¡Maldición!

No me digan que no lo pensaron, en algún momento, estos días, después de la insistente lluvia, y hablando de lugares comunes, si se encontraron afirmando que el de hoy era un día hermoso...

.::: dIA rEngO :::.





feliz dia a todos los mismos de siempre !
se viene ...se viene 19 de mayo

El revelde

Soy el que nunca aprendió
desde que nació

cómo debe vivir el humano
llegué tarde, el sistema ya estaba enchufado
así funcionando.

Siempre que haya reunión
será mi opinión
la que en familia desate algún bardo
no puedo acotar, está siempre mal
la vida que amo.

Caminito al costado del mundo
por ahí he de andar
buscándome un rumbo
ser socio de esta sociedad me puede matar.

Y me gusta el rock, el maldito rock
siempre me lleva el diablo, no tengo religión
quizá éste no era mi lugar
pero tuve que nacer igual.

No me convence ningún tipo de política
ni el demócrata, ni el fascista
porque me tocó ser así
ni siquiera anarquista.

Yo veo todo al revés, no veo como usted
yo no veo justicia, sólo miseria y hambre
o será que soy yo que llevo la contra
como estandarte.

Perdonenme pero soy así soy, yo no sé por qué
se que hay otros también
es que alguien debía de serlo, que prefiera la rebelión
a vivir padeciendo




En esta tarde gris...


Música melancólica. Es que no hay vuelta de hoja: la idea de "tarde gris", de "día gris", me resulta una barrera infranqueable. Quiero decir: un tópico insuperable, un lugar común. Y a su vez esta noción de "lugar común" supone cierta carga peyorativa. "Era un texto plagado de lugares comunes" es un sentencia que pretende defenestrar el texto en cuestión. Sin embargo... Busco un mapa meteorológico1 y lo compruebo: toda la cuenca del Plata está bajo las nubes. Es decir, varios millones de rioplatenses habitamos hoy un lugar que cabe en la expresión "día gris". Y yo, entre esos millones, los días grises, lugar común, me pongo casi automáticamente melancólico. No sé, me imagino que en algún lugar de mi cuerpo se aloja una especie de glándula secretora de clorofila cuyo funcionamiento se resiente ante la falta de sol. Como con la reducción de las endorfinas, la ausencia de esa secreción me libra a un estado de abulia, pierdo la fe en la acción y quisiera, no sé si unos meses, como decía Girondo, pero al menos sí por todo el tiempo que dure el meteoro, vivir adentro de una piedra.

Lunes otra vez, como dice la canción

Mi hijo empezó segundo grado. ¡Está tan grande! Anoche la mamá se puso a prepararle la ropa y descubrimos que todos los pantalones le quedan como cinco centímetros cortos. ¡Creció cinco centímetros durante el verano! A mí me impresiona comprobar en algo tan nimio qué tan ciego puede ser uno. Aunque hablar de ceguera es injusto, porque yo hace varios días que vengo notando en mi hijo un cambio en su porte, en su prestancia física, en sus modos, algo que es cada vez menos niño y que no podría precisar, un modo de poner el cuerpo, de usar los brazos, algo en la nariz que ya no hace a la nariz de un niño. En todo caso, lo de los pantalones pone una marca, ofrece un indicador, es como las muescas que los antiguos, dicen, hacían en un hueso para marcar el ciclo de la luna. O, desde mi punto de vista, como la marca que hace en la pared un condenado a muerte...

1984

No es que me haya dispuesto a ver qué cosas pasaban para el año aciago que anticipó Orwell (aunque el ejercicio pueda tener algún encanto), sino que me gustan estas cosas que son como el encimarse de las capas tectónicas: me gusta Bill Frisell, me gusta Vernon Reid, cada uno en su mambo, y, con un "cierto" atraso, me entero de que en 1984, cuando yo pretendía no querer seguir soñando mil veces las mismas cosas ni contemplarlas sabiamente, estos dos tipos estaban grabando Smash and Scatteration.

Nunca es tarde, me digo.



04-Bill Frisell an...

Ondas

"Un éxodo en cada lóbulo puerta..."
Kaco, Valijas de forma rara


Allí está mi voz. La conozco. Como que es mía, ¿no?. Y, sin embargo, por estos días se me ha perdido, o algo así. Curiosa forma de enmudecimiento esta en la cual la voz puede ser todavía el movimiento del aire o la organización de minúsculos puntos en una pantalla, pero no ser la propia voz, sino una especie de resonador de otros sonidos, como los vidrios que vibran con las bocinas y los taladros neumáticos.

¿Qué hacer cuando la propia voz se pierde? Algo como cerrar los oídos, se me ocurre, porque, en la extraordinaria capacidad de entrar por ahí que tienen las otras voces, arrastran, cual onda portadora que la física ha descrito y la radiofonía explotado, la voz que en ese lugar, en ese caprichoso recortarse del cosmos que llamamos interioridad o incluso Yo, tiene la vocación, frágil, de ser una voz.

"Al modular una señal desplazamos su contenido espectral..."
de la definición de "onda portadora"
en donde ustedes ya se imaginan.

Allí está mi voz, y sin embargo, no la escucho. Se adelgaza, enflaquece y ahora parece una lámina, una superficie. Ahí está: eso que tiene la vocación de ser una voz, se convierte en un tímpano...

"...un ejercicio de la apertura, de la disponibilidad.
Hacer callar al hablador de adentro."
Daniel Freidemberg, en Kapput