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Mummy, Mummy, Grandpa is rockin' again!



Un amigo de mi hijo dice que yo escucho "música de viejo". Encantador muchachito, pendejo de mierda, dice la verdad.

Y qué quieren que les diga. Uno envejece. Y del repertorio de vejeces posibles a mí esta no me parece mal...

The message of the medium

Leyendo leer a Vero, escribo...

Tu lectura de El ruido (te lo concedo) y la furia me está resultando un ejercicio (por interpósita persona) iluminador.

Porque me hace pensar en mi propia lectura. Yo la novela la leí dos veces, y aún así multitud de cosas, veo, me quedaron en el aire, confusas o definitivamente mal entendidas. Sin ir muy lejos, yo estaba dispuesto a creer la confesión de (he) Quentin. Es más, estaba dispuesto a suponer que (she) Quentin era efectivamente hija de su tío (me reservo la opinión, que no sabría sostener con una argumentación, de que Caddy bautiza a su hija con el nombre de su hermano para decirnos que, de alguna manera, es una hija de él).

Al contrario que vos, que te armaste de recursos para disipar la oscuridad, yo la acepté mansamente y me dejé confundir. Si no me engaña la memoria (que últimamente me está funcionando de maneras anómalas y caprichosas, al menos desde el punto de vista de mi Ego), es Borges quien dice, creo que en algún prólogo, que al leer a Faulkner uno no sabe qué pasa, pero sabe que lo que pasa es terrible.

Me dí cuenta, por ejemplo, de cuán imposible me resultaba contarle a alguien esta novela. Si me preguntás, no tengo idea de qué pasa en El ruido y la furia, cuál es su anécdota. Pero no tengo dudas de que lo que sea que pase es terrible.

Yo salí, de esa novela, como quien experimenta el ruido estremecedor de un temporal que lo atrapa en la playa, con la sensación de miedo y fascinación y exceso inasible que produce la tempestad desatada cuando uno la mira desde la costa, golpeado por el viento y sabiendo que está, a causa de una circunstancia muy pero muy frágil (una circunstancia muy pero muy frágil), a salvo de la furia del mar.

Yo no sabría sostenerlo con una argumentación, pero coincido con lo que decís: fue la mejor novela que leí en mucho tiempo.

De las extensiones del hombre

Hay algo que me gusta de cierto jazz y es el recurso a la economía en las herramientas. Comparen a Billy Martin, en este video, con el Bill (oia, dos Williams) Bruford del video de hace unos días.

Ese minimalismo de la prótesis, esa renuncia a buscar el efecto en la plétora de accesorios, me parece algo encantador y poderoso del género. Claro que es algo que no es exclusivo del jazz, ni mucho menos, pero reparo en ello ahora, a la escucha de Medeski, Martin & Wood.

No hablo de "autenticidad" o de "pureza" ni nada de eso, hablo de las limitaciones que nos damos para desafiar nuestra libertad. Como decía con cierto mal gusto Borges acerca de la censura, aquello de que estimula la creatividad del artista, la economía de recusos fuerza la imaginación.

Amables contertulios, a su salud, Medeski, Martin & Wood, digamos que apenas un trío de jazz.

Cure for pain




Qué decir. Creo que no miento si digo que hacía un añito fácil que no escuchaba nada de Floyd. Y ayer un amigo me dejó este regalito. Estas fidelidades del gusto a mí me resultan sorprendentes: como sea, aún cuando crea que ya está, que no hay mucho más que escuchar, que otras canciones vendrán para calmarnos,  de repente pasa Gilmour, blown in the steel breeze, y caigo ante Floyd, como una hoja.

(Un rip de varias canciones del DVD, con una calidad de puta madre, acá. Véanlo antes que se aviven y lo saquen).

Reductio ad absurdum

Desde 1952, cada vez que un ser humano pasa cuatro minutos con treinta y tres segundos en silencio pasa a deberle regalías a John Cage o sus derechohabientes.



(Jejeje. Ahora, con el video bueno)

¿Lobo está?

"...cuando todos pasemos a ser neobonobos y
la única música valedera sea el free jazz..."
Tamarit, en Ignoto Braxton


¡Pero claro! Neobonobos en masa, bailando, desenfrenados, al ritmo de un free jazz from hell. Machos y hembras en rave milenarista, en torno a vaya a saber qué dorado becerro, ídolo de lata u oro, qué más da, si al fin y al cabo un signo es un signo es un signo y no el metal de que está hecho, y revolean los brazos y sacuden las piernas y aporrean tambores, arañan guitarras y contrabajos, resoplan en saxos y clarinetes, aúllan un scat animal y todo parece tan desarticulado como el más granado free jazz.

Es así: parece que no hubiera ley.

Eso parece.

Amaneceres confusos

Amaneceres, digo, en ese sentido de “amanecer” como despertarse o levantarse, pero también entrar de a poco en la conciencia. A solas, por suerte (es feliz despertarse solo, sin urgencias ajenas; hace unos días un amigo que escribe cuentos me lo hizo notar, no a mí personalmente, sino que me hizo reparar en eso a través de una observación de uno de sus personajes). Digamos: enfrentarse, a solas, con las propias ganas, las ganas ¿de qué? Estuve sentado un rato, sin hacer nada, sólo respirando. Estar estando, como decía Saer. Luego prendí la compu, leí blogs, varios blogs, derivé desde los conocidos (Vero, Carlos, Luc, Mara, Luis...) hacia los márgenes o los afueras de la barriada. Agregué un par de sitios nuevos a mis feeds, los leeré a ver que traen. Me hice un mate. La cocina es un asco. Ayer mis hijos comieron en mi casa. La beba jugó con su arroz. Metía las manos en su plato y hacía que los granos almidonosos se le pegotearan, y luego se los sacudía con el gesto de un migrante epiléptico que despide la costa. Hay arroz ahora en los más alejados intersticios. Me hice unas galletitas con manteca y me senté a escribir (no lavé todavía los platos). Me cebo el mate y pienso en lo bien que me sentaría un baño. Ganas de todo, a la vez. Pongo música (le permito un rato a Anne Calvi: compré la idea de que sería como la sucesora de PJ Harvey, en su música y en los afectos de Nick Cave; por ahora, me resulta demasiado parecida a su antecesora y mucho más pretenciosa).

Enfrentando las ganas.

Touché

...ahora entiendo por qué no querés trazar el paralelismo. Claro, no había leído la entrevista (y mucho menos el cuento) y no tenía idea de que Cohen venía de plantarse en disidencia con Cortázar, en un punto tan sustancial.

Y yo llevo ahí ese fragmento de Cortázar de puro simple, fijate.

Me gusta lo que dice Cohen (es curioso a veces como uno suspende el principio de no contradicción: también me sigue gustando lo que decía Cortázar). Y también sigo sintiendo que el fragmento de Cortázar que decora la contratapa del libro de Castillo no está en contradicción con lo que plantea Cohen respecto de la "sensación verdadera". La contradicción es, en todo caso, con aquél otro célebre pasaje.

Y aún así creo que Cohen no contradice, sino que expande, refina, matiza, aunque adopte el recurso retórico de plantarse en disidencia (si no estoy reduciendo la cosa, Cohen opone lo "técnico" a lo "sensual"; ¿acaso Corázar pensaría que lo que llevaba a un boxeador hacia el knock out era la mera y sola excelencia técnica? ¿no era acaso un admirador de lo que había de "danza" en ese lance?).

O será que se me antoja saltar de Cortázar a Cohen en continuidad y no en intervalo.

Como sea: dos puntos para Cohen, mi estimada.

The song remains the same

A veces, el ejercicio puede ser el contrario: pasar por alto la diferencia para inventar afinidades y conjurar una suerte de protoplasma que encarna formas diversas.

Vero dió la pista:



Y se dispararon resonancias. “Romperá la tarde mi voz”, que en eso de romper, es como gritarle a los vientos hasta reventar, digo. Y hacerlo “hasta el eco de ayer”, viene a ser hacerlo aunque solo quede tiempo en mi lugar, ¿no? ¿Y la madera frutal donde luego el hacha se puso a golpear?, ¿no es la corteza donde el hacha golpeará?. “Una historia me recordará”, que es como mentar el final del historial. Y ese árbol  que “reverdecerá, nuevo”, ¿no es como el comienzo que tal vez reemprenderá? Y al final, si “en el hijo se puede volver”, ¿no es como el resto que he de fusionar con el despertar?.

Entonces, ¿es que hay una esencia que trasciende a ambas canciones y en ellas se actualiza? ¿Es un principio o una idea arcaica que fluye por debajo de los géneros, las épocas y los estilos? Yo no creo en semejante cosa. Creo mas bien que ahí estábamos Vero y yo, chateando, y uno de nosotros advirtió una resonancia, y entonces pusimos los fragmentos sobre la mesa, y les buscamos los contornos, y los hilvanamos.

Un hecho creativo. Un patchwork.




Las dos letras, y un video (que no suena como nos gustaría, pero nuestra memoria afectiva puede compensarlo: es una que sabemos todos)





Romperá la tarde mi voz
hasta el eco de ayer
voy quedándome sólo al final
muerto de sed, harto de andar
pero sigo creciendo en el sol, vivo


era el tiempo viejo la flor
la madera frutal
luego el hacha se puso a golpear
verse caer, sólo rodar
pero el árbol reverdecerá, nuevo


Al quemarse en el cielo 
         la luz del día, me voy
con el cuero asombrado me iré
ronco al gritar que volveré
repartida en el aire 
         al gritar, siempre


Mi razón no pide piedad
se dispone a partir
no me asusta la muerte ritual
sólo dormir, verme borrar
una historia me recordará, vivo


veo el campo, el fruto, la miel
y estas ganas de amar
no me puede el olvido vencer
hoy como ayer, siempre llegar
en el hijo se puede volver, nuevo


Si no canto lo que siento
me voy a morir por dentro.
He de gritarle a los vientos hasta reventar
aunque solo quede tiempo en mi lugar.


Si quiero me toco el alma
pues mi carne ya no es nada.
He de fusionar mi resto con el despertar
aunque se pudra mi boca por callar.


Ya lo estoy queriendo
ya me estoy volviendo canción
barro tal vez....


Y es que esta es mi corteza
donde el hacha golpeará
donde el río secará para callar.


Ya me apuran los momentos
ya mi sien es un lamento.
Mi cerebro escupe ya el final del historial
del comienzo que tal vez reemprenderá.


Si quiero me toco el alma
pues mi carne ya no es nada.
He de fusionar mi resto con el despertar
aunque se pudra mi boca por callar.


Ya lo estoy queriendo
ya me estoy volviendo canción
barro tal vez...


Y es que esta es mi corteza
donde el hacha golpeará
donde el río secará para callar.

Queríamos tanto a Charles Sanders Peirce

El aviso dice:
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La recursividad infinita en su forma perversa

El amor no es una cosa intangible...

Anduve revolviendo los estantes de Apirronarse y me encontré con Mariana Baraj. Esa piba está del moño, su disco Deslumbre es, valga el retruécano, brillante.

Sin embargo, Mariana me produce en una canción un cierto malestar. Su versión de Dorotea la cautiva, la historia de la mujer blanca que se declara india “por amor”, aunque musicalmente cautivadora, tiene algo que me desconcierta.

Mientras la escucho, voy cantando la canción, que me la sé desde que era así de chiquitito, y, cuando llega el estribillo, mi memoria se tropieza. Dice Mariana:

Me falta el aire pampa y el olor
De los ranqueles campamentos
El cobre oscuro de la tierra, mi señor...


Epa. Mi memoria dice otra cosa. Mi madre tiene el vinilo de Mujeres Argentinas, una pieza de colección a estas alturas, con las versiones grabadas en el 69 por Mercedes Sosa (donde está esa poderosísima cueca que es Juana Azurduy). Yo, de niño, me ví cautivado por muchas horas por ese disco, en el que Ariel Ramírez se manda la jodita, un poco petulante pero con todo inaugural, de incorporar un clave a la paleta tímbrica del folklore.

Mi memoria dice:

Me falta el aire pampa y el olor
De los ranqueles campamentos
El cobre oscuro de la piel de mi señor...


¿Por qué importa ese cambio? ¿Qué hace Mariana cuando cambia la piel por la tierra? Por lo pronto, da por tierra con el erotismo de la canción.

Sí: erotismo. Capaz que ustedes piensan que estoy loco al suponer erotismo en una pieza de Ramírez-Luna, pero vean: cuando Dorotea le dice al Capitán que ella quiere volver al sur, no evoca un marido contenedor, comprensivo, empático, tierno. No, señores, evoca la piel de su señor.

Dorotea es sensual (“me falta el aire pampa y el olor...”) y ama a su indio por una cuestión de “piel”.

Felix Luna estará a la derecha de más de uno, pero no come vidrio y no imaginó a su cautiva enamorada de versos y poemas. Y yo, ya de pendejo, reparaba en que esa mujer blanca reclamaba el cobre oscuro de una piel...

Dorotea no nos deja dudas: “un alarido de malón / me reclama la piel”. Piel otra vez. Dos veces, y acá, aunada a un grito, un alarido. Insisto: Dorotea es sensual.

Mariana opera para cambiar un aspecto para mí esencial de esta letra y, para que la cosa le quepa en el metro, se vé forzada a interponer un silencio allí donde Mercedes Sosa cantó un legato (“el cobre oscuro de la tierra / mi señor”, contra “el cobre oscuro de la piel-de-mi-señor”). Legato: todo un signo, pensando en Dorotea..

Mariana decide que lo que Dorotea extraña es la tierra (¿un terruño, una patria?). Lo parió. Es una operación que no me hubiera sorprendido del propio Félix Luna, pero... en fin.

Me entristece: Mariana Baraj hace, y no llego a entender por qué, una versión de Dorotea la cautiva más conservadora que la de Félix Luna.

Dobleces con que a veces uno se topa.



Las versiones de marras:

 La de Mercedes Sosa (pseudo video en Youtube):



La de Mariana Baraj:





(Digging the tube: cual Casero experimendo al revés, una versión no necesariamente linda de Dorotea la cautiva.... ¡en japonés! -¿cómo habrán traducido "huinca"? http://www.youtube.com/watch?v=zeS8YDqFLik)

"¿Y qué hago con la plapla?"

"Abrió el cuaderno, y allí estaba
la Plapla bailando y patinando
por la página y jugando a la
rayuela con los renglones."
 
María Elena Walsh, La Plapla.

El mundo que somos se sigue apagando...

¿Resultará inapropiado decir que lamentamos la muerte de la señora Maria Elena?

Desde aquí, un modesto homenaje a la señora que pobló, nos guste o no, nuestras primeras imaginaciones, la que nos dió los primeros y más básicos relatos, los más elementales mitos, las primeras metáforas en común, la tortuga, la batata, el perro salchicha, el mono liso y el reino del revés.

La señora que, en su cuento La Plapla, anticipó tal vez a su pesar y sin siquiera imaginarlo, este modo nuestro de usar el texto, texto inquieto, texto en fuga, texto en Flash...

Não achei

Metáfora: hojeaba una edición en portugués de Los Detectives Salvajes (Os Detetives Selvagens, reza la tapa). Buscaba (yo también) los poemas de Cesárea Tinajero.

No los encontré y devolví el libro a su estante...

Música de N dimensiones

Introducción a la apreciación musical II

Hay música de N dimensiones. Digamos, repitamos, aquello de que la música es el arte de combinar los sonidos. Precisemos un poco este por demás insatisfactorio resumen. La música es un arte complejo donde el artista tiene a su disposición un número altísimo de variables sobre las que puede incidir.

Para empezar, en el contraste entre el sonido y el silencio, en lo que media entre un sonido apenas perceptible y otro atronador, hay todo un arco de posibilidades que determinan algo que se conoce como "dinámica".

Tomada la opción por el sonido, un curioso fenómeno acústico le permitirá diferenciar algo que se conoce como altura, es decir, establecer si un sonido, además de fuerte o suave, es mas bien agudo o mas bien grave. También verá que hay sonidos donde esta diferenciación es irrelevante; para decirlo mal y pronto, no tienen altura.

Como sea, los sonidos en los que se aprecia una altura y los sonidos en los que no se aprecia pueden organizarse secuencialmente en el tiempo, constituyendo melodías y ritmos.

Pero a la vez, esos sonidos pueden organizarse según ocurren simultáneamente. Cuando esa combinación afecta a los sonidos con altura, hablamos de armonía. Cuando usted combina armonía y melodía, puede encontrarse haciendo voces. A ver si se lo explico: usted puede hacer que un instrumento realice sonidos de diferentes alturas organizados secuencialmente en el tiempo. Eso es una melodía. Al mismo tiempo, otro instrumento puede hacer esas mismas "figuras", pero tocando otras notas (es decir, produciendo al mismo tiempo sonidos de diferentes alturas).

Hay instrumentos que, por su diseño, son capaces de producir más de una nota simultáneamente. El piano es el ejemplo evidente. Entre los instrumentos polifónicos (capaces de producir varias voces), están el bajo y el acordeón.

Por diseño, existen otros instrumentos que, en principio, son monofónicos: sólo pueden producir un único sonido por vez.

Pero esto no frustra a un músico. Se pueden combinar varios instrumentos monofónicos para crear un ensamble. Varios saxos, por ejemplo. O un par de saxos, una flauta y un clarinete.

Entonces acá podemos tomar nota de otra variable: el timbre. Es curioso, pero el timbre también es un fenómeno que surge de la relación entre el sonido y el silencio. El timbre es la cualidad del sonido que le permite a usted, por muy obstruidos que tenga sus canales auditivos, diferenciar un saxo de una flauta.

Pero cuando usted decide hacer sonar juntos un saxo y una flauta, no sólo expande una melodía en varias voces, no sólo crea acordes, sino que también combina timbres.

Por las mismas propiedades físicas del sonido por las que un instrumento tiene un timbre característico (y es maravilloso: la música es esa cosa intangible que surge de un muy estudiado conjunto de fenómenos físicos; y hay los que creen que el alma no existe), decíamos, cuando usted combina varios timbres se produce un fenómeno vistoso por el cual usted escucha un nuevo timbre, distinto de aquellos que lo componen.

Lo admirable es que este principio de que el todo resulta distinto de las partes también se aplica a los ritmos. Fíjese que usted puede poner a un instrumento, una batería, por ejemplo, o las palmas, o unas tumbadoras, a hacer cada uno un patrón rítmico distínto. Intuitivamente, el que más y el que menos sabe que hablamos de "ritmo" cuando algo se repite.

Algo que se repite tiene una determinada duración: un metro. Cada N cantidades de una determinada unidad, el patrón comienza de nuevo. Como la semana, por ejemplo. O las estaciones. Usted puede hacer que varios instrumentos repitan figuras diferentes pero de un mismo metro. Es decir, que vuelven a empezar juntos. O puede combinar patrones de diferente longitud. Acá nos alejamos de lo intuitivo. Le propongo un ejercicio. Tiene que encontrar para ello un amigo igual de desocupado que usted y dispuesto a un experimento musical. Usted cuente hasta tres. Uno, dos, tres, uno dos tres, uno dos tres. Eso es un patrón. Y comienza de nuevo cada vez que usted llega a tres. Digamos que dura 3. Tres qué no importa ahora. A los fines del ejercicio, haga palmas cada vez que dice "uno" y cada vez que dice "tres". Ahora viene la colaboración de su amigo. Él deberá contar hasta cuatro y batir palmas cuando dice "dos" y cuando dice "cuatro".

Para que el ejercicio funcione, deben contar a la misma velocidad. Y fíjese que usted y su amigo pueden decidir contar sus palmas más lento o más rápido, pueden apurarse o aletargarse. Puden seguir la velocidad de su corazón o el de la respiración. Tienen que acordar un tempo.

Si logran mantener la coordinación el tiempo suficiente, descubrirán que, entre los dos, están haciendo un patrón que es diferente a sus partes y que se repite cada 12 no importa qué. Como decíamos de los timbres, la combinación da lugar a otra cosa. En este caso, se llama polirritmia. Una demostración apabullante de eso puede encontrarla en esta pieza de King Crimson.

¿Y sabe usted una cosa? Esa misma simple y maravillosa idea de combinar elementos distintos para obtener algo diferente también funciona con los sonidos armónicos, aquellos que tienen altura, como los del piano o de la flauta. Cuando esos instrumentos producen sonidos simultáneos, crean acordes. Quédese usted tranquilo, no me voy a extender con ejercicios para que pruebe la idea, pero un músico puede hacer que una flauta, un saxo y un clarinete hagan una melodía distribuida en varias voces, lo que da lugar a variados acordes que se suceden en el tiempo, mientras un piano, él solito que no es poco, hace otros acordes.

Ya lo puede adivinar: el resultado es un acorde distinto a los acordes que lo integran. Y creo que no lo sorprendo si le digo que, por si fuera poco, esos acordes, en la medida que se suceden en el tiempo, establecen entre sí relaciones que se llaman progresiones y cadencias.

¿Se va haciendo una idea de por qué digo que hay música de N dimensiones? La cuestión es que usted puede hacer todo esto al mismo tiempo. ¿Se imagina? Usted puede hacer que un grupo de cantantes hagan una melodía que se combina con otra que hace otro grupo. Cuando las notas de cada una de esas melodías suenan simultáneamente, crean acordes que se mezclan con los que crean las melodías que toca un ensamble de vientos. Al mismo tiempo que eso hace aparecer y desaparecer variados y novedosos timbres, se enlaza rítmicamente con las figuras que toca el bajo que, apoyado en la batería, se conecta con otros instrumentos de percusión, creando un patrón rítmico distinto a la simple suma de sus partes.

Y piense una cosa más: ¿se acuerda de usted y su amigo intentando mantenerse coordinados? Vea qué maravilloso: para que la cosa funcione, los músicos se tienen que poner de acuerdo, tocar coordinadamente: se llama concertar, y no sabe el laburo que es eso. Laburo humano, digo, de relaciones sociales. Pero bueno, a la hora de concertar, usted puede poner el énfasis en el trabajo del equipo o dar espacio para que alguna individualidad se destaque. Cuando una individualidad se destaca, tenemos lo que se llama un solista. Hay músicas que otorgan este privilegio a unos pocos y escogidos instrumentos. En otras, del jazz para acá, podríamos decir que todos los instrumentos han sido dignificados y han cobrado cualidad solista.

De esto se sigue que usted puede operar sobre todas las variables que venimos describiendo y, además, alternar trabajo de equipo con despliegues solistas de muchos y variados instrumentos. Entonces, a todo lo que hemos mencionado, se pueden sumar artilugios y maniobras propias de cada instrumento para enriquecer los timbres, jugar con la dinámica, manipular la expresión.

No lo crea: a pesar de lo fatigoso de mi explicación, la música de N dimensiones produce placer. Y alegría, a juzgar por las expresiones de las personas que la ejecutan. Es que, a todo esto que venimos intentando desesperadamente poner en palabras, resulta habitualmente conveniente agregarle una buena actitud. En este blog no nos cansaremos jamás de repetirlo: el humor pertenece a la música.

No se crea que todo esto es muy frecuente. Si bien, en sentido estricto toda música tiene N dimensiones, no todas las músicas otorgan la misma importancia a todas estas variables.

Fíjese el punk: es casi exclusivamente actitud. En compensación, piense, si es que le aburre escuchar, en esa cosa a la que frecuentemente se le llama "música clásica" y a la que, sin ánimo de ofender, ni le fú ni le fá la actitud. O vea la balada, que no se hace mayor mala sangre por ninguna otra cosa que no sea la melodía. Y al contrario, vuelva, si ya fue, al ejemplo de King Crimson que le pasé más arriba y note que no hay ahí nada que podríamos llamar de buena fe una "melodía".

Pero a veces pasa que uno encuentra un grupo de gente que le mete palo a todas las dimensiones que componen una música, que se las toman a todas como objeto para una intervención, una decisión creativa. Y cuando digo todas, digo todas. Entonces la música es como la arquitectura más audaz, esa que hace catedrales insólitas: curvas, catenarias, planos, puntos de apoyo, cúpulas, fuerzas, tensiones, resistencias, arcos, pendientes, rampas... para que, como en la Sagrada Familia de Gaudí, todo caiga hacia arriba.

Entonces usted asiste a un pase de magia, admira mesméricamente los millares de reflejos de una joya infinitamente facetada.

Usted tiene ante sí a la Banda Hermética.

Soluciones precarias

(o “technicalities” al Margen)

A pedido de Mr. PC, paso en limpio en la forma de post el estado actual de mi experimento para lograr un sistema de etiquetas de N dimensiones (denominación harto pretenciosa, a decir verdad).

Vale decir: de cómo estoy usando Delicious para llevar un segundo sistema de tags paralelo al ofrecido en forma nativa por Blogger.

La solución es por demás sencilla, mi estimado Contursi: ha usted de suscribirse en Delicious y comenzar a “bookmarcar” sus propios posts, asignándoles la etiqueta que mejor le convenga.

Luego, podrá utilizar el “widget” que Delicious ofrece a tal fin para mostrar la correspondiente “tag cloud” en su sitio.

Pueden ver mi implementación de esto allí abajo, a un par de vueltas de “scroll”, tras el título “Series de posts”. Como este método es por demás precario e incómodo, yo lo empleo para agrupar posts que conforman una “serie”, cosa que, en mi caso, es relativamente poco frecuente.

“Downsides”, como se dice en gringo, de esta solución: a) debe usted utilizar otra herramienta, distinta de su CMS, para llevar sus “favoritos” y etiquetarlos; b) Delicious no acepta tags de más de una palabra (vale decir, cada palabra de una frase es un tag por sí mismo), por lo que, en mi caso, opté por recurrir a los guiones; c) los enlaces creados por este medio conectan con una búsqueda en Delicious, con lo que el listado de los posts que integran un grupo se ofrece en el entorno de ese servicio y no en el del propio blog; y d) no se pueden establecer relaciones entre ambos sistemas de tags.

Nada demasiado grave, pero, para mí, todavía bastante distante de lo que estaba imaginando. Pero, así es la vida, es lo que hay.

Mas...

Hace unos días, por chat, le dije a una amiga que Marcelo Cohen me había desilusionado. Como otras veces, advierto que el entusiasmo no siempre es transitivo. Se trata, ahora, de Los Acuáticos. No hay caso. Cada unidad de las que componen el libro, cada relato, se me ha hecho larga y trabajoso. Coincidiendo justo con la lectura de Philosophy of composition, donde Poe establece que la unidad de medida ideal para una pieza corta es "one sitting", descubro que Cohen violenta mi disposición a permanecer sentado.

Sin embargo, empero, no obstante, Cohen me ha deparado el fragmento más jugoso, con perdón de la expresión, con que me he topado últimamente.

Lo transcribo textual:

"Le sostengo al tránsfuga la cara con las dos manos, lo guío por las pecas del cuello y los pezones, consigo que chupe y masque, lo convenzo de que reacciono, le propongo demoras, se las consiento, le araño la espalda, hurgo en una cicatriz, me dilato y me tuerzo, lo retengo, lo confundo y, mientras sopeso la entrepierna, esperando la máxima dureza, le solicito que sea considerado conmigo. Es un susurro gentil, serio, y luego un pedido cariñoso. Me pega el sol en la frente. Pienso que desde el cielo, si me filmaran, se me vería a lo lejos la saliva viscosa. Entonces él no aguanta más y me entra, o se percata del pedido y cariñosamente entra en mí, y cuando veo que más se ha hundido yo me quejo despacio, no de gusto ni de molestia, sino de ansia. Le pido que entre. Como al principio él no entiende, desbocado como está, parece que la carne le palpitara; pero no bien le murmuro otra vez que entre, recula un poco y embiste, y vuelve a embestir buscando una cadencia, y me aprieta las costillas aún con la delicadeza que da el vasallaje. Pero embiste y ya está bien grueso (...). Quiere besarme, todos quieren besarme, como si el beso aumentara la presencia de su carne, pero sobre el choque de babas yo le vuelvo a pedir con dulzura que entre en mí. Se le hincha un poco el cuello. Me esquiva ahora la mirada. Yo requiero, ruego, me río de nervios, imploro que termine ese tormento bobo; quiero que cumpla. JOsé, murmuro, José, porque supongo que oír un nombre exótico lo desquicia. Y como ahora ha entendido, de puro pánico me agarra por las corvas y empuja a fondo. Quiere atiborrarme de olor y de carne escabrosa, a ver si acuso recibo de lo que me está dando; pero yo, que definitivamente he cerrado los ojos, cambio el ruego por el reproche y le pido que entre en mi de una vez. Vamos, digo. Vamos. Él se afana, se remueve, me aplasta. Sé cuánto le gustaría colmarme. Lo siento adentro, al extremo de su tamaño; sin embargo, con un alarido tajante le exijo que entre en mí de una vez. Me enfurezco, le golpeo la espalda, le clavo los dientes en el hombro. Él  declina un instante; el sudor que le cae de la frente me empapa la cara. Me lo limpio de un manotazo, le pregunto socarrona para cuándo. Acto seguido sollozo mientras él arremete de nuevo, me endurezco fugazmente, me diluyo por completo, vuelvo a agarrarle la cara, lo miro bien al fondo de las pupilas, malsana, intolerante, triste, con la duplicada tristeza de no saber qué me entristece. Y porque él calla, y yo le pregunto a voz en cuello por qué juega así conmigo, y él no sabe qué contestarme, trabado a mí como lo tengo con toda su potencia enigmática, me abandono del todo, y musito y resoplo, fría, no sólo decepcionada sino exhausta, trémula apenas, ida, farfullando que quiero que entre en mí, que quiero, que quiero, y pregunto qué cuerno pasa que no me da lo que quiero. Y ahora por fin prescindo de él. Me ausento. A sus ojos podría haberme vuelto loca. Y ni siquiera la posibilidad de que ya estuviera loca le va a restaurar el orgullo. Porque sabe que loca no estoy.

[...]

El tránsfuga se retira y por supuesto que ni de esto doy a entender que me entero. A medias de rodillas, con la camisa cayéndole en los muslos lampiños, empanado en arena, él procura no mirarse eso que ahora es más que nunca un miembro, encapuchado todavía en látex espermicida, y se le ha vuelto chiquito como un supositorio. Así se le quedará mucho tiempo.

Listo. Está listo."
Qué se yo: hay aquí algún conector que me parece fuera de registro, y tengo para mí que esta pieza es una joya a la que le sobran un buen número de párrafos antes y después.

Pero. El adversativo se impone para decir que, mierda, me hubiera gustado a mí escribir este pasaje.

Entonces, pienso que no debería decir "pero", sino "mas". "Mas me hubiera gustado a mí escribir un pasaje como éste". Cohen, después de todo, me ha sumado algo.

Como verán, una cuestión de acento.

Cuando miro con cuidado...

Y esto viene acá por mero capricho (a lo sumo, como un ejercicio del capricho). Es decir: está porque sí, no viene a ilustrar ninguna tesis ni a representar un estado de ánimo ni a proponer un acertijo ni nigún otro juego similar o equivalente.

Digamos, eso sí: me encanta la melodía, me gusta la parte de la guitarra, ese sonido tan lleno, me cae enormemente simpático el gordo Casero, ahí, tan anti-glam, pero también me hincha el exceso barroco de tanto género entrecruzado, algo que no sé si es una genuina búsqueda de síntesis o mero sincretismo marketinero.

O sea: no sé por qué capricho de la memoria, esta melodía se me ha impuesto estos días, hasta hacerse cantar, por qué viene desde el 2008, de entre ruidismos de mundial, una canción que habla del florecer del deigo, de una isla arrasada y del viento.

Será por aquel recurrido haiku de Basho, aquél del poeta que simplemente mira florecer la nazuna.

O el poema de Basho viene después, y antes está el sonido de la lengua japonesa. Pero no, antes está el sonido de esa guitarra.

Es decir: no sé.

Shimauta, amables contertulios.



Ah, el haiku de Basho dice:

Cuando miro con cuidado,
¡veo florecer la nazuna
junto al seto!

Art deco, 3D, web semántica

Cuando empecé con esto del bloggin, o al poco tiempo, escribí (no recuerdo si postié) algo acerca de la tendencia a asimilar los blogs a una casa. Uno recibe "visitas", abre las "puertas", invita a su "casa", vamos.

Entonces, rediseñar el blog tiene (o puede tener) ese aire curativo que tiene cambiar los muebles de lugar.

En eso estoy (cambiando de casa en el mundo real, rediseñando y desempolvando el blog; sin dudas, no se me oculta por ningún mecanismo del alma, fotogramas de un mismo movimiento).

Y en este proceso de jugar con los elementos de la decoración y la funcionalidad, pienso: me gustaría tener un sistema tridimensional de tags.

A ver si me explico: quisiera tener tres "arrays" ("array" en el sentido que este término tiene en el contexto de los lenguajes de programación) de tags, para fines diferentes.

Cada post puede caber (o imagino cabiendo) en tres sistemas de clasificación (y digo tres por jugar con la metáfora del mundo tridimensional, pero está claro que desde un punto de vista lógico, hablamos de N dimensiones).

Algo próximo a lo que me imagino, lo permite Wordpress al considerar a la vez "categorías" y "tags".

Blogger, a ese respecto, es más mezquino: sólo permite tags.

Si a alguien se le ocurre o sabe de alguna manera de arrimarle a esta idea, que chifle.

Me retiro a construir un laberinto...

Si, estoy enganchado con Lost. Y me gustaría creer que estos muchachos se atraverán a prescindir de un final que eche por tierra el kilombo y que nos dejarán disfrutar, así, sin buscarle otra explicación que su mera posibilidad, del laberinto de Tsui Pen.

Dudo que lo hagan. Pero qué bueno sería.

Alguien tiene que ser el malo


273. ¿A quien llamas malo? - Al que quiere avergonzar siempre.
274. ¿Qué tienes por lo más humano? - Ahorrar a alguien la vergüenza.

275. ¿Cuál es la señal de que se ha alcanzado la libertad? - No tener vergüenza delante de sí mismo"
Nietzsche, La Gaya Ciencia.


La clave (o la trampa), en el fragmento de arriba, está en la palabra "humano": ese adjetivo puede entenderse en un sentido positivo o en uno negativo. Pensamos nietzscheanamente si vemos el tinte peyorativo que esa palabra tiene ahí. Lo humano, consta hasta en la Wikipedia, es algo que para Nietzsche debe ser superado. Una herramienta para eso es la malignidad.

La malignidad, entiendo, sería la fuerza que hace salir de sus escondrijos a los compasivos, a los que están dispuestos a ahorrar a alguien la vergüenza, a permitirle a quien no ha alcanzado la libertad, no otra cosa que un esclavo, pasar por alto su condición. Una suerte de concepción instrumental de la malignidad.

Hay quienes que para convencerse de que han alcanzado la libertad salen a la caza de miserables para humillarlos, para no ahorrarles vergüenza. Convertir eso en una disposición proactiva, buscar en todos y cada uno la falla (y sabemos que a cualquiera que se mire lo suficientemente de cerca...), no deja de parecerme una forma menor de ejercer la voluntad creadora. En otro lugar de la Gaya Ciencia, Nietzsche dice:
"¿El mal es necesario? (...) Estos jóvenes quieren que les venga de fuera, o fuera se les ponga visible, no la felicidad, sino la desgracia, y su imaginación se esfuerza en hacer de ella un monstruo para ponerse en seguida a lidiar con él. (...) Ni saben qué hacer de sí mismos y por eso escriben en la pared las miserias de los demás; siempre necesitan a los demás."
Me quedo pensando en esa paradójica manera de depender de los demás, quizás todavía, e irremediablemente, humano, demasiado humano.