eso hay tantos críticos
literarios ingleses que odian mis libros, porque creen que son intentos fallidos
de escribir una novela inglesa.

La literatura irlandesa cuenta con enormes figuras como Joyce, Samuel
Beckett, WB Yeats… ¿se siente presionado de alguna manera?
Por supuesto. Siempre me comparo con un habitante de la Isla de Pascua,
con esas inmensas figuras de piedra mirándome desde arriba y diciendo: “mira
lo que hemos hecho nosotros, así que a ver qué haces tú ahora”. Sí, es una
presión enorme. Es curioso pero en Irlanda tenemos, o grandes escritores o
escritores fallidos, pero no parece que tengamos nada en medio. Los ingleses
tienen literatura intermedia, tienen escritores medios, pero nosotros no, parece
que solo tenemos estas enormes figuras.

¿Cómo se protege de la presión de esas grandes figuras a la hora de
escribir?
No leyéndolos (se ríe). Cuando escribo no puedo leer a Joyce o a Beckett. Sí
puedo leer a Yeats, que es mi gran espejo. Pero es que Yeats, aunque suene
un poco extraño, no es realmente un poeta irlandés. Se fue a vivir a Londres
muy joven, descubrió que Irlanda era su material y regresó, pero es algo
sintético, lo que forma parte de su grandeza.

¿Vuelve sobre sus libros una vez están publicados?
No, jamás los vuelvo a leer. Me da vergüenza. Una vez me encontré con una
amiga por la calle y me dijo: “Qué pálido estás, ¿te encuentras bien?” Y le
contesté: “hoy se publica mi novela y me siento como si caminara desnudo
por la calle”, “pues parece que vayas enseñando hasta tus radiografías”. Me
pareció maravilloso, era exactamente como me sentía.

¿Tampoco lee las críticas de sus libros?
No. Ni aunque sean positivas. Mira, me paso tres, cuatro, hasta cinco años
escribiendo una novela, con lo que sé qué fallos tiene, conozco sus pocas
virtudes, llego a conocer tan bien mi trabajo que nadie me puede aportar nada
que yo no sepa, ni tampoco hay nadie que pueda ser más crítico que yo con mi
propio trabajo.

¿Y no puede haber nadie que le descubra algo?
Podría ser, pero no vale la pena leerse todas esas críticas para encontrar un
pequeño detalle que no supiera. Los lectores sí me descubren cosas. Cuando
hago lecturas son ellos los que realmente me dicen cosas sobre mis libros que
yo no sabía. Cuando era joven sí compraba toda la prensa y leía todo, pero
porque en aquella época había críticos que vivían de eso, eran profesionales
que se dedicaban a ello por entero. En la actualidad nadie puede sobrevivir a
base de escribir crítica literaria, así que todos los críticos hoy día se dedican
realmente a otras cosas, la mayoría de ellos a escribir, y si son escritores, te
odian por tener éxito.
Y sobre todo, si lees las críticas que te hacen, tienes que aceptar que las
positivas son igual de válidas que las negativas.

Pero usted también es escritor y crítico literario…
Pero yo hace tiempo que solo escribo críticas de libros que me gustan. Mi
mujer siempre me dice que doy una impresión absolutamente distorsionada
de mí mismo al hacer esto, ya que todas mis críticas son favorables. Me dice:
“la gente no se da cuenta de la cantidad de libros que odias”. Si recibo un libro
para escribir una crítica y no me gusta, lo devuelvo. Esto es porque estoy en un
momento de mi vida en el que creo que no tiene sentido desanimar a la gente
a escribir. Yo quiero animar, decirles “este libro es estupendo”. Alguna vez sí
recibo algún libro que es tan malo que creo que tengo que escribir la crítica y
decir “esto es horrible”, pero es raro que lo haga.

A Ian McEwan le hizo una crítica feroz de su novela Sábado…
Vaya, esperaba que no me sacaras ese tema (risas). ¿Ves? Eso fue un error.
Sí, le puse a parir en una crítica en el New York Review of Books y luego
escuché a alguien decir “es la mejor peor crítica que he leído nunca”. Aquello
fue terrible, no lo volvería a hacer. La razón por la que lo hice fue porque recibí
el libro mucho después de que se publicara, y leí cosas sobre él como: “el gran
libro sobre el 11 de Septiembre”, o “es el mejor retrato de la sociedad
actualidad”, y cosas así. Aquello era basura sobre el libro, pero lo que tenía
que haber aclarado es que estaba criticando a los críticos, les estaba diciendo:
“mirad, este libro es muy, muy malo, ¿de verdad vais a decir que es
maravilloso?”. Muchos no me perdonaron aquello. Y muchos de ellos se
vengaron cuando publiqué mi siguiente novela. Pero mira, por una vez sentí
que tenía que salir y hablar, decirles a todos que el emperador no llevaba traje
en esta ocasión, y que todos estaban equivocados, o que ninguno se había
atrevido a decir la verdad. No te podrías imaginar la cantidad de emails y
mensajes que recibí de gente diciéndome que estaba de acuerdo conmigo, que
tenía razón. Pero me lo decían entre bastidores, luego no se atrevieron a
admitirlo en público jamás. Eso es muy cobarde. Yo creo firmemente en la
crítica literaria como una tradición honesta y por ello trato de ser lo más
honesto que puedo. Por ello nunca escribo críticas de libros de amigos míos,
porque son amigos míos, como tampoco escribo nunca críticas de libros de mis
enemigos, porque son mis enemigos.

¿De dónde viene Benjamín Black?
Es muy sencillo. Había escrito una serie de capítulos para la televisión que
luego nunca se llegaron a rodar y odio desaprovechar material, así que lo
convertí todo en una novela. Después decidí que tenía que usar un seudónimo
como una especie de broma literaria. Él es el que me hace el trabajo cotidiano,
el que gana el dinero por mí. Y ahora que lo pienso, no lo está haciendo muy
bien, la verdad, aunque lo intenta.

¿Cuál es la diferencia entre Benjamin Black y John Banville?
Uy, son completamente distintos. Black escribe muy deprisa. Termina un libro
en tres o cuatro meses, mientras que Banville tarda años y años. La diferencia
esencial es que Benjamin Black es un artesano y Banville se cree que es un
artista, es completamente distinto.

Físicamente Benjamin Black es como Quirke, el protagonista de sus novelas.
De hecho, muchas veces los confundo, muchas veces hablo de Quirke y en
realidad me refiero a Benjamin Black, y al revés. Él es alto, increíblemente
guapo, irresistible para las mujeres… vamos, todo lo que yo no soy.
Lo creé sencillamente porque necesitaba que alguien me hiciera el trabajo,
porque con este tipo de novelas que escribo no se sobrevive, las ventas son
muy bajas. Bueno, tengo que decir que no en España, pero en la mayoría
de los lugares sí. Además, durante 35 años he trabajado como periodista y
cuando dejé aquello necesitaba hacer otra cosa, así que creo que es mi parte
de periodista que ahora quiere escribir libros.

¿Quién va a escribir la siguiente novela, John Banville o Benjamin Black?
Benjamin Black. Va a escribir una novela de Philip Marlowe, ya sabes, de
Chandler. Y después escribiré otra como Banville. También escribo para el cine
constantemente. Me encanta, es un medio maravilloso.

¿Es muy diferente escribir para el cine?
Sí, es completamente distinto, es muy rápido. Si pudiera teclear tan rápido
lo haría en tiempo real. Es un sistema de escritura completamente distinto,
porque tienes que escribir de forma plana. Es muy interesante, cuando convertí
aquel guión para televisión en la primera novela de Benjamin Black, tuve que
cambiar absolutamente todas las frases de todos los diálogos. Porque cuando
escribes para la pantalla, escribes blanco, plano, sin énfasis, porque son los
actores los que le dan vida al diálogo. Pero cuando escribes para las páginas
de un libro, los diálogos tienen que hacer todo el trabajo por sí solos, así que
lo haces de forma distinta. Y luego, cuando comienza el rodaje, te llaman y te
dicen “perdona, pero necesitamos un par de líneas para mañana”, lo haces del
tirón y lo envías. Es excitante, es como un juego.

¿Cómo se siente más a gusto, como escritor, como guionista, como
crítico…?
La verdad es que trabajo mucho como crítico literario, muchísimo, es lo que
más satisfacciones me da, porque escribir como Banville es un tormento,
es una tortura. Ten en cuenta que una crítica la terminas, es como hacer un
mueble, que cuando está acabado, está acabado. Pero Banville siempre está
insatisfecho. Si yo escribiera un libro que me gustara ya no volvería a escribir.

Entonces este libro, por ejemplo, Antigua Luz, no está terminado…
Hay una bonita historia sobre Henry James en su lecho de muerte en la que
está escribiendo sobre una hoja de papel, y escribe y escribe, hasta que se le
cae la mano y con ella el papel al suelo.
Así que la respuesta es no. Mis libros no estarán acabados hasta que yo no
esté acabado.

Esta entrevista fue publicada en la revista 7K, el dominical del diario Gara, el domingo 11 de noviembre de 2012. 

Patty Smith comparte consejos sobre escribir que le dio de joven William S. Burroughs

¿Y qué pasa con el trabajo de las mujeres de los grandes escritores rusos?

Sofía y Leon Tolstoi
Los grandes escritores rusos, desde Dostoievski, Tolstoi, Nabokov, Bulgakov, Solzhenitsyn, hasta Mandelstam, con frecuencia son descritos como genios solitarios. Pero muchas de sus obras maestras fueron fruto de la colaboración con sus parejas. Muy lejos de ser ellas meras pasivas taquígrafas, se convirtieron en sus correctoras, documentalistas, editoras, y más allá. 

"Lo que la gente sabe es que Sofía hizo copias de las grandes novelas de Tolstoi, pero en realidad fue mucho más lejos", afirma Alexandra Popoff, autora de este libro sobre el tema. "Juntos discutieron sobre su obra, ella fue la chispa sin la cual ese Guerra y Paz que el mundo entero admira, no habría  existido".  

La Literatura inglesa cuenta con escritoras fundamentales, pudiéndonos remontar al siglo XVII con la dramaturga Aphra Behn. También hubo otras mujeres de escritores occidentales como Zelda Fitzgerald y Martha Gellhorn (casada con Ernest Hemingway), que mostraron poco interés por convertirse en notas a pie de página de la vida de alguien. 
Anna Dostoievski

Pero hasta la mitad del siglo XX, la prosa rusa estuvo dominada casi completamente por hombres, que fueron leonizados y convertidos en héroes nacionales. De sus mujeres se esperaba que se dedicaran a cultivar el genio de sus maridos, un papel que muchas jugaron con gran empeño.

El modelo quedó establecido por los Dostoievski y los Tolstoi. Sofía Tolstoi hacía copias de los trabajos de su marido, de sus diarios y sus cartas, trabajando en ellos hasta bien entrada la noche después de haber pasado el día cuidando de la casa y de sus 12 hijos. Además le sirvió de musa, siendo ella la fuente de inspiración para la historia de amor entre Kitty y Levin en Anna Karenina

Dostoievski le dictó Crimen y castigo y Los hermanos Karamazov a su mujer Anna, dándole a muchos de sus personajes cualidades que venían de ella. "Fyodor Mikhailovich fue mi ídolo, mi dios", escribió Anna, eternamente entregada incluso tras haber hecho de enfermera durante su adicción al juego, que la terminó hundiendo en la miseria. 

Estos arquetipos fueron imitados, en ocasiones de manera consciente, por futuras parejas. Antes de su matrimonio, Tolstoi le dio por escrito a Sofía una relación de sus previas aventuras sexuales, incluyendo el relato que cuenta cómo se contagió de gonorrea tras acostarse con una prostituta, un episodio que recrearía después en Anna Karenina. Nabokov, que idoltraba a Tolstoi, hizo exactamente lo mismo con su mujer Vera. 

Vera y Vladimir Nabokov

Algunas de estas mujeres llegaron incluso a arriesgar sus vidas por el trabajo de sus maridos. 

Es el caso de Natalia Solzhenitsyn (en la foto, junto con Alexander). Ella conoció a su futuro marido a los 28 años, cuando preparaba su doctorado, y él ya era famoso por Un día en la vida de Ivan Denisovich. Además de realizar un extensivo trabajo de investigación para sus novelas históricas, de editar y recopilar sus obras, Natalia llevó y diseñó todo el contrabando de sus trabajos al Oeste, preservando The Gulag Archipelago y otros textos cruciales.

Muchas continuaron trabajando para sus maridos cuando ya fueron viudas. Yelena Bulgakov luchó incansablemente para asegurarse de que El maestro y Margarita fuese publicado tras la muerte de su marido. Además, el personaje de Margarita estaba inspirado en ella.   Por otro lado, tras la muerte del poeta Osip Mandelstam en un campo en Siberia, Nadezhda (en la imagen de la derecha) movió su archivo secreto a través de la toda la Unión Soviética. También escribió dos muy buenos libros de memorias: "Esperanza contra esperanza", y "Esperanza abandonada". 

Aquellas  relaciones llegaban a ser devoradoras. Tal y como lo puso Nabokov, él y Vera tenían "la misma sombra". Dostoievski, Mandelstam y Nabokov, todos afirmaron que no eran capaces de escribir si ellas no se encontraban cerca. 

Según cuenta la poeta Anna Akhmatova tras conocer a  Mandelstam y Nadezhda, "él no la permitía que se mantuviese fuera de su vista, era un celoso enfermizo, y le pedía consejo sobre cada palabra de sus poemas. Nunca había visto nada igual". 

Pero también algunas de estas mujeres encontraron que esta autoinmolación era llegar demasiado lejos. Sofía Tolstoi pintaba y escribía. Su marido tomó prestado de una de sus novelas de juventud el nombre para la heroína de Guerra y Paz: Natasha. Y en medio de la conversión religiosa de él, Sofía comenzó a lamentar su devoción. En su libro de memorias Mi vida, que no se publicó hasta 2010, escribió: "Todos me preguntan: ¿por qué una mujer sin valor como tú necesita una vida artística o intelectual? A esta pregunta solo puedo responder: No lo sé, pero suprimirlo eternamente para servir a un genio es una gran desgracia."


Yelena y Mikhail Bulgakov

Cuando Sofía cedió su papel como confidente al discípulo de Tolstoi, Vladimir Chertkov, se encontró con que la habían excluido completamente de su círculo. Sus acólitos incluso se negaron a permitirle que se acercara a su lecho de muerte. Por culpa de la influencia de Chertkov, ella sería retratada durante mucho tiempo como una "mujer pañuelo incapaz de apreciar el genio moral de Tolstoi", según afirma Andrew Kaufman, autor de Comprendiendo a Tolstoi.


Pero según Kaufman estas actitudes están cambiando. "Ahora los rusos empiezan a estar  listos para humanizar e incluso criticar a sus grandes figuras, descubriendo sus fallos e hipocresía moral. La antipatía general hacia el extremismo moral de Tolstoi y hacia cómo éste trataba a su mujer e hijos, forma parte de esta  tendencia". 

"Hoy día hay grandes escritoras rusas como Lyudmila Petrushevskaya y Tatyana Tolstaya, que están adquiriendo fama mundial, con lo que este tipo de relaciones parece que empiezan a formar ya parte del pasado", afirma Popoff en su libro The Wives: The Women Behind Russia's Literary Giants. 


Pero entonces, uno no sabía dónde empezaba y dónde terminaba esa colaboración. Y estas mujeres forman una parte fundamental de la Literatura rusa. 

Descubierto un relato inédito de William Faulkner


Tras años y años de estudios alrededor de la figura de William Faulkner, y cuando parecía que ya no se podía saber nada nuevo sobre él, el New York Times aparece con un reportaje en el que se habla de un nuevo descubrimiento: un manuscrito sin publicar que data de sus comienzos como escritor, y un montón de cartas a su mujer Estelle. Faulkner  escribió la historia en la parte posterior del papel con membrete de la Universidad de Mississippi, un ejercicio temprano de ficción escrito sobre el viaje de un cazador de pieles a una gran ciudad. Sus 13 páginas, escondidas en una vieja caja y olvidadas en un granero en la granja familiar de Faulkner en Charlottesville, Virginia, fueron descubiertas el año pasado, y ahora serán subastadas por Sotheby's.  

vía: The New York Times

Manuscrito de Dylan Thomas

Se trata del manuscrito de una de las páginas del poema "In the White Giant's Thigh".

Vía: fuck yeah manuscripts

Vídeo: Fascinante entrevista a Bertrand Russel, 1959


Treinta minutos con el filósofo, matemático y activista antinuclear británico Bertrand Russel, de la mano del periodista de la BBC John Freeman, en 1959. Russel tenía por aquel entonces 87 años. El formato del programa, Face to Face, resulta fascinante, casi como un interrogatorio, con esa iluminación áspera y fría. 

Entre otras cosas, en la entrevista habla sobre por qué no es creyente, por qué escribió su propio obituario, de su infancia, de cómo ha ido observando a lo largo de su vida la destrucción de la belleza del planeta, y de cómo el fumar le salvó literalmente la vida. 



vía: dangeours minds

Vídeo: Anaïs Nin habla sobre sus heroínas y el LSD

Anaïs Nin fue una de las más notables escritoras de literatura erótica femenina y una de las primeras en explorar ese género, puesto que en el mundo occidental,  antes que ella, la literatura erótica escrita por mujeres era muy escasa, con algunas pocas notables excepciones.

Con su dulzura y serenidad habitual, en este vídeo habla sobre algunas de sus heroínas favoritas, mujeres rebeldes como la psicoanalista Lou Andreas-Salomé y Carresse Crosby, libertina, antibelicista y editora de Joyce, Kay Boyle, Hemingway, Hart Crane, D.H.Lawrence, René Crevel, T.S. Eliot y Ezra Pound. 

Además comenta su experiencia con el LSD, que define como un "mundo accesible al poeta, al artista", en el cual ella "se convirtió en oro".



Vía: dangerous minds

4 poemas de Joseba Sarrionandia

EL ÁNIMO DE QUIEN HA ESTADO PRESO
(de "Viejos marinos")

El ánimo de quien ha estado preso
Retorna siempre a prisión.
En la calle se cruza con jueces, fiscales y abogados
Y los policías, aún sin reconocerlo,
Lo miran más que a cualquier otro,
Porque su paso no es sosegado, o bien
Porque su paso es en extremo sosegado.
En su corazón habita,
De por vida, un condenado.


UN LARGO TREN(de "Viejos marinos")

Siempre hay al amanecer un largo tren
Que parte de la estación.
Una mujer mira desde la ventana,
A nadie puede decir adiós.
Siempre hay un corazón dividido:
Una mitad se aleja con el tren
La otra mitad se queda en la estación.
Cae la lluvia, moja el cristal,
Moja los vagones, moja las vías.
El tren va siempre hacia el infierno.


DEFIENDAN SU NEGRA PAZ
(de "Viejos marinos")

Defiendan su descanso sembrado de blancas palomas,
Con billetes de banco y armas pesadas.
Defiendan su negra libertad de
Trabajar, hacer deporte, rezar,
Defiendan la negra casa de su padre
Para no perderse ni un folletón televisivo,
Defiendan su negro sueño y que sus bellos sueños
Engendren otros bellos sueños,
Defiendan el sosiego de sus corazones
Que perfuman hasta ahogarlos, y su fin de semana,
Defiendan su negra paz
Y su reloj de una única aguja:
Somos hijos de alguna oscura loba,
Es la hora, señálenos con su dedo índice
Y que sus policías tiren contra nosotros.


PREGUNTA II
(de "Viejos marinos")

El hombre se detiene
En la esquina de la celda,
Parece que habla solo,
Pero no, hasta cuándo
Le ha preguntado a una araña.
La araña, de inmediato,
Se descuelga y baja
Por el hilo que larga,
Y parece que ese largo hilo es
La respuesta de la araña.

Coplas para esconder en los pantalones, poema de Joseba Sarrionandia

(de "Yo no soy rey de Noruega")

Es Venus la primera que en el cielo se ilumina
ahora se despierta el más anciano murciélago
y acaricia en silencio rojas tejas, paredes grises
el ave de los negros rincones va tejiendo la nueva noche
Aquí yacemos, imposible huir del castillo de las cenizas
la noche, gigantesca red, se abate sobre nosotros
me atrapa debajo, amarrado a la tristeza
aquí yazgo y no puedo explicar qué cosa es esto
Esto es el refugio de los temores y las hierbas oscuras
esto es la catedral de las lágrimas y los hombres vacíos
esto es un páramo sin víspera y de breve porvenir
aquí yace, vivo cadáver, lo que una vez fue un pueblo
Dicen que allá lejos nacen flores y flores a la vida
pero quien llega a la cárcel ha llegado al sepulcro
al monte del patíbulo de los murciélagos tejedores
mirad atentamente cómo nos columpiamos
Escribo estas coplas sin luz, encerrado
mientras el dolor visita las venas de mi ánimo
los carceleros buscan papeles por las celdas
toma, cógelo, escóndelo en tus pantalones.

Ulises vuelve a Ítaca, poema de Joseba Sarrionandia

(de "Por los escondrijos del miedo")

Estás llegando, Ulises, a Ítaca
Y miras con ansia hacia tu casa.
¿Pero sabes acaso qué hallarás?
Yo, Eumeo, te lo diré:
Mira qué regocijo en la que fue tu casa.
¿Quién te ha dicho que te esperan?
Mira los barcos varados en la arena
Y el olor a vino y fritura en las ventanas.
Esto es lo que te espera, vuelto a casa:
La honra del hijodalgo, camisas perfumadas,
Los mismos nombres y voces cada día,
Las tiernas caricias de parientes y allegados,
Ajo, harina de cebada y vino aguado.
Y encanecido el cabello hacerte abuelo
Y morir cuando se borren las líneas de tu mano.
¿Por qué volver a Ítaca, Ulises?
Sólo buitres habitan hace tiempo esta casa,
No es más que punto de encuentro para aves perdidas.
¿Estás agotado? ¿Te place quizá el llanto de las plañideras?
Haz caso, como las aves, al camino que marcan las estrellas
Y a este viejo Eumeo que algo sabe del destino.

Las líneas de la mano, poema de Joseba Sarrionandia

(de "Por los escondrijos del miedo")

El arado de la vida trazó los surcos de nuestras palmas
Y en ellos residen todos nuestros caminos.
Ahí están las calles de las ciudades que recorreremos,
Ahí las doncellas llorosas y los bueyes bermejos,
Ahí los trenes interminables y ballenas con un arpón clavado,
Ahí las carreras de los rinocerontes al otro lado del espejo,
Ahí las telarañas desplegadas y los verdugos sin trabajo,
Ahí los viejos huesos y los barcos sin timón.
Todo se refleja en los surcos de nuestras palmas
Como la imagen del abeto solitario a la orilla del lago,
Y en la misma tumba nos enterrarán
A nosotros y nuestras líneas,
Nosotros y todos esos errores.

Cuaderno de bitácora, poema de Joseba Sarrionandia

(de "Por los escondrijos del miedo")


El viajero se aventura a través del laberinto
aunque apenas sí recuerda cuándo ni por dónde entró.
Supone que el camino ha de ser un laberinto,
pues adivina en lo nuevo reflejos del ayer.
Mas no son reflejos amables, son vástagos del miedo
pues le revelan que cae, que se derrumba hacia el centro.
¿Pero hay un centro acaso?
¿No cae hacia los bordes?
Piensa entonces que le es preciso un escondite
y a ratos se oculta por los rincones. Pero el miedo
corre a refugiarse en sus mismos escondrijos.
Piensa entonces que quizá se extravíe a la deriva
y que necesita un hilo que lo guíe en el laberinto.
¿Pero dónde amarrar el hilo?
Piensa entonces que siquiera el recuerdo podrá sostenerlo
y, cada atardecer, escribe un cuaderno de bitácora.
Éste es un cuaderno de bitácora a la deriva, el viajero
escribe como el timonel que, en un mar sin una brisa,
adivina que se acerca la tormenta del naufragio.
Escribe con desesperación:
no como el profeta, sino como el loco;
no para los Dioses: para las marionetas;
como la marioneta para las marionetas escribe.
Y el viajero sabe a veces, pero a veces nada sabe:
quién es, quiénes es.
Piensa a veces que transita por Europa
como una mosca por un cuerpo desnudo de mujer.
Otras veces se queda contemplando las páginas en blanco del
cuaderno de bitácora,
sin pensar en nada, o dibujando espirales.