En el soundtrack de estos días descabezados.
And if the night runs over
And if the day won't last
And if your way should falter
Along this stony pass
It's just a moment
This time will pass
y noches largas, con pocas horas de duermevela, e incapacidad de dormir más. Y seguir en una rutina desgastante, aburrida e infinita.
Días horribles, que se alejan sin haberlos disfrutado. Clima bipolar e inestable. Soledades eternas con mil pensamientos dolorosos en la mente.
Incertidumbre y ninguna expectativa.
Menos mal, cuando una flaquea, ahí, como bálsamo, en el momento justo una frase, un gesto, una mano aparece. Y por un instante el mundo se equilibra.
Esos son los amigos.
Melvin: Tengo un cumplido para vos, es algo que pasó.
Carol: Me da miedo que vayas a decir algo desagradable...
Melvin: No seas pesimista, no es tu estilo. Bueno, es así: yo tengo esto... digamos, ¿una enfermedad? Mi doctor, un petiso al que iba a ver todo el tiempo, me dijo que, en el 50 o 60% de los casos, una pastilla realmente ayuda. Yo odio las pastillas, son cosas jodidas, las odio. Y estoy usando la palabra "odio", ahora, para las pastillas. Odio. Bueno: mi cumplido es que aquella noche cuando viniste y me dijiste que vos nunca... bueno, estabas ahí, sabés lo que dijiste. Mi cumpido para vos es que, a la mañana siguiente, empecé a tomar las pastillas.
Carol: No entiendo por qué eso sería un cumplido para mí.
Melvin: Vos hacés que yo quiera ser un hombre mejor.
Carol: Ese es tal vez el mejor cumplido de mi vida.
Melvin: Bueno. Por ahí exageré un poco. Apunté el tiro como para lograr que no te vayas...
Son Jack Nicholson y Helen Hunt, en Mejor Imposible.
Hay amistades que no se buscan, que no se encuentran, sino que de repente te das cuenta de que están ahí, presentes. Ni sabes como pasó.
Esa sensación tengo al recordar a una gran amiga. Una mujer, abuela de unas queridas amigas de la infancia, que de manera desinteresada tuvo la paciencia y las ganas de enseñarme, porque sí, un montón de experiencias, recetas y trucos artesanales y culinarios que atesoro; pero que sobre todo dejó una huella indeleble, por su preocupación y sus detalles, delicados y muy personales. Porque aprendí mucho del trabajo en equipo viéndoles trabajar mancomunadamente con su pareja, complementándose y ayudándose.
Con el tiempo y al ir creciendo, fui descubriendo su amistad y su cariño. Hoy me enteré de que falleció la semana pasada. Luego de un suspiro de esos que te desinflan, no solo los pulmones, sino todo el ánimo que podía caber en el cuerpo, recordé la última vez que pasamos juntas. Toda una tarde, conversando, tomando té, pasando un momento entre amigas. Me gusta ese recuerdo y me gusta haber tenido la suerte de ser su amiga. Gracias por todo y paz.
Cuando conversábamos tenía muchas cosas que contar, inagotables temas para compartir. Siempre me hizo sentir un poquito ignara. Y unas ganas impresionantes de subsanar eso, de aprender, de ir un paso más allá, de no quedarme con lo que ya tenía. Nunca quedarte estática, nunca.
Y me enseñó a compartir, a no guardar para un futuro incierto más que el empuje para seguir caminando. Cuando tienes una buena racha la compartes con aquellos que quieres y cuando viene una mala estás siempre ahí para los que te necesitan, a manos llenas.
Lo más del tiempo serio, meditabundo. Por eso me es tan difícil recordar su risa; usualmente fuerte y sonora cuando venía tras una frase cínica, como su visión de la vida. Y aunque a mí tampoco reír se me da muy bien últimamente, decidí hacerlo para recordarlo; para agradecerle los años que compartimos. Porque la hermanez se construye a pulso, cada día, con el convivir y sin dar por sentado el simple parentesco. Gracias por ser mi hermano, siempre. Only the good die young!
De vez en cuando, a veces con razones aparentes, otras no tanto, me invade una extraña sensación. Se traduce en cierto malestar tanto físico como mental, gracias al cual miras las cosas desde fuera, como si todo al rededor pasara cual obra teatral en el que eres un mero espectador. ¿Por qué? Porque tú estás parado al borde de un acantilado, y todo sucede al otro lado. A veces se trata de un pequeño escalón, solo un poco mayor a muchos otros que ya has pasado, otras es un abismo en toda regla. Y en las dos la sensación que me invade es la misma. Solo que el tiempo que tarda en disiparse es mucho mayor en el segundo caso. Y nunca lo hace hasta que decides ponerle fin.
Esta mezcla de sentidos activados al máximo que acaba por producir mareo, stress, cansancio, hastío de estar al borde durante demasiado tiempo sin encontrar la primera grieta por donde comenzar a descender, algo de miedo y desazón no es nada agradable. Pero irónicamente y habiendo experimentado este sentimiento algunas veces ya, sé dos cosas: una, cuando aparece, mi mente ya ha vislumbrado la ruta de grietas escondidas y peligrosas de recorrer que puede llevarme al otro lado, donde sucede esa obra de teatro para pasar a ser parte activa de ella, así que no hay vuelta atrás, te enfrentas al vacío; y la otra, con todo lo mala y desagradable que es esta sensación, te hace sentir inmensamente viva.
Hoy me encuentro a media entre dos días cargados de significado en mi vida.
Hoy; entre futuro que vendrá y pasado que nunca podré olvidar.
Ayer celebrando otro año sobre este planeta, mañana extrañando a los que se fueron antes que yo. Tengo una avalancha de sentimientos; la memoria revuelta, muchas historias que había olvidado hoy están a flor de piel. Pero hay que continuar, la vida solo va hacia adelante. Llevas contigo esas historias, porque ellas hicieron de ti lo que hoy eres y recordarlo vale la pena. Aunque duela, te sorprenda y hasta te saque sonrisas de ternura. Y vale la pena saber que los amigos, los de verdad siguen ahí y que estarán contigo siempre. Porque cada día es una nueva oportunidad, una nueva memoria.
Hay una tramo de vías del país de la canela que conozco bien. Lo voy recorriendo desde que tengo memoria; tal vez antes. Es un viaje largo, pero la calidad de las vías ha ido recortando la duración de ese viaje, tal vez a la mitad. Y recorrerlo con cierta frecuencia o más bien de manera intermitente me pone cada vez que a pensar, a reflexionar. No recuerdo sentirme feliz viajando x esta vía, tal vez sí era feliz cuando de pequeña (dos o tres años) acompañaba a mi padre, cuando las cosas eran muy simples y mi mundo muy pequeño y seguro...pero poco a poco se volvió un traslado cansado, aburrido, difícil.
Casi la mitad del camino recorre la sierra centro, un paisaje común para quienes se mueven normalmente por la panamericana. Hoyas de valles productivos, poblaciones a la vera de la carretera y nudos que complican el trazado vial subiendo y bajando. Y la presencia imperturbable de los nevados que flanquean la vía. Unas veces tan esquivos que no vemos ni sus faldas y otras tan majestuosos que te quitan el aliento, que sobrecogen en su imperturbable presencia.
Y al desviarse hacia el este, siguiendo la sinuosa curva de la cordillera que va declinando en altura, clima y paisaje van cambiando. Los vientos se vuelven distintos. Vienen cargados de humedad. Una humedad con olor a vegetación, a exuberancia, a vida. Es siempre en el mismo punto del camino que siento ese cambio en el aire, cuando al respirar me siento como empalagada. Demasiado oxígeno, demasiada vitalidad en ese aire puro para mis pulmones. No importa si llueve (que suele ser el caso muy frecuentemente) o si hay mucho sol, en ese punto también la temperatura cambia y automáticamente me quedo en camiseta.
Zigzagueando, siguiendo el curso del río por las inestables y muy pronunciadas laderas que pronto se fundiran en una sola planicie que baja y viaja al mar. A veces te acompaña el rugido de las aguas del río, cuando viene crecido y de un color sucio, acarreando las lágrimas de sus afluentes cordillera arriba, a veces tan sólo descubres el brillo de un pequeño hilo al fondo del cañón. Siempre tienes que reconocer el paisaje que parece inamovible pero que nunca es estático, como la carretera que por los varios derrumbes siempre está bajo construcción. He visto como ha cambiado la vía. Recuerdo lo incómodo del camino cuando era tan angosto que si había dos vehículos uno de ellos debía orillarse en maniobras altamente peligrosas. Sé de todo el tiempo que la gente del sector tuvo que esperar para que se termine de asfaltar la vía, una vez hecho el nuevo trazado. Sé que en febrero las colinas verdes se ven salpicadas de manchas lilas; son orquídeas que brotan al unísono.
Y sé que tal vez siga haciendo este recorrido, una y otra vez; aunque lo evite a toda costa, pensando y reflexionando cada vez. Y también sé que hay una curva en esa senda donde una parte de mí se quebró; donde el mundo se volvió para mí un poco más triste, desolado e inexplicable y aún así soy capaz de buscar la belleza de su paisaje. Pero sé que este no es mi camino; aunque he aprendido y perdido mucho en él, necesito transitar mi propia senda.