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Mi nuevo collar
Mi perra me ha comprado un nuevo collar que me va con todo. Además, es estrangulador. Así que, cuanto más tiro, más me aprieta la garganta. Y cuanto más me aprieta la garganta, más saco la lengua y más colorada me pongo. A veces, hasta me mareo, como si me emborrachara un poco. Por eso no nos vamos nunca de vacaciones. No hace falta. Porque, como dice mi perra, "para ver hoolligans, nos quedamos en casa".
Me gusta...
Me gustan las velas, pero me molesta que goteen sobre la mesa. Me gusta el olor de los rotuladores eding pero me molesta el dolor de cabeza que dejan. Me gusta conducir pero me molesta que tenga que ser en un cacharro tan grande con un tubo de escape repugnante. Me gustan las patatas fritas pero me da asco que sean tan grasientas. Me gusta fumar pero me dan asco las colillas aunque sean mías. Me gusta bañarme durante mucho tiempo pero odio que se me arruguen los dedos. Me gusta cocinar, pero odio tener que comerme después toda esa comida. Me gusta mi vida pero me gustaría más si no fuera la mía
Mi pasado
He decidido enfrentarme a mi pasado. Mirarle a los ojos. Cantarle las cuarenta.
Eso sí, con tacones.
No vaya a ser que haya mejorado con los años y me lleve una sorpresa.
La raqueta
Me he comprado una raqueta de tenis y a veces doy reveses. Y saco. Lanzo la pelota hacia arriba y bueno, a veces fallo. Entonces vuelvo a sacar, y así paso el rato.
El sándwich
Un amigo me ha dado las llaves de su casa para que le riegue las plantas mientras está de viaje. Su casa es enorme, y sin nadie dentro parece mucho más grande. Tiene los techos altos, y las paredes del fondo están tan lejos que no apetece acercarse, no vayan a ser de otro. Camino despacio, porque cuando en casa de alguien no hay nadie, el ruido parece un intruso y no quiero asustarme con mis propios pasos. Avanzo por el pasillo, y aunque ya conozco la casa, me sorprendo al descubrir la cocina y retrocedo, no vaya a haber restos de alguna cena de alguien ajeno a la casa y me encuentre ahora con un ladrón junto a la nevera, rebañando los platos. Pero tengo hambre, y sé que aquí no puede haber nadie, así que me acerco y me hago un sándwich. Y cuando estoy acabándomelo, escucho el sonido de la puerta, y alguien girando la llave. En seguida entra y me asusto al pensar que sus pasos son lentos porque evita hacer ruido, porque oculta algo. Pero aun está lejos. Así que, mientras termino mi sándwich, escucho el sonido del agua, supongo que saliendo de un grifo. Y los pasos que pronto abren los balcones y el sonido del agua de nuevo. Está regando. Tengo miedo, no sé quién es. Así que decido hacerle un sándwich y esperarle aquí sentada, junto a la nevera, rebañando los restos de este plato, que deben ser de algún intruso, porque están calientes y mi amigo se fue hace una semana.
teatro
Hay canciones que te dibujan una sonrisa y te llevan lejos. Fuera del escenario, rozando el telón, hacia el fondo, agarrada de los cuellos de la camisa descolocándote el frac. Y te empujan por un camino, en el que te presentan a un domador de serpientes, a un sórdido trapecista que huele a rancio, se mueve como un dandy y habla como un locutor inglés. Y al fondo un tiovivo, un río dibujado, una exhibición de marionetas y nieve de espuma de almohadón. Entonces la canción termina y en seguida te olvidas de la sintonía, del título y de tu representación. Ni siquiera eres consciente de tu viaje, solo de un extraño bienestar, medio pícaro, medio sentimental.
se ríen
Cuando camino por la calle la gente me mira y se ríe. Voy de bar en bar, entrando en los servicios, mirando si tengo algo raro, si me he manchado, si tengo el pelo descolocado. Pero los camareros me exigen consumir en cada bar, y de tanto vino, tanto vermuth y tanta caña, va pasando la mañana, las risas de la gente se confunden con las mías, y lo celebro bailando, cantando y hasta llorando.
soy
Soy tan elegante que la gente me cree noble. Tan sonriente que me creen buena persona. Tan sociable que parezco encantadora. Tan despistada que parezco inteligente y tan soñadora que me creen una empedernida lectora. Vivo en una terrible mentira. Mi elegancia es heredada, mi sonrisa cara, mi sociabilidad interesada, mi despiste intencionado y sí, soy soñadora.
fuegos fatuos
Mi perro y yo no podíamos dormir, así que nos hemos venido a este cementerio a ver fuegos fatuos. Iluminados por la luna, los ángeles de piedra, los cristos y las vírgenes parecen cambiar el gesto. Baldo está tranquilo, tumbado a mi lado, con la cabeza en mi regazo. No hace frío, pero estoy envuelta en una manta, sentada entre flores, tumbas y cipreses altos y estirados. Sombras blancas bailan a nuestro alrededor, y asistimos a esta función triste sin que se note que lloramos. Parece que se alegran de poder actuar para alguien, como si llevaran mucho tiempo aquí abandonados. Se habrán olvidado de que vivos tampoco estaban siempre acompañados. O a lo mejor no consiguen olvidar el placer de estar con alguien que te presta atenciones sin pedir nada a cambio.
una postal
Origen de la foto |
sopa de estrellas
A medida que camino voy dejando un reguero de sopa de estrellas. Pero si paro, se convierten en un gordo planeta mojado. Y si voy más lenta, las estrellas se hacen más gruesas, como meteoritos con cinco puntas. Pero si voy deprisa son estrellitas mínimas y brillantes, que me siguen por el suelo y cotillean sobre mi ropa interior.
vuelvo y me voy
Hoy he vuelto a aparecer. Esta vez sola, sin venir de nadie, sin familia que me haya planeado y sin un lugar concreto al que llegar. Simplemente soy nueva desde hoy, pero sin estar en ningún sitio, más bien soy, pero no estoy. Soy yo, pero no existo como persona. A veces soy olor, a veces ráfaga de aire, unas veces fría y otras no. A veces soy tristeza y a veces nervios, o fatiga, o mal humor, o una mezcla de colores o un sonido, o dos. Pero no soy nada que permanezca, nada que se pueda tocar. No vuelo, ni nado, ni floto, ni me puedes tocar. No me sumerjo en nada, ni me mezclo, ni entro, ni salgo, ni siquiera tengo un yo. Por eso cuando me he ido, ni siquiera yo lo siento, ni lo intuyo, simplemente no estoy, no voy, no me encuentro y no me importa. Ya me encontraré. Como hoy. Que me he encontrado, y en seguida me volveré a perder.
sola
Hay mañanas que me miro en un cristal y me veo frágil, me doy cuenta de que no soy tan independiente o tan indemne, me veo como alguien a quien tengo que cuidar. Entonces suelo imaginarme desde fuera, me alejo de mí misma y camino detrás. Me sigo silenciosamente, me observo, cuidando que todo sea suave, que nada malo me afecte, que aunque estoy sola, yo estoy detrás.
espejo
Conocí a un hombre con una personalidad arrolladora. Un hombre sólido, seguro de sí mismo. De esos que agotan con solo mirarle. Con un mundo propio tan extravangante, tan exagerado, que decidí seguirle. Pronto descubrí su secreto. Al principio pensé que se miraba en cada cristal, en cada reflejo, por pura coquetería. Pero un día le vi cruzando espejos. Los traspasaba con la misma facilidad con que se traspasa el umbral de una puerta, pero cada vez que lo hacía su personalidad se robustecía. Se fortalecía. A él se le sumaba su propio reflejo. Y cada vez que cruzaba uno de esos cristales, era más él. Y cada vez más. Hasta que terminó siendo alguien muy diferente al que había sido. Alguien más fuerte. Más distante. Más frío. Más solo. Hasta que no consiguió reconocerse en ningún espejo.
de mayor quiero ser...
De mayor quiero ser princesa. Y brújula. Y noche y calor. Tener curiosidad, hambre por saber, ganas de hacer cosas, sentir placer. De mayor quiero ser bombero, médico, cuchillo, profesora, cantante de un grupo punk. Quiero saber muchos idiomas, viajar a todos sitios, tener una casa tranquila, tiempo, deseo, ganas de follar. Quiero ser vaquera, pirómana, camionera, hormiga, alfombra voladora, una buena canción. De mayor quiero ser caracol. Medusa. El plato de un niño africano que se cura de hambre. Quiero ser acacia, burbuja, imán, la madre que peina a un niño y le echa colonia en el cuello antes de ir al colegio. El perro de un ciego, la hija mala de una madre cansada, la moneda de un pobre, la cucaracha que asusta a la dueña de un bar. De mayor quiero ser muchas cosas, pero sobre todo, de mayor quiero ser yo.
pesadillas
Cuando mi perro aúlla y tiene pesadillas, nunca sé si despertarle, abrazarle, o ponerme una sábana blanca encima y explicarle que soy san pedro y que por fin ha llegado al cielo. A nuestro seno.
familia
Ordenando mi casa he encontrado a varios familiares que no recordaba metidos en mi cajón de la ropa interior. Menudo susto. Me han invitado a la boda de una prima que ha nacido cuando yo estaba en la ducha, y se ha quedado preñada de su hermano mayor. A la velocidad que van, me voy al curro, a ver si hay suerte y cuando vuelva los entierro a todos en mi salón comedor.
plagiar vidas
He decidido plagiar otras vidas. Así cuando llegue a su casa podré ser mi hermano y acostar a sus hijas. O ser mi portera y sentarme a la sombra a ver a la gente pasar. Puedo tocar música en un vagón de metro, o regalar entradas para la ópera, o barrer un andén. Puedo pasar por delante de un colegio y clausurar un curso, o botar un barco, o descubrir bacterias ya conocidas, o estudiar el mar. No inventaré nada nuevo, pero si investigo plagiando, si insisto y trabajo, si me empeño en ello, a lo mejor descubro a alguien copiando todo lo que hago yo.
rutina
Me veo empujada de nuevo a mi rutina. A levantarme temprano. A coger el metro. Hay menos gente en todos lados. Y parece que aún no se ha descubierto que el aire acondicionado es para refrescar, no para congelarnos a todos. En los andenes hay poca gente, y menos en los vagones. Me siento. Tengo frío. Cambio de trayecto, descubro uno nuevo. Pero tengo que hacer un transbordo por túneles interminables y escaleras mecánicas mucho más complicado que el que suelo utilizar. Escucho el sonido de mis chanclas mientras mi reflejo avanza por superficies frías, vacías. Camino atravesando una ciudad que está arriba. Escucho sonidos torpes, metálicos. Algunas goteras. Como si viera a través de un cinexín avanzo con cuidado, como para no romper nada. Para no mover las imágenes que se me cruzan a lo largo de subidas y bajadas. Y por fin otro andén. Otro vagón. Y aunque esté medio vacío y mal iluminado, me siento mejor cuando una mujer mayor entra corriendo a buscar asiento. Una de esas mujeres que le da tanta importancia a conseguir sentarse. que todos los músculos de su cuerpo parecen centrados en eso. En conseguir un asiento. Ahora respiro. Mi rutina se vuelve más cálida. Más recogida.