Una de espadas y dragones


"...yes, he knows how to build a fire,
but I know how to inflame a cunt.
I shoot hot bolts into you, Tania,
I make your ovaries incandescent
...."

Henry Miller, Tropic of Cancer.

Después de que el dragón dejara simiente en el culo de su potro blanco, William Francis Fyrbildere murió de furia. Había sido derrotado.

La bestia tenía ahora el camino libre para buscar a la princesa de Oriente que los druidas galeses sueñan todavía más allá del Canal, más allá del Rin, más allá.

Cuando el dragón emprendió la marcha, hubo un flamear de palomas, un remover de arenas, terror de mangostas e hilos e hilos de zorros, blancos, pánicos, fugaces.

El dragón se acercó a la mujer y disparó sus rayos ardientes. Hubo un flamear de palomas y un terror de mangostas.

Fueron blancos, pánicos, incandescentes.

UIO


Pueblo con fachada de ciudad, capital, pañuelo pixelado en el que todos se conocen. Aldea andina con todas sus mañas y trabas. Su encanto y nuestras historias. Y a pesar de todo cosmopolita. Contradictoria como un resumen total de lo que es éste, nuestro país de la canela.

Para mí dos Quito conviven paralelos; hay uno en el imaginario colectivo que se niega a sí mismo y se presenta como un espejismo, con el maquillaje necesario para venderse con un status inalcanzable y plagado de apariencias. Una imagen sostenida con imperdibles a punto de colapsar y que se nos muestra como realidad.

A la par, corriendo escondido y solo visible para cada uno, si desea verlo, hay otro Quito. Para mí es esa ciudad que se desborda por las laderas del Pichincha, que crece a fuerza de recibir sueños y desesperanzas, con barrios tan disímiles como contrapuestos, pero que, de alguna manera, se amalgaman en un solo ente. Es esa urbe que nos hizo como somos y que nos vio crecer y nos ha permitido sobrevivir en ella. Es mi relación amor odio más persistente. Es conmoverte profundo con solo dar un paseo y al siguiente instante querer que todo arda hasta los cimientos.
Y hoy es, con lo bueno y lo malo, sus defectos y tesoros, mi hogar.

En esto creo...


"En el mar puedes hacerlo todo bien,
según las reglas y aun así el mar te matará.
Pero si eres buen marino,
al menos sabrás dónde te encuentras
en el momento de morir."

Arturo Pérez-Reverte

.:: AlmOst fAmOUs ::.








Si hay una película que un fanático del Rock no puede dejar de ver -y de cuando en cuando volver a ver- esa es Almost Famous... aunque también School of Rock (2003) y Rock Star (2001) son un deber.

Pero que es que Casi Famosos es una de la saga "Cameron Croweniana" y ya sabemos que este director es garantía de una especial sensibilidad musical rockera. Mal que mal es periodista rock, esposo de rockera y compadre de toda la fraternidad noventera de Seattle.

El protagonista de esta película, un enamorado de la música de grupos como Black Sabbath , Led Zeppelin, David Bowie y Lou Reed, es un joven superdotado y que gracias a (o por culpa de) su madre, profesora de universidad contraria a todo el movimiento de cambio que estaban realizando los jóvenes en ese momento, lleva varios cursos de adelanto respecto a su edad. La cosa es que consigue un puesto como reportero de la revista Rolling Stone. Su primer encargo consistirá en cubrir la gira del 73 de la banda Stillwater.


Con ésta, y toda la caravana de técnicos y fans del grupo, se embarcará en un viaje, no sólo hacia las principales ciudades del país, sino también hacia su madurez.

Cameron Crowe nos cuenta una historia con algo más de nostalgia romántica que lo debido ya que ese no era el despertar del rock en los Estados Unidos, más bien era el fin de un sueño y el comienzo de una decadente resaca -el dialogo del protagonista con Lester Bangs lo deja más que claro.


El joven que pide la oportunidad en la revista Rolling Stone y termina cubriendo una gira de un supuesto grupo es él mismo de pequeño y por tanto esta es su propia historia. Claro que está adaptada al cine, pero nombres y señales como las de Ben Fong-Torres, el periodista que le da el OK existe, Lester Bangs -el ícono del rock journalism- también y la gira que cubrió fue real también -nada menos que con los Allman Brothers.

A lo largo de las peripecias del periodista en ciernes y los Stillwaters, se desarrolla una inevitable comedia romántica, y una fantástica descripción del “modus vivendi” rockero. La música durante toda la película son precisos estiletes que se clavan en tus recuerdos, llevándote a acompañar el relato con tu propio sentir. Toda la película está cargada de anécdotas tomadas de la vida real. Cuando el guitarrista de Stillwater Russell Hammond pasado de LSD grita “I am a Golden God!”, es en referencia a la ocasión en que Robert Plant gritó lo mismo (sobrio) desde el balcón de un hotel en Nueva York. O cuando por problemas en un vuelo pensaron que el avión caería al vacío, fue cuando el mismo Crowe cubría una gira de The Who. El joven reportero lo llamaban “el enemigo” y no le tenían confianza, y es en alusión a que Allman Brothers pensaron que podía ser un policía infiltrado en su gira y le sacaron todas las cintas con la que grababa porque pensaban que los podían incriminar en algún caso de drogas.

Crowe nos presenta un mundo que conoce al dedillo y reflexiona sobre las grandezas y las miserias de los grupos de rock. Al final lo que queda es el arte, las grandes canciones que escuchamos una y otra vez. Los mitos son otra cosa porque detrás de ellos encontramos su propia constatación de la imposibilidad de escapar del sistema consumista que despreciaban, su condición de seres humanos egocéntricos que juegan con los sentimientos de las personas que les admiran, su alejamiento cada vez mayor del mundo que pretenden describir en sus melodías, y por encima de todo su incapacidad para asimilar con madurez y autenticidad la fama que les ha llegado de un día para otro.

En Almost Famous hay reales momentos de buen cine: por ejemplo la de la canción de Simon y Garfunkel, “América”- lamentable que a veces las distribuidoras Columbia no se molesten en subtitular las canciones, y también todas las que reflejan la relación entre el joven reportero y la entrañable Penny Lane – un gran descubrimiento el de Kate Hudson, nominada al Oscar, como mejor actriz secundaria.




Fracaso de texto

Las rubdekias tienen ese nombre sonoro, mágico. "Ella cultivaba rubdekias y las disponía en el cantero con esmero"...

Rubdekias... es el sonido del nombre, su color amarillo, sus pétalos largos y delicados, el botón oscuro en el centro...

Rubdekias. Haga la prueba: ponga en su tarjeta personal "Fulano de tal, rubdekia". Suena a algo eslavo o balcánico, una especie de título nobiliario. Sí, otra escena: "Hace su entrada el rubdekia X"...

Rubdequias. No termina de salir. Está el sonido, o la sonoridad. Y nada más. Rubdequias, rubdequias...

Lucas Pizarro y sus pretensiones helenísticas

Pienso en Tiresias. Por si no lo tienen, es un viejo adivino griego, ciego como tantos adivinos, profetas y oráculos, que, nacido hombre, fue convertido en mujer y luego en hombre nuevamente. Interviene en multitud de historias de la mitologìa griega clásica, pero de todas las anécdotas que lo involucran, me detengo hoy en la que narra el lance en que se juega la vista.

Resulta que Zeus y Hera mantenían una disputa acerca de quién obtenía más placer durante el coito, si el hombre o la mujer. Zeus, que no sólo es un masculino sino que también representa al principio masculino, sostenía que la mujer goza más. Hera, que no sólo es femenina sino que encarna al principio femenino, afirmaba que el hombre obtenía más placer.

No sé si ustedes observan en esta escena lo mismo que veo yo: tanto Zeus como Hera afirman que el otro goza más. Aquello de que el jardín del vecino siempre es más verde.

Para dirimir la diferencia, convocan al único mortal que ha tenido ambas experiencias. Tiresias se pronuncia: por cada diez partes de placer que la mujer obtiene, el hombre obtiene una. Hera estalla de furia y lo ciega.

¿Por qué se enfurece Hera? En esa furia encuentro un elemento en esta historia que me perturba aún más que la pretención de Tiresias de cuantificar el placer. La explicación tradicional, la que me fue fácil encontrar en una superficial navegación por internet, dice que Hera no toleró que un mortal le diera la razón a Zeus.

Como los dioses griegos llegan a nosotros como personajes celosos y competitivos, esta explicación podría bastar. Pero me queda cierta inquietud y se me ocurren otras.

Por ejemplo, que Hera enfurece porque no puede admitir la respuesta de Tiresias, ya que ella sabe, y lo que sabe es que el mortal no tiene idea y sólo busca agradar a Zeus.

Por el contrario, podría ser que sea cierto que las mujeres gozan más y Hera no le puede admitir a Tiresias que traicione una especie de secreto de género. Esta hipótesis supone que Tiresias sí sabe, y puede, en consecuencia, revelar lo que la diosa insiste en mantener oculto.

Pero se me ocurre todavía otra explicación, la que más me gusta: Hera, además de celosa y de femenina, es orgullosa, y castiga la arrogancia de Tiresias, su inmodestia de pretender que pueda saber, que pueda saber lo que las potencias celestiales olímpicamente ignoran.

No sé si ustedes ven lo mismo que veo yo: ni los dioses saben quién goza más. Y quien pretenda que sabe, comete pecado de arrogancia: ya estaba ciego.