Elephant talk

No puedo hacer sino esto que hago, así, como lo hago, torpemente, sin gracia, a los ponchazos, pasando como el mítico elefante haciendo añicos las fruslerías que conforman el precioso capital del dueño del bazar. No es tampoco que sea Atila y que un impiadoso ímpetu conquistador me lleve a arrasar la tierra que piso. Es apenas una de las formas de la torpeza, ni siquiera la más flagrante o la más dolosa, apenas eso: un elefante en un bazar, hechando por tierra vasos baratos, jarros de agua y palanganas, pingüinos de vino, quemadores, calentadores, perchas, tendederos plegables, esas cosas simples. No puedo exhibir en mi beneficio una vocación iconoclasta. No ando por ahí vociferando el fin de los tiempos ni buscando aquello indestructible que tanto interesaba a no me acuerdo cuál anarquista famoso, creo que Malatesta. Claro, desprovisto de una motivación loable, difícilmente pueda conformar al dueño del bazar explicándole que es mi naturaleza de elefante la que me priva de la delicadeza que sus susceptibles escaparates reclamaban. Quiero decir: no se puede ser un elefante, meterse así nomás en un bazar y pretender luego salir por la puerta saludando con las orejas y bamboleando la cabeza como todo un artista mientras suena de fondo la musiquita del circo. No, señor, todo tiene un precio y debe pagarse. Lo que consecuentemente quiero señalar es que acumulo muchas deudas. Me encantaría poder pagarlas sin falta, pero algunas me las quieren cobrar usurariamente y, en todo caso, no tengo sino esta naturaleza de elefante que, sin gracia, torpemente, me llevará a hacer nuevos estragos en las oficinas de cobranza.

Sin embargo, debieran verme cuando con la punta de mi trompa levanto del suelo, separándolo de las ramas secas y el polvo, ese minúsculo maní que algunos amigos que conservo me regalan y, con gesto serio y concentrado, como conviene al rostro tristón de un elefante, lento, parsimonioso, me lo llevo a la boca para disfrutar de ese sabor seco y chiquito que tan bien acompaña, dicen, a la cerveza...




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El viento reposa

Cuando el viento reposa... ¿es como un monje budista en el segundo antes del nirvana?

En el fondo del mar, donde ya no hay luz y la presión es inconmensurable, el agua, apenas fluída, ya casi inmóvil, ¿reposa?

¿O reposa el oranguntán que ve pasar la selva en su mínimo marchitarse?

¿Es como el aliento contenido?

El viento reposa: apenas un sustantivo y un verbo.

Para delimitar el sentido de la expresión probemos cambiar una vez más el sustantivo. Digamos: el hombre reposa. Seguramente no cualquier hombre reposa. La mayoría descansa. Reposa el hombre que puede elegir no usar una energía que, sin embargo, tiene.

Al hacer reposar al hombre, la voluntad ejerce.

Pero, ¿qué pasa si hacemos reposar a algo sin voluntad?

Digamos: los planetas reposan. Reposan suspendidos, apoyados o colgados de la nada mágica de que está hecho el universo.

Y ese reposo magnético es como la deriva retenida que precede al abrupto acontecer de una anacrusa.

La anacrusa ¿empieza con su primer sonido, o empieza antes, contra el fondo de silencio que de golpe se retira para permitirle ser figura?

La anacrusa del cosmos se resuelve en los acentos de la polirritmia que forman las estaciones de todos los planetas, primaveras de Júpiter o Saturno, que seguro tienen.

Anacrusa o compás de espera... y en el movimiento de los planetas, ha cambiado el verbo: los planetas esperan. El hombre espera. Algo del orden del futuro ha preñado de tiempo el reposo del hombre y de los planetas.

Como ese hijo nuestro, que en tu vientre reposa.

Como el viento.

Estudio No. 1 en sol menor y en tres movimientos, para soprano y barítono

"...quiero morder
el tallo de su rosa..."

El primer día, se quedó mirándome a los ojos, fascinada, y sonrió, como sonríen las mujeres cuando quieren hacerte pensar que, tal vez, te han elegido. Pero fue por sus labios del color de las rosas que crecen río abajo, rojas como si estuvieran a punto de reventar de sangre, salvajes, que supe que era ella. Tocó a mi puerta un día y me atreví a dejarlo pasar. Sin buscarlo, me encontré de pronto sumergida en el refugio de su abrazo mientras permitía que con mano segura secara mis lágrimas: decidí que sería mi primer hombre. Al otro día, vino con una solitaria rosa roja y me la ofreció a cambio de mis penas y de todos los fantasmas sin nombre ni rostro que me habitaban en lugar de otros cuerpos, otros rostros, otros nombres. Me preguntó si lo acompañaría a conocer el lugar donde crecen las rosas silvestres y apenas atiné a asentir tímidamente con la cabeza. El segundo día, le llevé una flor; era más hermosa que cualquier mujer que hubiera visto. Entonces, le pregunté si conocía el lugar donde crecen libres las dulces rosas silvestres. Al tercer día fuimos al río. Me enseñó las rosas y nos besamos. Después ya no sé: lo último que escuché fue un susurro; él estaba arrodillado sobre mi, con una piedra en la mano. El último día, la llevé al lugar junto al río donde crecen las rosas silvestres. Se recostó en la orilla (el viento tenía el brillo que pudiera tener un ladrón que triunfa en la noche). No le negué un beso de despedida: toda belleza debe acabar, murmuré. Después, planté una rosa entre sus dientes....

Lisboa

Lisboa tenía el aire azul por aquellos días. Todo era correr por la calle naranja hasta dar con la nariz contra una puerta; entrábamos siempre (había mármol, unas sillas inglesas y una luz muy clara).

Tomábamos el té mientras mirábamos el mar por la ventana del salón. A veces, no nos alcanzaba el azúcar y le arrancábamos mechones de pelo a tu perro blanco, que dormía a nuestros pies, siempre.

¡El mar era tan verde! Contemplábamos las olas y nos hacíamos cosquillas en las yemas de los dedos, con las uñas. En la terraza, creábamos montañas de pelo blanco de ballena que caía de los aleros. (El perro estornudaba y trataba de atrapar al vuelo el vapor de pelo de ballena que se deshacía en el aire).

Nos zambullíamos en las montañas y rodábamos.

Estabas desnuda entonces.

Te tocaba la palma de los pies antes de que bajaras a la playa. El mar te esperaba conteniendo el aliento (Lisboa entera se estremecía con la apnea del mar).

Yo cerraba las celosías y rezaba. Tal vez llorara. Devoraba los mechones de pelo blanco de ballena que habían estado entre tus piernas.

Tu perro se quedaba en la terraza y miraba el cielo hasta que la lluvia le quemaba los ojos acuosos y le lavaba el pelo blanco, que escurría a chorros, como volcanes de edulcorante. Entonces se levantaba despacio y se iba a tirar debajo de una mesa de hierro forjado, pintada de blanco.

Lisboa entera (las calles naranja) espera que salgas del mar.

Ocaso

"...y no es justo
que a un adicto a la piel
le duela el alma..."
Amar con lástima, Richard Coleman.


Aurora cierra los ojos e inmediatamente es de noche.

-¿Otra vez compraste boludeces?

"Debe haber algo más", pienso. Algo detrás de la compra del supermercado. Algo más que Aurora recostada en el sofá, con los ojos cerrados, dejando que el cigarrillo se queme entre sus dedos sin fumarlo.

-Compré un montón de cositas ricas. Pensaba hacer una fondieu.

-Qué rico. ¿Trajiste vino?

-Un chardonay de Nieto Senetiner.

-Te gusta gastar plata al pedo...

Algo más. Quizás eso que llaman los fantasmas del vino o algo en la suavidad de los quesos que pronto serán una crema amable. "Sin nada parecido a palabras". De ese modo pienso que el vago perfume de la madera ardiendo en el hogar podría bastar para crear la ilusión de placidez, como el humo del cigarrillo que Aurora se lleva ahora a los labios o el sabor áspero y prepotente que imagino inundándole la boca podrían bastar para crearle la ilusión de placer.

Ahora le hacen abrir los ojos. Nadie puede saberlo, pero eso me estremece... Miro con ansiedad por la ventana hacia afuera, mas no: las cosas son más complicadas que en los juegos de palabras. Ahí sigue la noche.

.::: trUEnO,tIErrA :::.


ufff... cuando pensé que estaba sin rumbo
vuelve a mi la sangre que corre por mis venas.
es cierto, no sé si podré limpiarme la sangre...
pero... es que claro que no quiero!!!
años atrás concí algunas cosas
que hoy representan algunas de mis mejores luces
vivas,esas bien luminosas.
cómo siempre digo y he creído:
para que algo te guste
tiene que por lo menos emocionarte
sacarte una sonrisa y una lágrima de la misma felicidad.
sea lo que sea.
si provoca tremenda sensación, pues
bienvenido sea!

y esta banda es eso y mucho mas para mí.

se viene mar del plata...!

"qué más puedo esperar?... sólo eso!!!"

Oscuro Diamante.

"Busquemos, vida, algún lugar
a reparo del mundo sin brillo que hoy
en el cosmos de la mente
se hizo estrella hueca.

¿hacia dónde más podemos ir?
tal vez el oscuro diamante esté en mí
tal vez seamos fugitivos
de donde nadie escapa.

Una huella invisible quisiera dejar
y que nadie sepa que estuvimos acá
¿quién dió a luz al primer sueño
para ir tan lejos?

Si pudieran mis ojos ver en el sol
para saber esta sombra descifrar
pero aunque ya se hizo tarde
sigamos buscando.

Perdido, sin decirlo, presiento el final
enterrando en la noche el pesado dolor
nos hacemos más livianos
nos quedamos sin sentido.

El mundo por fin se apagó
dejando a oscuras la vieja ilusión
y aunque sea ya muy tarde
seguimos buscando.

Buscando."

La Renga.